Como diría Ricardo Piglia, “todas las épocas pueden definirse por sus ideas dominantes. La era del orden es el imperio de las ficciones. La sociedad vista como una trama de relatos, es un conjunto de historias y de ficciones que circulan entre la gente”.

La Luna, ese satélite que ilumina nuestro hábitat ha sido de atención recurrente para nuestra humanidad. Y desde mucho más allá de lo que creemos. Desde la Grecia antigua de más de dos mil años, la observación del cielo llevó a la asociación de formas figurativas y así a la construcción del sistema de constelaciones, y cada cultura en la Tierra ha construido figuras imaginarias con las estrellas.

Con el nacimiento del cine en el corazón de la revolución industrial, la ilusión del movimiento se convirtió en una innovación extraordinaria. A los pocos años de su irrupción, el ilusionista Georges Méliès decidió que ya nada era imposible, y filmó en 1902 “El viaje a la luna”, basado en otras dos obsesiones, las novelas“De la Tierra a la Luna”, de Julio Verne, y “Los primeros hombres en la Luna”, de H. G. Wells.

Pero no fue el único, y con la llegada del sonido primero y el color después, los films sobre la Luna se fueron multiplicando. Finalizada la segunda guerra mundial, el mundo se sumergió en la guerra fría, esa guerra que no sólo era bélica sino también económica, política, científica y cultural. Y el cine norteamericano se hizo eco de esa batalla simbólica de manera protagónica. Uno de sus puntos más altos, fue la conquista espacial y su construcción simbólica, y allí Stanley Kubrickestrenó en 1968 “2001: Odisea del espacio”, la versión más actualizada del mundo más allá de la Tierra.

Pero la década del cincuenta implosionó en la sociedad la televisión, ese medio que se metía en los hogares con transmisiones en vivo y en directo.

Luego de una década de exploraciones en formatos y tecnologías, las cámaras fueros generando cada vez mejores condiciones para la movilidad informativa. Primero el videotape, los equipos sincronizados de video y audio, el tamaño de las cámaras cada vez más transportables y finalmente los que se denominó la transmisión satelital, que posibilitó la recepción de transmisiones internacionales. En Argentina, la instalación de la primera estación para transmisiones vía satélite se instaló en la ciudad de Balcarce y eso sumó la posibilidad de que nuestro país recibiera dichas transmisiones.

En 1969, más allá de las especulaciones de sus posibilidades técnicas e históricas, el Apolo XI aluniza y la transmisión televisiva es a escala global. El joven noticiero Telenoche es el encargado de la transmisión en Argentina y suma un nuevo condimento, el envío de su conductora Mónica Mihanovich para transmitir desde Cabo Cañaberal.

Un dato significativo del impacto de la televisión es que hacia finales de la década del 60, con la transmisión espacial a la Luna se estima que fue seguido por casi ochocientos millones de espectadores en el mundo y en Argentina ya se contaban con 1.900.000 televisores. Es decir, casi dos décadas después de llegada la televisión, por fin se volvió un consumo masivo.

La imponencia masiva de una transmisión televisiva que tuvo al mundo frente a la pantalla, fue acompañada por todo aquello que se denominó la teoría conspirativa que nutrió de argumentos la imposibilidad técnica de transmitir en directo desde el espacio. Y esas teorías siguen alimentándose con el paso del tiempo, el desarrollo de nuevas tecnologías más poderosas, pero que sin embargo las pocas imágenes que se reciben de misiones espaciales son de mala calidad. Sin embargo, aquellas del 20 de julio de 1969 generaron un impacto social extraordinario. La magia de la cobertura traía buenas noticias en medio de la turbulencia de los años 60 en Estados Unidos, las protestas por la guerra de Vietnam, e instalaba una muestra de liderazgo de Estados Unidos en la conquista del espacio luego de los rusos pusieran el satélite Sputnik en órbita.

En 2002 el canal televisivo francés ARTE France realizó el documental apócrifo “Operación Luna”, en el que describe con el testimonio de la esposa de Stanley Kubrick, los secretarios de Defensa y Estado de los Estados Unidos Donald Rumsfeld y Henry Kissinger, el entonces director de la CIA Richard Helms, el astronauta BuzzAldrin, entre otros, donde construye la hipótesis de la falsa transmisión de julio de 1969 del alunizaje dirigidas por el propio Kubrick. La Luna era el objetivo elegido por Estados Unidos para competir con las misiones rusas por el espacio. Y lo más importante era dejar testimonio visual del hito norteamericano, plantando bandera en la Luna, sin importar demasiado el formato del relato, ficción o realidad.

Todas las épocas pueden definirse por sus ideas, sus ficciones y sus relatos dominantes, y a cincuenta años de la transmisión del viaje a la Luna, difícilmente otro pueda ser tan impactante.