Invirtió el dicho de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, se hizo modelo publicitaria de revistas cuando era sinónimo de mala vida (o calienta pibes), se convirtió en la segunda mujer argentina más conocida en mundo detrás de Evita, fue motivo y excusa de la escapada a la aventura de cientos de miles de adolescentes argentinos que se hacían “la rata” de la escuela para ir a salas de cine non sanctos a verla y hacer algo más, fue la envidia de cientos de miles de mujeres que le prohibían a sus maridos mirar sus películas -y que inventaron la competencia de Libertad Leblanc-, fue, sin dudas, la gran y verdadera morocha argentina. Hoy murió Coca Sarli (Hilda Isabel Gorrindo Sarli de nacimiento), la diva más grande que dio el cine argentino, la mujer que acaso millones de compatriotas varones querían llevarse a la cama pero no tener como esposa; sólo uno de ellos lo consiguió: Armando Bó.

Nacida el 9 de julio de 1935 en Concordia, Entre Ríos, a poco de ver la luz su padre huyó a Montevideo y con apenas cinco años se había quedado sola con su madre en el mundo, ya que su hermano murió. Como otras tantas mujeres de entonces, mamá Sarli no vio más salida que viajar a Buenos Aires para cambiar la suerte. En la Capital argentina la pequeña Isabel terminó la primaria e hizo la secundaria, y luego se puso a estudiar taquigrafía a fin de hacerse secretaria, oficio en el que consiguió trabajo casi al toque de salir a buscarlo. Mientras, se presentaba en agencias de publicidad para modelar: las deseantes miradas de los hombres tenían que dar algún rédito económico. Se presentó al concurso Miss Argentina en 1953, 54 y 55: en tres años se convirtió en la reina de la belleza del país, al que fue a representar al concurso Miss Universo del mismo año, llegando a la semifinal.

1957 es el año en el que su vida toma el rumbo que la haría la Coca Sarli. El ya en ese año conocido y reconocido productor cinematográfico Armando Bó la citó para una entrevista. “Ojo que es un hombre casado”, la advirtió la madre. Pero bastó un cruce de miradas para que ambos entendieran que podían ser una pareja imbatible. Claro, ella tenía que conformarse con la parte no legal de su amor, ya que él no se iba a separar. Bó -con un par de engaños que la llevaron a protagonizar el primer desnudo del cine argentino- inmediatamente la convirtió en estrella con El trueno entre las hojas, con guión de Augusto Roa Bastos.

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Desde ese 1958 del estreno, Sarli y Bó harían 28 películas juntos rodadas mayormente en escenarios naturales ya que la Coca y la naturaleza parecían ser sinónimos; se llevaban tan bien en las imágenes que lograba Bó que ambas parecían ser las protagonistas de los films. La buena cantidad de escenas de sexo insinuado y desnudos de distinto tipo siempre fueron el respaldo de historias de tinte social (incluidas violaciones) y hasta político que incomodaban a las autoridades de turno: ese más que “lo que se podía mostrar” del físico de la actriz fueron en buena medida los motivos de que sus películas sufrieran tanta censura.

Hoy la Argentina desearía tener un producto de exportación como fueron las películas de Sarli. De este a oeste y de norte a sur del mundo de este lado de la “Cortina de Hierro” (los países ligados al comunismo de la Unión Soviética), Sarli llegó con sus exuberantes pechos, su labios carnosos y sensuales y su profunda y sexual mirada de ojos que se veían negros aunque fueran marrones. El infatigable dúo dijo que ella tuvo ofertas hasta de Hollywood y la gran tentación mexicana que incluía un contrato millonario, auto y mansión para ella, su madre y los animales que quisiera. Ella lo rechazó. Lo mismo que hizo con el resto de las ofertas de cineastas argentinos, excepto con Leopoldo Torre Nilsson -con el consentimiento de Bó y la condición de no desnudarse-, con quien hizo Setenta veces siete.

El refugio de su amor y de su vida fue el caserón que construyó en Martínez, donde tenía pileta y decenas de plantas y animales de su agrado como perros, gatos y papagayos. En esa casa y en sus brazos también murió en 1981 Armando Bó, quien en ese momento seguía teniendo su familia legalmente constituida. Ese hecho significó su retiro del cine. Algo que consiguió revertir Jorge Polaco en 1998 al convencerla de hacer La dama regresa.

Sus hitos fueron sus películas, de las que India, Carne, Fuego, Fiebre o Insaciable pueden estar entre las salientes. Pero también la orden de que fuera a la Casa Rosada de un Juan Perón que extremaba su arbitrariedad ante una oposición que intentaba un golpe bombardeando la Plaza de Mayo a plena luz del día. Y hasta su frase de cabecera, ¿Qué pretende usted de mí?

El Siglo XX, acaso de punta a punta, revolucionó la cultura popular en todo el planeta. Y el desnudo para las grandes masas sin dudas fue uno de los puntos salientes de esa revolución. Pocas lo hicieron tan bien y dándole tanto sentido como la Coca Sarli.