Gabo Ferro construyó una carrera desafiante y sin descansos desde su regreso a la música, ya en plan solista, en 2005. Atrás había quedado su pasado en la banda de metal alternativo Porco, en la que se edificó casi como una suerte de predicador desorbitado de la escena under. No tan atrás dejó sus títulos de profesor y magister en Investigación Histórica, la excusa para su autoproscripción musical que duró casi ocho años y una pasión que continúa ejerciendo con entusiasmo. El operativo retorno resultó particularmente prolífico: diez discos solistas oficiales, tres en colaboración, excursiones al mundo performático, al teatro, a la poesía y publicaciones de ensayos históricos, claro. A pesar de ese transcurrir, todavía algún incauto persiste en arrumbarlo en la categoría de cantautores melancólicos y clon-azepados. Frente a eso, Ferro exhibe una obra incómoda, que articula textos amargos y a la vez luminosos, y una expresividad por momentos desbordante.

Casi extrañamente –desde su regreso mantiene un ritmo de edición casi anual–, el cantante, compositor y guitarrista no pensaba lanzar un disco este año. No le faltaban canciones, pero se trataba de islas perdidas en un mar demasiado extenso. Los discos de Ferro pueden interpretarse de múltiples maneras, pero nunca como un amontonamiento de canciones. Funcionan –siempre– como declaraciones emocionales, políticas y estéticas sobre obsesiones recurrentes. Transcurren –siempre, otra vez– dentro de un continente que les da dirección y mayor potencia a su sentido. «El disco no aparecía y ya había dado por seguro que este año sería sin lanzamientos. Hasta que se me abrieron dos grandes guerras en mi vida. Sólo me quedaba enfrentarlas y ver cómo aguantaba. ¿Llorando o haciendo canciones? Decidí hacer canciones, apareció el disco y hasta un libro de poesías complementario que espero poder sacar pronto», revela Ferro.

El disco aparecido se llama Su reflejo es el lobo del hombre y el músico lo presentará este sábado en el ND/Teatro. Se trata de once canciones donde Ferro sigue explorando un minimalismo cáustico: su voz se ofrece desnuda y por momentos desgarrada, su guitarra aparece cada vez más sutil, se suman algunos coros regrabados, y unas pocas sorpresas tímbricas. Dos grandes temas marcan las obsesiones del álbum: el amor y la muerte, pero esta vez interpelados desde el impacto y la omnipresencia de las tecnologías digitales de pseudo-comunicación. A la manera de Ferro, claro, sin linealidades, con juegos de espejos, contracaras, drama y más. En ese contexto brillan «Cuando se vuela», una discusión después del amor, con recriminaciones agudas y dolorosas; la hondura de «Relumbra sobre opaco», otra vez dialogando con el abandono; el agite militante de «Cuerporeclamo», que termina con percusión y estridente adrenalina; la psicodelia sutil y metafísica de «Con lo perdido»; la voracidad y los equívocos de «Hasta tu hambre»; y «Pleguemos el atril», donde Ferro le canta y festeja las ruinas de la historia que se desploman y hasta también se podría hacer una asociación con este presente político.

–Hace mucho que no se veía tu cara en la tapa de tus discos y nunca habías aparecido de cuerpo entero. ¿Qué cambió?

–Es una carnalidad buscada. Soy yo y no soy yo: es una metáfora. Una forma expresiva más de pensar estos tiempos donde todo, incluidos el amor y la muerte, está atravesado por la virtualidad y las tecnologías. La idea es retomar un gesto de humanismo, una suerte de mirada del Renacimiento, cuando el cuerpo del hombre se igualaba con el de Dios, como planteaba Miguel Ángel. Con la misma talla, casi en un mismo plano. Eso para, de alguna manera, contraponer al no cuerpo de la vida de hoy. En algún momento evaluamos la posibilidad de que apareciera desnudo en la foto. Pero finalmente la desechamos por los múltiples problemas de censura que podría generar. Entonces la imagen remite a una forma de plantarse ante este presente: que remite a la historia, pero también a la fantasía, el rojo nos lleva a Caperucita y el lobo acecha.

–La tapa y el tema «Cuerporeclamo» parecen sintonizar con el pleno derecho sobre los cuerpos que demanda el movimiento feminista.

–Exacto. Son tiempos donde el colectivo feminista y no binario ponen eso muy en juego. El cuerpo está más en disputa que nunca. Me interesa interpelar las nociones actuales de cuerpo y de virtualidad. Yo tengo cuerpo de hombre y me siento cómodo con este cuerpo. Pero no me gustan estos tiempos donde las afectividades parecería que únicamente se pueden construir desde la digitalidad. Por eso me resisto. Por más que la gente que podés conocer en esas redes sea la misma que te cruzás en la vida cotidiana. Ante esos atajos prefiero la soledad, una soledad decidida e histórica.

–El título del disco viene de una reinterpretación de «el hombre es el lobo del hombre». ¿Cómo surgió la idea?

–La frase de Plauto luego retomada por Hobbes siempre me gustó y acá esta usada para hacer referencia a la virtualidad. Ya ni siquiera el hombre acecha al hombre, ahora es su reflejo. Estamos frente a un lobo mucho más complejo. Esa frase también fue tomada por el Iluminismo, que proponía un nuevo hombre frente a la religión, el oscurantismo y la brujería. Las tecnologías y la virtualidad modifican drásticamente hasta las nociones más elementales, por ejemplo la idea de ausencia y de presencia, la vida y la muerte, las afectividades, y más.

–¿Las tecnologías no pueden favorecer también encuentros?

–Sí, y yo también uso algunas. Desde la independencia musical, algunas las necesito, como Facebook e Instagram. En Twitter la maldad está tan envalentonada que prefiero que alguien maneje la cuenta por mí. Las redes sociales y todavía más específicamente las diseñadas para encuentros y afectividades proponen vínculos antinaturales. ¿Cómo se puede hacer crecer una planta en tres segundos? No funciona así. No es natural. Te quita el valor y el goce de disfrutar el proceso. Es una aceleración ficticia. Favorecen la ansiedad, no me sorprende que surjan en tiempos de ataques de pánico. Ya no hay disfrute en la espera, en la construcción. No nos podemos hacer los boludos. No podemos confundir la foto con la realidad, la mueca con la persona.


Eros y Tánatos

El disco de Ferro más impactante sobre el naufragio de una relación es Amar temer partir (2008). Doce canciones que funcionan casi como un vía crucis de arrebatos emocionales y belleza sangrienta. Su reflejo es el lobo del hombre acaso tenga menos carne viva y más cruces de intereses. El músico no se sorprende por la recurrencia de las temáticas en su obra. «Básicamente, si mirás mis canciones desde arriba, casi todas refieren a los mismos tópicos: el amor y la muerte observados desde la plataforma clase-raza-género. Eros y Tánatos chocando, siempre. Pero claro, son temas universales e infinitos. Y en este caso me pareció que tratarlos desde el impacto de la era de vínculos digitales era un punto de partida muy atractivo».

–Cada vez generás más empatías con otros colegas y, sin embargo, seguís tu carrera solo, sin músicos que te acompañen. ¿Por qué?

–Porque sigo encontrando lo que necesito. La soledad me da los mejores recursos para expresarme. Mi cuerpo, mi voz y mi guitarra modificada son mis herramientas. Miro alrededor y creo que hay bandas y  solistas buenos, pero todavía sigo sin ver exploración o búsqueda real. Me parece que se puede hacer muchísimo en la aparente simpleza de una canción. Experimentar con los sonidos, los silencios, las palabras… Eso intento hacer. Todos sabemos cómo suena una banda de rock, una big band… El tema es qué hacer con eso. El armamentismo para ver quién suena más fuerte no me interesa.

–Manejás tu carrera con mucha libertad. ¿Sentís alguna presión?

–Para nada. Alguna gente me pregunta: «¿Por qué no hacés un Luna Park?» ¿¿¿Y por qué debería hacerlo??? Si se da, perfecto. Pero no es mi objetivo. Yo la paso muy bien haciendo todo lo que hago. Mi objetivo es seguir haciendo canciones y llegar a la gente de una manera profunda. No mido el valor de mi música por la cantidad de gente que me viene a ver a un show o que compra mis discos.

–¿Cómo llegás a ese equilibrio entre hacer tantas cosas y no caer en la ansiedad?

–Por suerte me sale naturalmente. Puede que sea una fortaleza, sí. Pero creo que es una fortaleza en tanto y en cuanto no es algo que me propongo. Me sale muy naturalmente. Mis ganas de componer y cantar nunca se detienen.

–Sin embargo, en su momento te impusiste dejar de hacerlo por casi ocho años.

–Sí, porque me dediqué a estudiar historia y después se me generó un dilema: quería seguir con mis investigaciones y tocar, pero hacer las dos cosas me parecía poco serio, sentía que había un conflicto ahí. Hasta que me di cuenta de que podía hacer todo lo que quisiera si le ponía seriedad, compromiso y dedicación. La academia me dejó la herramienta de la devolución y las críticas, y es algo que uso en todo lo que hago.

¿Cuándo?

Gabo Ferro presenta Su reflejo es el lobo del hombre. Sábado 9 de noviembre en ND/Teatro, Paraguay 918.

La voz como instrumento y el adiós a las ortopedias

La voz de Gabo Ferro es casi inconfundible. Puede ir desde el susurro hasta el grito más desaforado, y jugar con buena parte de los matices intermedios. Ferro la utiliza como un instrumento y, desde esa perspectiva, la belleza no es un valor que supere al de la expresión. “Sí, tomo a la voz como un instrumento. Y con cierta omnipotencia bien entendida. Si pudiera largar completamente la guitarra y hacer shows sólo con mi voz, lo haría. Todo instrumento es una imitación de la voz, una ortopedia. Alguna vez le preguntaron a Diamanda Galás por qué no había guitarras en The Sporting Life, el disco que hizo con John Paul Jones. “¿Para qué? Con mi voz alcanza y sobra”, les respondió. Me encantó esa sentencia. Es una perspectiva razonable con la que me siento muy identificado. Ojalá mi futuro sea sin ortopedias. La voz es lo más democrático que hay: ¡todos tienen una! Cuando me llaman para que participe como invitado de un show suelen pedirme que vaya con la guitarra. Pero voy solo con mi voz: es la forma más genuina de dar el presente.”

Poemas, teatro y degüellos varios

La agenda de Gabo Ferro siempre es intensa. Por sus actividades musicales, pero también por sus proyectos en otras facetas artísticas y sus investigaciones de historia. Lanzado Su reflejo es el lobo del hombre, otras aventuras comenzarán a ganar protagonismo. En breve editará un libro de poemas que, de alguna manera, complementa y expande el universo de su flamante disco. Pero también se asoma para el año próximo una obra con Emilio García Wehbi que se estrenará en el Teatro Cervantes. Para 2020 también se espera otro ensayo histórico.
«De alguna manera vuelvo sobre el tema Juan Manuel de Rosas, pero esta vez haciendo foco en el puñal, el degüello y las cabezas degolladas. En la Argentina nunca tuvimos guillotina, así que todo era más artesanal (risas). Desde ahí también voy para atrás, hasta la misma Grecia, y hasta el presente, donde el puñal puede verse en algunas expresiones feministas de muerte al macho», revela el músico e historiador. .