Darío Grandinetti odia las entrevistas. O, para ser más exactos, es la parte que menos le gusta de su profesión. «Entiendo los daños colaterales que tiene este oficio, los identifico y me cuido. Pero en realidad no me interesan. Me importa actuar, contar una historia, jugar a ser otro. Dar una nota me obliga hablar de mí y no me gusta. Pero entiendo que es parte del trabajo porque hay que vender lo que uno hace. Más si es algo que vos sabés que está bueno: yo quiero que el hecho artístico se conozca, que se sepa que está ahí para que otros también lo disfruten. Hablar de uno no vale la pena. ¿A quién le importa? Soy más útil interpretando algo que contando qué hago cuando no trabajo. Los actores somos tipos comunes que tenemos el privilegio de vivir de lo que nos gusta si tenemos suerte y le ponemos lo que hay que poner para acompañar a esa suerte. Nada más», puntualiza Grandinetti, aunque también valora la posibilidad de expresar sus opiniones como ciudadano, sobre todo en los tiempos que corren.

Este jueves se estrena Rojo, el film de Benjamín Naishtat  ambientado en un pequeño pueblo, durante los años previos al último golpe militar. Se trata de un thriller con una investigación histórica y estética minuciosa,  donde Grandinetti comparte escenas intensas con Diego Cremonesi, el actor chileno Alfredo Castro y Andrea Frigerio. La película hace foco en cómo la sociedad civil y la estructura cotidiana de aquellos años permitieron la irrupción del terrorismo de Estado. Rojo es también un ejercicio de memoria armado magistralmente.

«La película habla de cómo esta sociedad es responsable de lo que le pasa. De cómo muchos se ocupan de mirarse el ombligo y nada más. Da cuenta de cómo emergen representantes que por acción o por omisión, por egoísmo o simplemente por aquello de no meterse, tienden a querer mantener cualquier situación en función de un interés individualista. ‘No hay para todos, muchachos, así que vamos a dejar afuera a los que no se merecen el premio’. Así piensan. ¿Pero quién decide quién se lo merece? Los dueños de la pelota, siempre», señala el actor.

–Desde lo estético y lo narrativo Rojo nos lleva a reflexionar sobre cómo era esa época. ¿En este tipo de películas el contenido es tan importante como la forma?

–Una película como esta se presta para hablar de política y a mí no me cuesta nada porque es un tema que me apasiona. Entiendo que es el camino para hacer frente a las injusticias que siempre surgen entre los seres humanos. Pero esta película  tiene valores cinematográficos altos. Justamente por cómo cuenta la historia: como vos dijiste, articulando lo estético y lo narrativo. Me impacta que Benjamín no había nacido en el tiempo que transcurre Rojo, pero logró reconstruir perfectamente el clima que se vivía: esa cosa ambigua, misteriosa y peligrosa, donde todo estaba bajo sospecha. Este pibe es un fenómeno. Es muy seguro y tiene muy claro lo que quiere. Eso le permite escuchar sugerencias y no sentir que nadie le está haciendo nada a su figura, ni quitándole autoridad, ni cagándole la película. Todos estuvimos cómodos contando algo incómodo. A los que hicimos esta película nos gustaba mucho la historia. Fue un rodaje intenso, duro. Pero la fuerza que tenía lo que estábamos haciendo nos hizo redoblar la energía. Eran tomas largas, con movimientos de cámaras fieles a lo que se estilaba en aquellos años. Eso le dio algo bien teatral al proyecto.

–Pone la lupa en lo pequeño.

–Muestra al que aparenta ser inofensivo, que sólo quiere trabajar y vivir en paz, pero que nunca se pregunta cuáles son los costos de esa supuesta tranquilidad, esa aparente prosperidad suya. El de al lado no existe. Te repito: Benjamín Naishtat es un crack. En Rojo muestra cómo la soberbia de clase abre paso a la crueldad. Eso me parece muy valorable del guión. Me interesa hablar de eso porque nos interpela y está bueno hacerlo de una manera original, sensible, reveladora. Creo que Benjamín encontró la forma para que cada uno de nosotros toquemos una cuerda distinta en cada escena.

–¿Qué te pidió para tu personaje?

–Teníamos claro sólo una cosa: que no sea claro quién era y dónde podía terminar este respetado abogado de pueblo. Asumimos que la película, la narración, se iba a ir encargando de ponerlo en su lugar. Se trata de un tipo común que tiene su prestigio en la sociedad y entorno, y eso le da la impunidad de manejarse con algo de altanería, pero cuidando las apariencias. Es de esos que no hablan mucho, que tratan de no meterse pero terminan diciendo «ahora vas a ver», que son vengativos tácitos y se cuidan ellos, siempre. De los que si pueden sacar provecho, lo hacen, pero aparentando no tener intención alguna.

–¿Te preocupa la actualidad del país?

–Produce desánimo ver que no aprendimos. Es lamentable y desesperanzador el nivel de frustración que implica que votes en contra de vos mismo. Ahora vemos en todo el mundo cómo se están cocinando cosas, como paso antes. Los presidentes no caen de un plato volador. Antes lo hacían de manera distinta, ahora tienen otras formas de inducirte y hasta incluso se los vota. Y ganan esos que van contra las garantías colectivas. Te amenazan a través de los medios, de la Justicia, de las redes sociales. Mira acá, mira Brasil, mira Trump en Estados Unidos. ¿Cómo pude ser? Es un mal chiste, una pesadilla. La derecha siempre está más unida y organizada que cualquier otro sector. Claro que me preocupo. A la derecha no le interesa la cultura. Por eso decide no apoyarla. Que filmen los que pueden, los que tienen dinero. Los que tienen garantizado el recupero. A la derecha no le gusta el arte porque te pone a pensar. Y quieren votantes que no piensen, que sólo acepten, que sean obedientes a lo que ellos dicen.

–En ese contexto, con la derecha y el neofacismo avanzando en el mundo, ¿cuál te parece que es el camino?

–Las herramientas de lucha son la cultura, la educación, la política. La manera de defenderse es exacerbando eso que ellos atacan. ¿Viste que cada tanto se les escapa que no quieren universidades? O dicen que los pobres esto y lo otro, que lo privado es la verdad, que el que pueda pagar es el que merece servicios de calidad y que los demás se arreglen. Es terrible pensar eso. Pero sólo la política puede cambiar las cosas.

–Hay gente que creyó que el cambio llegaba por ese lado en la Argentina. ¿Qué explicación le encontrás?

–Me resulta difícil entender qué creyeron. Mucha gente quiere esto que estamos viviendo: porque no se dio cuenta o porque odia al peronismo. No sé. Yo lo que no acepto es que se sorprendan. ¡Que no me digan que están sorprendidos! Muchos lo anticiparon, se veía venir. Es imposible sorprenderse. Lamentate, arrepentite: no viene mal de vez en cuando y es sano. Que no sea la guita lo único que te interese. Hay que darse cuenta de que en este barco son muy pocos los que se suben, sobre todo a mediano y largo plazo. Usemos herramientas democráticas para detener la desfachatez que tienen algunos de estar de los dos lados del mostrador y que digan que técnicamente no es delito. ¡Me agarro unas calenturas! Hace poco dije que ojalá se terminara pronto este gobierno. No quiero un golpe de Estado. Pero están las opciones del juicio político o pueden renunciar. La verdad es que sería un alivio. Mientras tanto, seguiré trabajando.

–¿Qué propuestas tenés?

–Tengo dando vueltas una serie y una peli en España. Pero ahora necesito descansar. Iré a Rosario a visitar a mi madre y a estar con mis amigos. Necesito un tiempo para estar sin hacer nada. Recuperarme es parte de mi trabajo. Creo que lo importante es tratar de no paralizarse frente a lo que proponen desde el poder. Siempre hay que intentar hacer frente a lo que nos parece mal, involucrándonos o expresándonos de alguna manera. Si no, nada va a cambiar. «

Rojo

Guión y dirección: Benjamín Naishtat. Elenco: Darío Grandinetti, Andrea Frigerio, Alfredo Castro, Rudy Chernicoff y Diego Cremonesi. Estreno: jueves 25 de octubre.   


Reconocimiento internacional

La crítica ya la puso entre las candidatas a ser una de las películas más destacadas del año. Sobre todo luego del paso por dos de los principales festivales internacionales, donde muchos films ganan prestigio, reciben miradas de todo el mundo y abren mercados. Rojo primero se presentó en Toronto, con buena repercusión y luego en San Sebastián, donde ganó tres premios en competencia oficial: Naishtat se llevó el galardón al mejor director, Darío Grandinetti fue reconocido como el mejor actor y la tercera Concha de Plata llegó cuando Pedro Sotero se impuso en la terna a mejor fotografía

«Los premios siempre son un halago, pero es importante en el marco de qué proyecto llegan. A mí me alegraron mucho los tres premios de Rojo. No es algo que uno toma como personal porque es un reconocimiento a una obra de calidad. Son premios que este tipo de películas necesita. Para que tenga más exposición, para que la gente se entere de que se hacen cosas buenas y no quede condenada a sólo un fin de semana en los cines. La visibilidad que le da para el gran público es lo más importante de estas premiaciones porque movilizan e invitan al espectador», concluye el actor rosarino. «


Un retrato de época que no tiene vencimiento

Benjamín Naishtat trabajó con tres puntos de partida cuando comenzó a diseñar el guión de Rojo, hace cinco años. El primero fue hacer una cartografía del comportamiento social de la clase media y la sociedad civil en los años previos al golpe del ’76. Por otro lado estaba la cuestión cinematográfica de trabajar alrededor del lenguaje de aquellos años, con una estética, una narrativa y una gama de colores como si la película se hubiese filmado en la década del ’70. Por último, apareció la cuestión política: ¿cuál había sido el caldo de cultivo que llevó a la Argentina al horror

En esa búsqueda, Naishtat diseñó varios personajes que van contando algo que confluye en una atmósfera general. «La estructura narrativa estaba en el guión, pero en el montaje surgieron muchas cosas para darle más dinámica y ritmo. Algunas subtramas no se pudieron filmar por un tema de presupuesto. Entonces hubo un proceso de readaptación, tanto en el rodaje como en el montaje, para lograr nuestro objetivo. Las películas están vivas en la isla de edición hasta el último segundo. La lucha por llegar a lo que uno quiere transmitir debe superar muy diversos condicionamientos. Pero de eso se trata», explica el director porteño de 32 años. «