El tiempo pasa y los procesos disruptivos tienden a naturalizarse. Es una dinámica habitual que, en el mejor  de los casos, facilita avanzar y buscar nuevas formas que interpelen la realidad. Pero esa maldición humana de sacar cuentas cada tanto puede brindar la oportunidad de hacer balances que permiten dimensionar el valor de algunos proyectos. Hace una década las empresas de cable ofrecían alrededor de diez señales infantiles. La oferta parecía rica, en algunos casos de calidad, pero todas ellas eran la versión en castellano neutro de programaciones realizadas en los países que dominan las industrias culturales globales. Hasta que el 17 de septiembre de 2010 apareció Pakapaka. La audacia de la nueva señal –y gran parte de su éxito– se basó en apostar a la diversidad, la inclusión, las herramientas pedagógicas, pero sin caer en la solemnidad y apostando a las formas narrativas de su tiempo. Los resultados fueron casi inmediatos: chicas y chicos habían encontrado una programación que les hablaba en su idioma, les permitía sentirse identificados y –al mismo tiempo– asomarse a las múltiples realidades que un país federal contiene.

Pakapaka dio sus primeros pasos en 2008 como la franja infantil de la señal Encuentro. La muy buena repercusión del programa y el espacio vacante en la grilla para una propuesta local que se corriera de la lógica mercantil determinaron que se transformara en la primera señal infantil educativa de la Argentina. Mas a allá de su rica oferta de contenidos, Zamba se convirtió rápidamente en su símbolo y ciclo más exitoso. No sólo se trataba de una serie de animación producida en nuestro país después de mucho tiempo. Con audacia y sencillez, Zamba se lanzaba a la aventura de asomarse y retratar buena parte de los temas más importantes de la ciencia, la cultura, la historia y el deporte. Hablaba con Manuel Belgrano, José de San Martín, Ramón Carrillo y Florentino Ameghino, entre muchísimo otros, y los integraba al universo de niñas y niños que, con naturalidad y entusiasmo, comenzaron a combinarlos con sus héroes de Marvel y DC Comics. El hecho de que Zamba sea de Clorinda (Formosa) también expresaba una ruptura con el imperativo modélico de las familias urbanas que colman las producciones infantiles.

Cielo Salviolo es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y cuenta con posgrados en primeras infancias y derechos del niño. Formó parte del equipo original que ideó Pakapaka, fue la primera directora del canal y ocupa ese mismo cargo desde pocos días después que asumió Alberto Fernández como presidente de la Argentina. «Cuando comenzamos a trabajar en esta nueva etapa teníamos muy presente que en septiembre se iban a cumplir los diez años de Pakapaka, por eso empezamos a organizar un montón de proyectos y actividades para festejarlo y llegar a más y más chicas y chicos. Pero en marzo quedó muy claro que las prioridades y posibilidades serían muy diferentes. Primero la pandemia y después la cuarentena nos obligaron a cambiar objetivos, metodologías y mensajes. El Covid-19 afectó muchísimo la forma de producir contenidos, pero ante todo hizo que fuera necesario acompañar a las infancias de otras maneras», reflexiona Salviolo.

–¿Cómo trabajaron los contenidos relacionados con la pandemia en plena pandemia?

–No fue nada sencillo. Los protocolos para realizar contenidos audiovisuales se aprobaron hace muy pocos días. Pero la necesidad de comunicar era urgente. Así que desarrollamos nuevas formas de trabajo: mucho Zoom, mucho home office y una coordinación muy precisa en los turnos de las islas, para que se pudiera respetar el distanciamiento. Demostramos una gran capacidad de trabajo en un contexto muy difícil, lo cual nos hace sentir muy orgullosos. Estamos muy agradecidos con todo el personal del canal, las productoras y los trabajadores de la escena musical y teatral infantil que hicieron un aporte muy valioso.

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–Los números redondos siempre imponen balances. ¿Cuál es el mayor aporte de Pakapaka en estos diez años?

–Pakapaka es el primer canal público educativo pensado para los chicos. El primero de la Argentina y una influencia inspiradora en toda la región. Me gusta decir que Pakapaka es un proyecto cultural y educativo antes que un canal. Comienza en la pantalla de la tele, pero se extiende a muchas otras pantallas, incluidas las rede sociales. Y quizás no dentro de mucho, cuando la pandemia haya terminado, vuelva a circular por parques temáticos, festivales itinerantes y más. El interés por Zamba y tantos otros protagonistas y formatos de la señal también funciona muy bien en ámbitos por fuera de las pantallas. Pakapaka es una experiencia que acompaña el aprendizaje de las infancias y las integra en su diversidad. La señal crea una identificación única desde la diversidad. Trabajamos con perspectiva de género, pero también con perspectiva de clase y una mirada federal.

–Antes de Pakapaka muchos chicos utilizaban expresiones de castellano neutro porque sólo podían ver señales internacionales. Tener alternativas siempre es bueno.

–Totalmente. Hay que pensar que antes de Pakapaka las operadoras de cable podían llegar a ofrecer hasta diez señales infantiles y  ninguna tenía contenidos hechos en nuestro país. No estoy hablando de calidad. Por supuesto algunas tenían y tienen muy buenas producciones, pero ninguna estaba pensada para la Argentina. Tienen una mirada regional que las hace muy homogéneas. Latinoamérica es muy heterogénea y la Argentina también lo es. Por eso Pakapaka se pensó con una mirada federal e integradora. Con Zamba se vio a un personaje con un guardapolvo blanco después de muchos años. O por primera vez apareció un carpincho animado que toma mate. Son símbolos de una mirada propia que despierta otra relación con los chicos y chicas.

–Zamba se transformó en casi una estrella.

–Sí, es nuestro personaje más icónico, el más querido, el que convoca más a los chicos. Nació a partir de la necesidad de contar los comienzos de nuestra historia para los festejos del Bicentenario. Pero generó una relación tan fuerte con los chicos y chicas que no se fue nunca más y no paró de contar. Contó nuestra historia, la de Latinoamérica y la historia universal. Tuvo que acercarse a temas muy difíciles como la Guerra de Malvinas o la última dictadura cívico-militar. Creo que todo se resolvió con rigurosidad en cuanto a la información y de una forma muy amena, por eso generó tanto entusiasmo de las chicas y chicos. Zamba logró una inserción cultual y social fenomenal. El 20 de junio pasado estrenamos un especial de Belgrano y la ansiedad y entusiasmo previos eran increíbles. Eso antes pasaba sólo con los personajes de las películas, desde hace diez años también pasa con Belgrano, San Martin y tantos otros. 

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–Parece mentira que en pleno siglo XXI tenga rasgos rupturistas que Zamba sea morocho.

–Tiene un peso simbólico muy grande. Es morocho y de Clorinda, Formosa. Zamba se corre de los estereotipos de la familia urbana de clase media que casi siempre protagonizaron los contenidos para niños y para grandes, diría. Interpreta una búsqueda constante de la señal: la diversidad. Queremos contar cosas de todas las latitudes y ámbitos sociales de nuestro país. La programación lo refleja. No lo hacemos todo junto porque no nos interesa hacer un muestrario políticamente correcto. Buscamos la profundidad.

–A principio de año se vieron imágenes de Zambas rotos y tirados en Tecnópolis. ¿Zamba fue proscrito en los últimos cuatro años?

–Se cerró el parque temático en Tecnópolis y no se filmó ningún capítulo nuevo… Solo se repetía material realizado en la gestión anterior. Creo que Zamba siguió más vivo que nunca desde el calor y amor de los chicos y chicas. Por eso el reencuentro fue tan fuerte desde Pakapaka y las redes. Hay una generación que creció con Pakapaka y vendrán muchas más. Eso no se puede borrar de un plumazo. Creo que los que critican a Zamba nunca vieron un capítulo con un mínimo detenimiento. No faltó quien dijera que es un personaje aleccionador, pero es un vehículo de información, genera empatía y abre las puertas al conocimiento y la reflexión.  «

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En foco

Pakapaka cumple 10 años el 17 de septiembre. Disfrutá de material conmemorativo durante todo el mes.

Un proyecto que no se detiene

Cuando Salviolo asumió la dirección de Pakapaka a principios de año los festejos por los diez años se transformaron en un objetivo importante de la agenda. Estaban planificadas producciones especiales, el regreso a Tecnópolis y múltiples sorpresas federales.
Pero claro, la pandemia obligó a recalcular todo. «Tuvimos que suspender, postergar o rearmar muchas cosas. Pero no perdimos las ganas de festejar lo que consideramos un gran logro cultural. Dadas las nuevas circunstancias, convocamos a chicas y chicos de la generación Pakapaka para que nos manden videos y nos cuenten cómo se relacionaron con la señal y sus personajes. Van a ir apareciendo de a poco hasta formar un gran mural digital conmemorativo. Mientras tanto, vamos a repasar muchos de los mejores momentos de Pakapaka y ofrecer unas cuantas sorpresas. Pakapaka recién empieza y día a día vamos a llegar a más chicas y chicos de todo nuestro país. Ese es nuestro compromiso», asegura Salviolo.

Formas y contenido

La rápida inserción de Pakapaka en la preferencia de los chicos y que se mantenga como una propuesta atractiva y convocante frente a tanques internacionales de amplio espectro obedece a múltiples motivos. Salviolo lo entiende de esa manera, pero le da particular valor a la articulación entre qué se dice y cómo: «Creo que siempre entendimos que contenido y formato son inseparables. Incluimos contenidos de historia, ecología, libertades sexuales, familias diversas, con mucho cuidado. Pero sin tonos sentenciosos, con las narrativas contemporáneas y ágiles. Creo que esa frescura también se refleja en nuestra participación en Instagram y Tik Tok, por ejemplo. Los chicos son curiosos y tienen la capacidad para engancharse en múltiples temas. Pero hay que acercarse a ellos sin subestimarlos, ofreciéndoles contenidos y formas acordes a estos tiempos».