En su búsqueda de incrementar las reservas en divisas, uno de los objetivos planteados por el gobierno (y también uno de los compromisos tomados ante el Fondo Monetario Internacional), el Ministerio de Economía evalúa la concreción de un repo con bancos del exterior, que reportaría unos 1.000 millones de dólares.

Por ahora desde el Palacio de Hacienda no dieron información oficial sobre la operación, ni tampoco la o las entidades con las que se concertaría. En cambio, dejaron filtrar que se realizaría a dos años de plazo y por un interés menor al 10% anual (en dólares). Como garantía, el gobierno ofrecería los bonos soberanos que la Secretaría de Finanzas recompró en las últimas semanas.

La idea no es nueva. En realidad había sido planteada por Sergio Massa cuando se hizo cargo del Ministerio, en agosto del año pasado. Sin embargo, hasta ahora no había conseguido despertar el interés de los bancos internacionales.

Su concreción tendría un efecto simbólico: significaría la vuelta de Argentina a los mercados globales de crédito, en los que dejó de obtener financiamiento luego de la masiva retirada de inversores extranjeros en abril de 2018 y la sucesiva oleada de devaluaciones que caracterizaron la segunda mitad del gobierno de Mauricio Macri.

Además serviría como ayuda para cumplir la meta de engrosar las reservas netas en 4.800 millones de dólares durante el presente año. Así se planteó en el acuerdo de facilidades extendidas con el FMI. El logro de ese objetivo, de por sí exigente, aparece más complicado por los malos pronósticos sobre la cosecha agrícola, afectada por la sequía, que disminuiría las exportaciones en un monto de entre 10 y 15 mil millones de dólares.

¿Qué es un repo?

El término repo deriva del inglés “repurchase agreement”, que traducido literalmente significaría “acuerdo de recompra”. En esa operación, una parte vende un activo a otra con la obligación de volver a comprársela en un plazo y con condiciones determinadas. Por lo general se materializa a través de títulos de deuda: bonos, letras o instrumentos similares. En este caso, el activo que ofrecería Argentina son sus bonos en circulación.

En la práctica, el repo implica un préstamo que involucra una garantía o caución. En los mercados internacionales de deuda se utiliza como recurso financiero para montos pequeños en los que no se justifica una emisión masiva de nuevos títulos. Además, esto permite negociar los términos de una manera directa sin estar sometido a los vaivenes del mercado.

En este caso, para el gobierno es fundamental esquivar los altísimos rendimientos, de alrededor del 20% anual, que los inversores exigen para aceptar bonos de la deuda argentina. Esto se traduce en la quita que los compradores aplican a su precio, que esta semana ronda el 31% de su valor nominal.

Si los bonos continuaran barranca abajo (la suba de cotizaciones de un mes atrás fue desapareciendo en los últimos días) la operación podría peligrar, ya que los inversores suelen fijar un piso que funciona como gatillo para exigir la devolución del préstamo. Eso ocurrió en 2019, cuando por el derrumbe de los títulos ofrecidos como garantía, el gobierno debió pagar en efectivo y de manera anticipada U$S 2.600 millones.

Además de conseguir fondos frescos, las autoridades utilizarían un artilugio técnico para asegurarse que ese préstamo pase efectivamente a engrosar las reservas internacionales. En esa dirección, el repo correría por cuenta del Tesoro, quien vendería los dólares obtenidos al Banco Central. De esa manera conseguiría dinero para cubrir el déficit primario sin ser tan dependiente de las licitaciones de títulos en pesos, cuyo crecimiento nominal fue objeto de debate público en los últimos días. Para el Banco Central también sería negocio, porque como el plazo para la devolución sería de dos años, podrá contabilizar esas divisas como reservas de libre disponibilidad, algo que no podría hacer si tuviera que devolverlo antes de los 12 meses.