Cada nueve años, como si fuera una aparición fantasmagórica, Damián Szifron regresa al mundo de los vivos desde algún paraje que no figura en ningún mapa. Lo hace como quien desciende de un monte sagrado, trayendo en sus manos las tablas de alguna desconocida ley cinematográfica. Son extrañas esas largas ausencias. Hacen pensar que uno se topará con un barbado ermitaño que se pasó años mentando proyectos demenciales. Y si bien algo de eso es real –lo de los proyectos demenciales y, en la medida de lo posible para un hombre casado y con dos hijas, lo de ermitaño también–, la imagen pública del creador de Los simuladores y director de Relatos salvajes es muy distinta. A los 47 años sigue luciendo como el mejor alumno del colegio, un tipo atildado y amable con más aspecto de gerente bancario que de creador de perturbadoras tramas policiales. Pero hacer cine no es fácil y arrancar con un proyecto cuando el anterior fue un terremoto capaz de cambiarlo todo, menos. Y si la película nueva se llama Misántropo y trata sobre un hombre que comete un atentado masivo en el que mueren decenas de personas, casi imposible.

La demorada película que Szifron filmó entre Estados Unidos y Canadá en medio de la pandemia y que tiene como protagonistas a Shailene Woodley y Ben Mendelsohn llegará a los cines el 4 de mayo. La actriz de la saga Divergente encarna a Eleanor, una agente de la policía de Baltimore inteligente pero solitaria y conflictuada, mientras que el actor de la serie Bloodline es Lammark, astuto investigador del FBI. La misión de ambos es detener a un indescifrable criminal que no tiene mejor idea que aprovechar los fuegos artificiales de fin de año para disparar y matar, desde la ventana de un edificio, a dos docenas de personas con la precisión de un cirujano.

-¿De dónde surge la idea de hacer una película que, como dice su título local, tiene como uno de sus protagonistas a una persona que odia a todo el mundo? Parece una extensión de alguno de los personajes de Relatos salvajes, como Bombita por ejemplo…

–A ver… Misántropo es el título. Que la llamen como quieran en otros lugares (en EE UU se llama con el genérico nombre de To Catch a Killer o Para atrapar a un asesino), pero su título es ése. No, yo creo que el personaje de Bombita es más cariñoso y amable. Hasta cometer la atrocidad que comete es un buen tipo. Este es un tipo alienado que fue entrando en un estado de descomposición progresiva a raíz de una serie de eventos. La imagen que funcionó como germen es anterior a Relatos salvajes. La tuve alrededor de 2010. Era la imagen de un tirador nocturno que empieza a disparar a todo el mundo en medio de una celebración, en una situación de euforia colectiva pasada de rosca. Al estar los disparos enmascarados por los fuegos artificiales la gente no nota que está siendo atacada y sigue festejando mientras otros se mueren. Y eso continúa y continúa hasta que empiezan a aparecer sirenas y toman conciencia del ataque.

-¿Te sentís un poco misántropo en situaciones festivas?

-No me considero misántropo, pero no me gustan las celebraciones. Cuando llega la época de Navidad y Año Nuevo yo haría fast-forward. Y lo mismo me pasa con los cumpleaños, pero no por una cuestión de edad. No me siento a gusto con los festejos. Me gustan los días normales en los que no hay nada para hacer y ninguna exigencia más allá de lo que uno tenga ganas.

Shailene Woodley encarna a Eleanor, una agente de la policía de Baltimore inteligente, pero conflictuada.

-De 2010 a hoy pasaron un montón de cosas. ¿Qué la demoró tanto?

-En ese momento abandoné la idea porque me parecía que no era una película argentina y no tenía demasiado sentido filmar en Estados Unidos. En ese momento había hecho Hermanos y detectives y no tenía ninguna proyección internacional, ni tampoco el deseo de filmar afuera. Y ahí quedó. Pero después de la repercusión de Relatos salvajes en 2014, que tuvo un recorrido muy largo, con Cannes, la nominación al Oscar y todo lo que pasó, recibí un montón de propuestas de agentes y estudios: “¿Qué tenés ganas de filmar?” Y en las reuniones comentaba varias historias, porque había sido una época muy expansiva en términos creativos. Y cuando empezaba a contar la trama de esta película les encantaba.

-¿Sentiste que tu vida cambió mucho después de Relatos salvajes?

-Me abrió un montón de puertas. Lo curioso es que en ese momento era el proyecto que menos estaba interesado en filmar, pero se armó y después pasó lo que pasó. De hecho, el título Misántropo viene de una crítica negativa de Relatos salvajes que hablaba de misantropía. Me gustó el concepto, es una palabra que me resulta atractiva como título. Entonces la llamé así.

-¿Qué creés que tenía la historia que interesaba más que las otras?

-La sensación era que había películas de enormes presupuestos, franquicias de superhéroes y películas de terror, pero que el foco estaba siempre puesto en lo sobrenatural, que ya nadie hacía policiales tipo Harry el sucio. Y les parecía que había lugar para una película así, para un público adulto, entretenida, que no sea una megaproducción pero tampoco para una audiencia reducida. Entonces la empecé a escribir. Y cuando empiezo hay un tiroteo en un boliche en Orlando en el que matan a un montón de personas. ¡Y la película transcurría en Orlando! Al toque recibo un llamado de la gente con la que estaba trabajando en ese momento: “Che, ¿no se puede cambiar de ciudad?” Hago eso, sigo escribiendo y a los seis meses hay otra masacre. Y empiezan a pasar cosas así cada tres meses, cada dos semanas. En un momento viene uno de los productores y me dice, “¿no podrá el asesino envenenar a la gente en vez de dispararle?” Y no, no es lo mismo, porque además me cagaba la escena del principio. Y la coyuntura que permitía la producción se fue desvaneciendo hasta desaparecer por completo.

-Es lo complicado de hacer una película que se acerca demasiado a la realidad…

-Me convertí en la oveja negra. Nadie me quería producir. Por un lado estaba la sensación de que era inadecuado hacer una película de entretenimiento o de género con una temática tan actual porque la gente se iba a sentir incómoda. Y por otro había razones más mundanas: que si invertían en promoción para una determinada fecha y cerca de esa fecha había un tiroteo, tenían que levantar el estreno y se perdía la plata. Entonces ahí dije: “esta película no se va a hacer más”. Hasta que uno de los productores se la llevó a FilmNation, que es una empresa que se dedica a hacer cine más independiente, y a ellos les pareció al revés, que era una historia contemporánea. Lo curioso es que en esa etapa de guión la película se terminó vendiendo a todo el mundo menos a Estados Unidos. Al final la compró, ya terminada, una compañía con la que choqué bastante. Me hago cargo de todo lo que hay en la película, hasta el último fotograma, pero con el título que le pusieron allá no tengo nada que ver.

Ben Mendelsohn es Lammark, un astuto investigador del FBI.

–Contame sobre el personaje de Woodley. ¿Cómo pensaste a esta mujer policía con un pasado difícil?

-Me acuerdo que hice un gráfico, que todavía tengo, que era como un remolino descendente. Para mí esta era la película de un tipo que entraba en una espiral de destrucción sin fin y que la historia se tenía que tratar de una mujer que tenía su oscuridad, que se iba a tirar atrás de él, iba a ir hasta el fondo y al final iba a salir renovada. El corazón de la película es ella, pero también es la relación que tiene con el personaje de Mendelsohn. Acá hay un protagonista mixto, compartido, es una historia de mentor y discípulo. Es el vínculo entre los dos el que progresa.

-No se sabe demasiado del pasado de ella, de hecho…

-Lo tengo escrito pero sentí que la película no se tenía que concentrar en eso, que no importaba. Y que ella no lo quería contar. Me pareció que tampoco había tiempo para hablar de eso entre los dos: están buscando a un asesino y lo que le pasó a ella, a él no le importa. Lo que es importante para mí ahí es que por primera vez alguien la ve. No te digo que sea autobiográfica, pero cuando estás en momentos difíciles, tanto con lo que pasó con El hombre nuclear (otro proyecto de Szifron en Hollywood que se cayó), como con esta película, con momentos de mucha tensión y exigencia, está bueno tener alguien que te entienda.

-La sensación, por lo que contás, es que no fue una grata experiencia…

-Fue una película muy dura de hacer. Es más, yo en un momento decía: “No hay distribución, el tema es urticante, tenemos poco presupuesto, está la pandemia. ¿Y si no la hacemos y listo?” Pero hay un momento en el que ya no se puede cancelar. Se había vendido, la gente ya la había pagado, y hay aseguradoras que están ahí para garantizar que las películas se terminen sí o sí. Se comprometen a eso. Y si te pasás de jornadas, te la sacan y te la terminan ellos como sea. Entonces estaba esa amenaza, que era una cosa tremenda. Fue angustioso el proceso. No es lo mismo filmar acá con amigos, con gente que quiero y que me quiere, que con gente que está gastando plata de otros y que tiene que terminar la película porque si no viene la aseguradora, les hace un juicio y se las saca de las manos. Es un mundo muy hostil y algún día me gustaría hacer una película para contar cómo es. Un poco se parece a lo que vive el personaje de Mendelsohn…

-¿En qué sentido?

-Ya de por sí es difícil hacer una película y encima te tenés que bancar infinitas discusiones y situaciones que te sacan la energía. A los protagonistas les pasa algo parecido con los funcionarios que boicotean su investigación. Esta es una película en la que hay, no digo simpatía por el villano, pero sí empatía, comprensión. Y no hay tanta empatía por quienes en teoría representan la ley y están velando por la comunidad, gente que persigue intereses que para mí son siniestros, nefastos y vacíos.

-Esto de ir a Estados Unidos a filmar parecía el sueño del pibe que creció viendo cine de Hollywood y al final resultó que no era tan así…

-Nunca fue mi sueño filmar en Hollywood, te soy sincero. Primero, nunca decidí mudarme ahí, ni lo hice. Siempre fueron viajes esporádicos. Nunca tuve casa, siempre hoteles y por un tiempo. Lo máximo que estuve fueron tres meses, cuando iba a filmar en Londres. Y después, cuando filmé en Canadá, que estuve cinco meses y en pandemia, que fue muy duro porque no podía viajar a ver a mi mujer, a mis hijas. Y perderte cinco meses de la vida de tus hijas es complicado. «



Misántropo

Dirigida por: Damián Szifron.
Escrita por: Damián Szifron y Jonathan Wakeham.
Elenco: Shailene Woodley, Ben Mendelsohn, Jovan Adepo.
Estreno: 4 de mayo.

Ahora sí, se viene la película de Los simuladores

Lo de los nueve años –los que pasaron entre Tiempo de valientes y Relatos salvajes y entre esa película y la nueva– es pura casualidad y, promete Szifron, no volverá a suceder. Si todo avanza de acuerdo a los planes, en breve termina el guión y en octubre empieza a filmar la esperada película de Los simuladores. Pero, dirá, él no es el mismo y los protagonistas tampoco, así que lo que veremos ahí tendrá poco que ver con el liviano entretenimiento familiar de una película basada en la popular serie.

«Desde que terminó, en 2003, siempre estuve juntando material para hacerla –dice–. Se anunció 850 mil veces. Tengo 200 páginas de cosas escritas desde entonces y ahora estoy focalizado en el guión. Creo que es un proyecto riesgoso. En términos de ideas, creo que Los simuladores va a ser una película controvertida y polémica, posiblemente mucho más de lo que la gente cree. No será ni remotamente la película que la gente está esperando o puede creer que voy a hacer. Pasaron 20 años, los tipos son otros, el mundo es otro y, bueno, no quiero anticipar mucho pero me tiene muy entusiasmado».