“No sé si ponerme a bailar de alegría o llorar, pero ver el Gaumont y el Malba llenos me conmueve un montón: de repente trasciende el laburo que hiciste. Tampoco es que estás salvando el mundo o curando el cáncer; es una película. Mucha gente ahora me está hablando por redes, diciéndome que es del interior y que es así como en la peli esa migración juvenil, de los suicidios adolescentes, de la vida muchas veces sin mucho futuro en los pueblos porque por el modelo de país que tuvimos hasta ahora en el que Dios atiende en Buenos Aires y si naciste en una sucursal lejana te jodés. Me parece que eso da cuenta de nuestro país, de nuestra juventud, de tantas vidas que fueron surcadas por este modelo tan centralista. Y es una historia muy argentina, muy patagónica y muy melancólica. Y por otro lado te hace pensar un poco. Pero no porque sea intelectualoide, sino porque te llega a una fibra del sentimiento. Ahora te lo puedo decir porque me lo dice la gente; hace dos semanas no creía que fuera posible”.

El milagro (es su baja probabilidad lo que vuelve a un hecho tal) que hizo posible que Fernando Salem creyera que lo hizo era realmente lo que hizo, fue «La muerte no existe y el amor tampoco», que se estrenó el pasado 9 de enero. En realidad fue su proyección y la posterior salida del público con su devolución personal y a través de redes. La historia surgida de la novela «Agosto», de Romina Paula, cuenta el regreso de Emilia (impecable Antonella Saldicco) a su pueblo natal en la Patagonia –de donde prácticamente salió eyectada en busca del aire que su lugar de nacimiento no le daba–, para cremar y esparcir las cenizas de su mejor amiga, de quien se sospecha -la película no lo menciona nunca- que se quitó la vida. Pese a que a los pocos minutos queda claro que Emilia sabe qué sucedió con su amiga, y cuándo, sólo el reencuentro con el lugar en el que sucedió y compartieron juntas, y el volver a contactarse con los seres que formaron parte de ese mundo, puede hacerla volver a conectar desde lo emocional con ese pasado que pretendió dejar atrás. Una involuntaria reivindicación del contacto humano frente al virtual.

“Cuando con Esteban (Garelli, coguionista de ambas películas) estábamos escribiendo «Cómo funcionan casi todas las cosas», nos trabamos porque necesitábamos que los espectadores perdonaran a la madre de la protagonista, que la había abandonado. Y entonces una amiga le pasó ‘Agosto’ y Esteban me dice: ‘ahí hay un caso en que la hija perdona el abandono’. Me lo leí, me lo devoré, porque me pareció muy original la forma en la que estaba escrito y la escritura de Romina es muy generosa: te abre la puerta de su cabeza y parecería como que estás realmente escuchando lo que piensa una mujer.” Una visión que describe como desangelada, sórdida, pero también bella, “llena de cosas que estaban buenísimas”. Con esas emociones a flor de piel, y habiendo solucionado el problema de su guión pero antes del estreno de su ópera prima, el creador de la tira «Zamba» se acercó “con timidez y admiración a Paula” gracias a los buenos oficios de sus amigos Pilar Gamboa y Esteban Bigliardi. “Le dije que ‘Agosto’ perfectamente era una película”. Y ella le dijo que le parecía lo mismo, pero que esperaran. El resultado de «Cómo funcionan casi todas las cosas» -que ante la seguidilla de premios llevó a Netflix a adquirir los derechos de difusión por dos años- convenció a Paula. Tanto, que cuando Salem le planteó “la aparición fantasmagórica de la amiga, algo que en ‘Agosto’ no ocurre porque Emilia le va contando todo a su amiga muerta”, no sólo le pareció “una buena idea”, sino que también le dio vía libre para que hiciera “lo que quiera”. Algo que lo dejó un poco descolocado: “esperaba una escritura conjunta o una supervisión”, pero a Paula le pareció que la interpretación que hiciera de su libro estaría bien: sencillamente era la suya.

De ahí el título original del film, que se presenta en dos partes, como si fueran las de una novela, y otras ‘licencias’ que el espectador que haya leído ‘Agosto’ descubrirá. Lo importante, sin embargo, es que ambas asumen la responsabilidad de que “si vas a dejar a tus hijos para venir a verla, o pagar un estacionamiento, o lo que sea para entregar 80 minutos de tu vida a algo que hice, tengo una responsabilidad para hacerme cargo de esas expectativas: no puedo decir vengan a ver lo que soñé. Tengo que ser generoso con la gente y darles un producto cultural que los saque transformados.”

Como ese señor que en el Malba al que se quedó mirando durante la función porque “movía el pie durante toda la película, y en el plano final lo dejó quieto, y en los créditos volvió a moverlos. Haber logrado eso es mágico: yo sé dónde estaba parado en el momento de esa toma, qué corrección de color le hice, que esa no era la mejor toma pero entró la luz mejor; tengo tan descompuesta la película en la cabeza que al ver que alguien la compone y eso le provoca una emoción, para mí es magia.” Un milagro.

-La Muerte no existe y el amor tampoco. Dirección: Fernando Salem, basada en Agosto, de Romina Paula. Música original de Santiago Motorizado. Producida por Caudillo Cine, Tarea Fina UNTREF Media. Con: Antonella Saldicco, Justina Bustos, Agustín Sullivan, Osmar Nuñez, Susana Pampín, Fabián Arenillas, Francisco Lumerman, Romina Paula, Denise Groesman, Lorena Vega.