Una genética tozuda, ciertos cuidados de salud, una libreta con chistes y la música como el mejor alimento para el espíritu. Este miércoles 15 de junio Horacio Salgán eludirá los usos y costumbres de los humanos de a pie y será testigo de su cumpleaños número 100. No se trata de algo de todos los días, claro. Pero Salgán es el responsable de milagros todavía más inesperados. El de una obra de enorme audacia que disfruta de plena actualidad y se proyecta eterna. Pianista, compositor, arreglador, orquestador y director, sin proponérselo embelleció y ensanchó para siempre las posibilidades del tango. Desde su orquesta al dúo con Ubaldo De Lío, pasando por el Quinteto Real: ya nada fue igual. 
Salgán comenzó a estudiar piano a los seis años. Sus primeros trabajos fueron en su adolescencia, musicalizando películas mudas en los cines y como organista en la Iglesia San Antonio, de Villa Devoto. Pasó por las orquestas de Juan Puey y Alberto Cima; trabajó en distintas formaciones de las radios Excelsior, Prieto y Stentor; escribió su primer arreglo para la típica de Miguel Caló («Los Indios», de Francisco Canaro); y a los 20 años ingresó en la orquesta de Roberto Firpo donde empezó a construir una mirada propia y a sentir la necesidad de desarrollarla.  
Eran tiempos de la típica y la jazz, y en un momento Salgán intentó por el lado de Count Basie. «Su primera orquesta fue de jazz. La formó y escribió todos los arreglos hasta el mínimo detalle. Fue un trabajo muy pormenorizado que le exigió tiempo y dedicación. Pero cuando ensayaron no se sintió cómodo. Percibió que lo suyo iba por otro lado y vaya si así fue», explica César Salgán, pianista, hijo de Horacio, cuidador y difusor de su obra. La influencia del jazz es notoria en la carrera de Salgán padre, al igual que la de la música clásica, la brasileña y nuestro folklore. Pero siempre priorizó su amor y pasión por el tango. 
La historia grande de Salgán comenzó en 1944 con la puesta en marcha de su orquesta típica. Los elementos distintivos de su estilo ya estaban presentes desde aquel momento. Su pianismo de sonido brilloso y fraseos angulares, su riqueza y audacia como compositor, la enorme imaginación y detalle como arreglador. Todo ese caudal expresivo y su inteligencia para administrarlo encendieron el boca en boca y la admiración de sus colegas que se transformaron en el corpus de su público. 
Pero el éxito estaba muy lejos. Esa primera etapa de la orquesta apenas duró hasta 1947 y ningún sello discográfico quiso grabarla. El asunto tomó dimensiones grotescas cuando fue rechazado en radio El Mundo porque «el cantor era feo y yo tocaba más feo», según contó alguna vez el propio Salgán. El cantor era ni más ni menos que Edmundo Rivero. El pianista insistió en 1950 con mejor repercusión y en 1957 lograría grabar por primera vez. En este formato dejó una obra instrumental de enorme riqueza y un repertorio cantado con Rivero de una alquimia sorprendente. También registró grabaciones con los cantores Ángel Díaz, Horacio Deval y Roberto Goyeneche –otro de sus descubrimientos–.
«Mas allá de su talento y condiciones, incluso de su curiosidad y de todo lo que estudió, yo creo que una de las características que define a mi padre es que siempre fue y sigue siendo un gran trabajador. Le ha dedicado la vida a la música y eso se nota», revela César Salgán. Luego agrega: «Alguna vez me contó que la orquesta de Troilo estrenaba arreglos todas las semanas y que a él le llevaba como un mes y medio hacer uno. Eso le daba un poco de vergüenza ante su público. Pero bueno, él componía, escribía todos los arreglos e incluso llevaba a las orquestas ciertas partes de las escrituras con tres opciones diferentes como para que entre todos decidieran. Siempre fue un apasionado y un obsesivo.» 

Vientos de cambio

Sobre finales de los 50 las nuevas tendencias de las industrias culturales globales comenzaron a quitarle espacio al tango. Las primeras víctimas fueron las típicas, que comenzaron a desintegrarse como resultado de la ecuación entre su nutrido número de integrantes y el achicamiento del mercado. Con los años la orquesta de Salgán volvería a la actividad en forma recurrente, pero también esporádica. Sin embargo, el pianista nunca se detuvo y encontró formas expresivas más acotadas pero siempre vitales. 
Una de las más emblemáticas fue el mítico dúo junto al guitarrista Ubaldo De Lío. Por entonces no existía una tradición profunda de piano-guitarra en el tango, pero Salgán-De Lío se encargaron de construir sus pilares más notables. Más allá de momentos de mayor y menor frecuencia en sus presentaciones, el dúo permaneció activo hasta entrado el siglo XXI. En una oportunidad el bandoneonista Néstor Marconi dijo que De Lío y Salgán se complementaban tanto que «parecían uno solo» y que el guitarrista era un gran músico capaz de expresarse como «parte del talento de Salgán». 
Ya en los 60 Salgán creó el Quinteto Real. El debut fue en Radio El Mundo y contó con el padrinazgo de Troilo. Aquella primera formación incluía además de a Salgán en piano, dirección y arreglos, a De Lío en guitarra, Enrique Francini (violín), Rafael Ferro (contrabajo) y Pedro Laurenz (bandoneón). El formato más acotado no disminuyó la capacidad expresiva de Salgán. Su estilo ya estaba maduro hace rato, pero con el Quinteto Real encontró nuevos matices asociados al ida y vuelta en vivo que con una orquesta hubieran sido imposibles. La plena estirpe tanguera del quinteto y la riqueza de recursos de Salgán –siempre puestos al servicio del género– fueron muy bien recibidos y terminaron de consagrarlo como una de las máximas referencias de la música argentina. Las giras por nuestro país, Europa y Japón potenciaron su popularidad. Fueron más de diez años de éxito, al que sobrevino una separación, una vuelta en los 80, otro parate y el regreso en los 90. Más allá de los diversos cambios de formación –que incluyeron a Leopoldo Federico, Néstor Marconi y Antonio Agri, entre muchos otros–, la musicalidad y el estilo Salgán se mantuvieron sin fisuras. 
César Salgán reflexiona: «Considero que el denominador común de la obra de mi padre es un gran respeto por el género. Ya sea con toda la riqueza que le daba la orquesta, el mayor juego del quinteto o la intimidad del dúo. Nunca intentó romper con el tango. Amaba su tradición, a sus representantes y simplemente trató de hacerlo a su manera». El también pianista destaca que la obra de Salgán fue construida «con un fuerte amor y compromiso por la música que iba mucho más allá que cualquier lucimiento personal». 

Aunque no faltaron algunas reapariciones ocasionales –la más emblemática fue su presentación durante los festejos del Bicentenario–, Salgán se retiró en forma oficial de los escenarios en 2002. Su legado hacía rato que era imbatible. Reconocido en forma unánime a nivel local y con admiradores en todo el mundo, algunos notables como Ígor Stravinsky, Arthur Rubinstein y Daniel Barenboim, Salgán está a pasitos de los 100 años con una obra única y plena de vigencia que todavía inspira a propios y ajenos. Que los cumpla muy felices. «

«ME FASCINAN SUS DISTINTAS FACETAS»

Columna de opinión de Agustín Guerrero, compositor y director de orquesta

Creo que escuché por primera vez a Salgán a los 12 años y sencillamente no lo podía creer. En su orquesta encontré un nivel de complejidad y musicalidad inéditos. Y cuando conseguí la partitura de «Don Agustín Bardi» lo podía creer todavía menos. Era una pinturita. Tocabas lo que decía ahí y sonaba de verdad. Era como tocar Schumann. Eso no suele pasar con la enorme mayoría de las partituras de tango. Me fascinan las diferentes facetas de Salgán, pero me conmueve particularmente la de arreglador. Maneja como nadie la armonía, el ritmo, el contrapunto y los planos del sonido. Comparar sus arreglos con las versiones originales o las más conocidas es un ejercicio maravilloso para tomar dimensión de su talento, creatividad y carácter innovador.  «

ESPERANDO REGISTROS INÉDITOS

Columna de opinión de Ignacio Varchausky, contrabajista y director de El Arranque

El pianismo de Salgán suele destacarse sobre sus otras virtudes musicales. Muchos lo consideran de los pianistas más importantes de la historia musical argentina. Su técnica perfecta y personalísimo sonido son admirados por sus colegas. Sin embargo, él nunca quiso tocar un repertorio de solo piano. Ni siquiera cuando el «Mono» Villegas y Adolfo Ábalos lo convidaron a participar de un ciclo de conciertos en ese formato, o cuando Sergio Renán le propuso grabar un disco en el Colón. Existe un único tema editado de Salgán tocando solo, el tango «La cachila» grabado en 1957 para el sello Antar-Telefunken. Habrá que esperar el posible milagro de que las grabaciones inéditas que atesoran coleccionistas eventualmente –y para alegría de nosotros– se hagan públicas. «

«ESTUDIAR CON ÉL FUE INCREÍBLE»

Columna de opinión de Nicolás Ledesma, pianista y director de orquesta

Estudié con Horacio Salgán entre 1981 y 1984. Yo tenía 15 años y vivía en General Pico, La Pampa. Los días de clase me tomaba el tren a la mañana temprano, iba a lo de Horacio, aprendía como loco y esperaba hasta la noche para poder agarrar el tren de vuelta. Fue una experiencia  increíble que se hizo todavía más importante con el paso del tiempo. Verlo sentarse al piano ya era muy movilizante y me enseñó muchísimos aspectos de la técnica pianística. Haber tocado su música frente a él para el proyecto documental Café de los Maestros es algo que jamás olvidaré. Es un músico total y un compositor extraordinario. Va mucho más allá de la dimensión de melodista. Sus obras son la expresión de su estilo y tienen múltiples dimensiones. «