Las elecciones de Guatemala han concitado gran atención internacional porque las urnas han dicho cosas que el mundo ignoraba sobre esa pequeña geografía, asiento de una gran historia. Siglos en los cuales la gran Civilización Maya aportó a la humanidad no sólo admiradas ciudades prehispanicas en Honduras, Guatemala y el Sureste de México, sino el descubrimiento del cero, sin el cual no serían concebibles las matemáticas superiores, la computación y las ciencias digitales, vale decir los siglos XX y XXl.

Con la imaginación que permitió el establecimiento del número cero, el pueblo guatemalteco ha dibujado un nuevo mapa político no solo para si sino para la región centroamericana. Ha rechazado abrumadoramente la trama que los analistas llaman el Pacto de Corruptos, con la mayor abstención de los últimos años. Ha votado nulos y blancos casi la cuarta parte de los electores, ganándole a todos los postulantes que figuraban en la papeleta. Ha pulverizado en las urnas al candidato del gobierno y a la candidata que sintetizaba el capítulo más tenebroso de la historia de Guatemala en el siglo XX. Ha puesto en el primer plano para la segunda vuelta a la forjadora de un partido, Sandra Torres, que tuvo un presidente como Alvaro Colom que nunca gozó de la simpatía de la rancia obligarquía guatemalteca.

Sorprendió a todos favoreciendo como segundo candidato más votado a Bernardo Arévalo, un socialdemócrata de convicción, hijo de Juan José Arévalo, el presidente reformista más importante que ha tenido la historia del país.

En muchos sufridos años el pueblo guatemalteco pudo sentir que la democracia puede servirle para cambiar su injusta organización estatal y social. La confrontación electoral del 20 de agosto no será un ejercicio de gatopardismo para que todo siga igual.

La Unión Nacional de la Esperanza cuyo líder ya fallecido lo concibió como un partido para modificar Guatemala se enfrentará con Semilla, cuyo ilustrado candidato propone un claro proyecto reformista para la gran nación chapina. La tenacidad en política es un valor necesario. En líderes históricos como Salvador Allende sirvió para llevar al pueblo al poder al cuarto intento. El cambio es una necesidad impostergable en sociedades tan injustas como la guatemalteca.

Sandra Torres representa la tenacidad de una constructora de partido. Bernardo Arévalo simboliza el cambio que la semilla de su gobierno puede sembrar. El cambio histórico para que Miguel Angel Asturias pueda desde su laico cielo sonreir, soñando que el pueblo de su amada patria deje de sentir lo de su personaje en El Señor Presidente, “le dolía su país como si le hubiera podrido la sangre, le dolía afuera y en la medula, en la raíz del pelo, bajo las uñas, entre los dientes”