Para algunos el gran presente de Nicole Kidman (53 años) tiene su origen en el divorcio con Tom Cruise. Como tantas otras mujeres -en especial las de su generación- encontró el rumbo, el tono y hasta el mensaje de lo que quería decir con su trabajo luego de que agosto de 2001 llegó a un acuerdo de divorcio con Cruise. Ese mismo año (Cruise había presentado la demanda el 4 de febrero), Kidman brilló con luz propia -y sin sombra de nadie- en Moulin Rouge, su película consagratoria, y Los otros, dos grandes títulos para los que Kidman resultó decisiva. Al año siguiente llegó Las horas, que le valió su primer Oscar, casi enseguida Dogville (2003) y Regreso a Cold Mountain (2003).

Pocos artistas tienen en su currículum una seguidilla tan explosiva; el gran público y la crítica empezaba a ver a una Kidman que se alejaba de su imagen muñequita de torta, a la vez que mostraba una versatilidad y un registro firme con directores disímiles como Lars Von Trier, Anthony Minghella, Alejandro Amenábar y Baz Luhrmann. Puede decirse que antes había estado en las manos de Stanley Kubrick (1999, Ojos bien cerrados) y Retrato de una dama (1996, de la neozelandesa Jane Campion). Pero hasta los cinco films mencionados todo parecía prestado por Cruise. De hecho años después de su divorcio, a poco de desatarse el #MeToo, reconoció: «Me casé por amor, pero haberme casado con un hombre tan poderoso me salvó de ser acosada sexualmente». Con 22 años y emigrada de la lejana Australia, no es extraño perderse por un hombre que irradia protección en los Estados Unidos que estaban consumando un gran cambio cultural bajo el gobierno de Ronald Reagan.

Pero además, la separación de Cruise para Kidman resultó como la revelación de un mundo nuevo, mucho más real, tal vez más doloroso, seguramente más rico. En su demanda del 4 de febrero, Cruise dijo que la separación se había efectivizado el 21 de diciembre de 2000: tres días después, el 24, se cumplían exactamente 10 años de matrimonio, fecha en la que, según la ley de California, por la que se habían casado, el cónyuge debe pagar la pensión alimenticia hasta que la pareja se vuelva a casar; ese 24 de diciembre de 2000 habían celebrado diez años de matrimonio con una gran fiesta llena de amigos; por ser miembros de la autodenominada religión que se presenta como Cienciología, los hijos adoptivos de ambos se fueron a vivir con su padre, ya que no pueden cortar contacto con su principal vínculo con dicho grupo. Kidman quedó emocionalmente esquilmada.

Hoy junto a Reese Witherspoon tienen una productora audiovisual que sólo lleva adelante proyectos que tratan temas de género -preferentemente dirigidos por mujeres pero no excluyente-, una forma de aportar a la lucha contra la violencia de género, que no es sólo física. La genial Big Little Lies que llevaron adelante por HBO es sólo un botón de muestra. Este domingo se estrenará también por HBO el esperadísimo thriller «The Undoing», que protagoniza y produce. A continuación, un puñado de producciones a las que Kidman ayudó a consagrar y dejar en la memoria.

Ojos bien cerrados (1999)

Stanley Kubrick , uno de los directores que supo interpretar como pocos los puntos salientes del siglo XX, llega a su final dando testimonio sobre el tema que ocupa luego del anuncio del fin de las ideologías: el sexo, la pareja, el deseo y el amor; y todos sus posibles caminos. Ella, junto a su entonces marido, Cruise, disparan toneladas de fantasías y prenden fuego la pantalla. Kidman parece mucho más atrevida de lo que la quisieron mostrar.


Moulin Rouge, amor en rojo (2001)

Una versión moderna y bien pop de La Traviata (la ópera de Giuseppe Verdi), condimentada con La dama de las Camelias. Kidman y Ewan McGregor enamoran al público de la mano del australiano Baz Luhrmann​. Es 1900, el mundo está iluminado por París, y la Ciudad Luz, brilla por ella, la bailarina más deseada, a la que se disputan dos hombres: un escritor y un duque. Un musical dramático en años en los que el musical vuelve a ganar la preferencia de la taquilla y la crítica.

Dogville (2003)

La sinopsis dice que una mujer con un secreto se esconde de unos mafiosos en la imaginaria ciudad de Dogville. Más certero es decir que se trata de un gran ensayo narrativo, histórico y político de Lars Von Trier al que la docilidad actoral de Kidman le permite todo el vuelo del que es posible.

El seductor (2017)

De la mano de Sophia Coppola y ya metida de lleno en dar dar a su trabajo una clara perspectiva de género, protagoniza esta historia que transcurre en 1864, durante la Guerra Civil en Estados Unidos, en un internado para chicas en Virginia (sur del país), cuando un soldado de la Unión (yanqui) cae herido. Las disonancias de clase y cultura darán a la historia multiplicidad de lecturas posibles.

Big Little Lies (2017)

Kidman consigue hacer creíble el personaje más difícil de la serie. Se trata de una mujer profesional que en la ciudad más progresista de la progresista California, deja su carrera para dedicarse a su marido y sus hijos. Esta “hereje” de ese mundo de avanzada encima es prácticamente el símbolo de la perfección conyugal. Pero se sabe que toda perfección esconde su miseria. En este caso, la violencia de su marido. Y todo en medio de una relación físico sexual de alto voltaje donde Kidman pone a jugar toda la seducción que sabe que produce en la platea, y lo pone al servicio de la historia.