“Todo lo rige el río”, dice sin intención de manifiesto ni tratado -aunque lo haga-, Bárbara Grabinski, sobre la vida que le apareció cuando hace unos años, unos meses antes de declarada la pandemia, se mudó a una casa en el Delta. “No puedo salir porque no tengo agua, no puedo entrar porque hay marea, hay viento sudeste, hay esto, hay lo otro”, cuenta.

Allí, en ese paraje y restricción por Coronavirus mediante, comenzó a pergeñarse la transmutación que la llevó a cambiar el tango por el folclore, sin que ir ahora del brazo con uno signifique que ha olvidado al otro. O que no se de una vueltita con él: de esos dos territorios -toda música es un territorio, sin él no sería posible- está hecho su nuevo disco, Selva mía, y su próximo show, que tendrá dos funciones los próximos 15 de octubre y 19 de noviembre.

“Necesitaba algo creativo, algo que pudiera pensar. Y la pandemia para mí fue muy creativa, con todo lo que eso tuvo, con compañeros que estaban en otra situación que la mía, y con los que estuvimos súper presentes en los grupos de artistas del tango, y que en diez minutos se quedaron sin laburo”, cuenta sobre ese proceso que más bien fue un trayecto a recorrer de un territorio a otro, y que calcula llevó dos años. “Es como una nueva búsqueda, como algo que tenía ganas que sucediera. Encaré una búsqueda más allá del tango y me encontré con la música del Litoral. Pero no es que dije: me voy a pasar; primero empezó a pasar esa cosa litoraleña, de músicas que vas encontrando por el río y demás, y ahí me puse a pensar qué pasaría si me ponía a cantar otra cosa que no fuera tango. Porque yo vengo muy del tango, hace diez, doce años que me animé a cantar, porque hacía teatro y cantarlo era un poco lejano, y después empezó a salir y se dio. Y después me pasó parecido con la música del Litoral, llevándolo mucho a clase y a explorar. Empecé como a abrir ese camino, a presentar algunas canciones mezcladas con tango. Que después se fue abriendo cada vez más hasta llegar al disco”.  

En Selva mía, Grabinski armó un repertorio que incluye composiciones de Oscar Matus, Armando Tejada Gómez, Teresa Parodi y Horacio Molina, y también de Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, y Jorge Fandermole, entre otros. La factura de este nuevo álbum contó con dirección musical y piano a cargo de Osvaldo Belmonte, Javier Acevedo en acordeón, Geraldine Carniciner en contrabajo, Carolina Rodríguez en violín, Matías Keller Sarmiento en percusión y Alejandro Bordas en guitarra. Lidia Borda participa como una invitada más que especial.

Nacida y criada hasta poco antes de hacerse moza en Lomas del Mirador (provincia de Buenos Aires), lo suyo antes que el canto y el tango fue la actuación. En ese camino cruzó a la música para ampliar sus dotes y horizontes artísticos, con la suerte de encontrar a Borda: “Yo cantaba de chica sobre sus discos”, ríe. De ahí en más, la maestra la fue llevando tan bien que le permitió hacerse cantante de tango y presentarse con éxito en festivales y shows varios, para luego soltarle la mano -como quien dice- y que ella armara, entre otros éxitos, el Ciclo Noches Bárbaras, un espacio pionero en la lucha de las mujeres por obtener más lugares en los escenarios.

“Hacíamos un show que se llamaba En el sur del Litoral -retoma el relato sobre su llegada al río-, donde mezclaba todas esas historias del tango, algunas tradicionales, algunas nuevas, algunas cosas de Juan Lorenzo -que está en el disco como el artista plástico: toda la gráfica es de él-, y a partir de esas conexiones que se iban dando ahí, empezábamos a hacer como un recorrido de música entre Santa Fe, Corrientes y Misiones: qué pasaba mientras uno iba viajando por ese enorme río. Que es un recorrido común, que lo podés hacer y preguntar yendo a otros lugares del país: qué pasa si me voy para La Pampa”

-El disco tiene una gran elaboración y dedicación al conjunto. Más allá de la selección de temas, no es un disco pensado a partir de lanzamientos de singles, como es común ahora.

-Lo pensé así y todo lo que pensé en el disco, todo lo que temas que elegí de una lista de 20 que había, lo confronté con Pelu Romero (productor musical), fue un trabajo muy en conjunto. Todo el ideario, lo conceptual lo consulté con él, que es muy claro para las respuestas. Igual fue una cosa medio intuitiva, de que esto tenía que ir por acá y está por allá. Y el último tema es el de (Gustavo) Cerati porque me parecía bueno cerrar con algo que no es tango, no es Litoral, es medio libre. Es una versión que Pelu quería hacer, que tenía la cabeza, y me la propuso. Todo el disco tiene un pensar, un cuidado, pero que se dio naturalmente. Tenemos la cabeza de pensar los discos como antes, que agarrás el CD, leés el librito. Yo todavía no estoy cien por ciento en eso de sacar los singles. Yo quiero ver el disco por más que no esté físico, imaginarlo, incluso en la lista de Spotify.

-¿Y cuáles fueron los cambios que más sentiste en tu voz, en tu interpretación?

-Lo primero que me propuse y trabajé con Lidia fue bajar 35 cambios, porque venís del tango, mucha adrenalina. Y mi interpretación sé que es de una voz fuerte, de marcar algunas consonantes. Así que lo primero que me dijo Lidia fue: “estás en el medio del río, tranquilidad”. Ese fue el primer trabajo, fino, para encontrar una voz mucho más baja, tranquila, pero que a la vez se notara, que sonara, tuviera presencia para incorporar bien las cuestiones poéticas en mi interpretación. Porque por ahí estás muy bien vocalmente, con la tonalidad y demás, pero no estás diciendo lo que dice la canción. Esa fue toda la búsqueda.

El sábado toda esa novedad, tendrá su novedad en vivo. Mientras ella, al preguntarle por un cierre para la nota, clama: “¡Soy de Racing!”, sin intención de manifiesto ni tratado, aunque lo sea.



Selva mía
Bárbara Grabinski presenta su nuevo disco este sábado 15 de octubre a las 21, en la  Fundación Mercedes Sosa y el sábado 19 de noviembre a las 21, en Club Social Cambalache, Defensa 1179.