Seis años pasaron desde que las periodistas Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono comenzaron su investigación sobre la historia del rock argentino hecho por mujeres. Hicieron cerca de unas 100 entrevistas para poder reconstruir la participación fundamental de las mujeres en el movimiento local, entre 1954 y 1999. El resultado de ese minucioso trabajo se refleja en Al taco, editado por Gourmet Musical: un mapeo exhaustivo, que deja a las claras una conclusión que se destaca en una frase concluyente del libro: “Lo que será poco será su visibilización, no su existencia”.

Ese es el germen, la hipótesis de trabajo de este material, que se presentó este jueves en Niceto Bar, que ofrece destellos reveladores sobre nombres, agrupaciones, y detalles poco conocidos -grandes omisiones- sobre la participación de las mujeres en el desarrollo del rock en la Argentina.

“Es una noche de 1955 en la porteña confitería Richmond, de la calle Esmeralda. Sobre el escenario están rockeando, como todos los viernes y sábados, Los Cometas, el conjunto argentino de rock and roll que más tarde recibiría en el aeropuerto a Bill Haley en su visita al país en mayo de 1958. Más de treinta marineros estadounidenses  que acaban de llegar en un barco, pasan por la vereda de la confitería, y escuchan al conjunto. La música, la voz de su cantante, su impronta rockera para interpretar los clásicos del rock and roll, los atrae (…) Los dueños de la confitería están desbordados de felicidad por la recaudación de la noche, y por primera vez, al terminar el show, les arman una mesa con bebidas y comida a los músicos del conjunto, y a ella: su frontwoman, María Nelly Giudecessi, alias Nelly Dors”, cuenta uno de los capítulos iniciales del libro Al taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres, cuyo hilo conductor va estableciendo toda esa trama de artistas y épocas, mientras se va desarrollando el movimiento del rock en la Argentina.

“Es que hay una épica. No tenés el nombre de un artista, sino la historia que hay detrás de eso, la mística. Eso es lo que no encontrábamos cuando se hablaba o se escribía de mujeres. Esa épica que retroalimenta al rock y donde las mujeres para mí no estaban retratadas en las crónicas y los libros, como si no fueran parte de eso. Entonces esa es la épica que quisimos reconstruir, tal como lo hicieron los varones cuando escribieron las historias del rock. Siempre se trató a las mujeres del rock, como el fenómeno de una sola mujer en el rock. Eso me lo dijo Gabriela y muchas otras artistas. En un momento solo se les preguntaba sobre qué se sentía ser una de las pocas mujeres en el rock. Si bien mujeres en el rock hubo siempre, lo que pasa es que no estaban lo suficientemente visibilizadas”, dice Carolina Santos, una de las autoras.

Gabriela.

En estos últimos años ese cerco silencioso alrededor de la participación femenina en el rock, se fue rompiendo de a poco. Se editaron los libros Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino (1960-2020), de Romina Zanellato; Las mil vidas de Gabriela, la autobiografía de Gabriela Parodi, pionera del rock argentino. También, Maria Rosa Yorio escribió sus memorias, Asesínenme; y la música Barbi Recanati, realizó el libro, Mostras del rock (que primero fue podcast), sobre las mujeres del rock en el ámbito internacional.

“Cuando empezamos con la investigación prácticamente no había libros sobre mujeres en el rock. Después en estos seis años que pasaron sí aparecieron, por suerte. De este libro que hicimos podrían salir muchísimos otros tomando a lo mejor un período, un movimiento, o un artista. Todavía no hay un libro escrito de Celeste Carballo. Para mí, eso es insólito”, reflexiona Santos.

Celeste Carballo.

La investigación fue acompañando diferentes conquistas del colectivo feminista, como la ley del aborto y en el ámbito musical la ley de cupo femenino en la programación de festivales en todo el país. “Se puso sobre el tapete la temática de género. De todas maneras no nos interesa sólo el tema de cómo fueron invisibilizadas las mujeres en el rock, sino mostrar todo lo que sí hicieron”, dice Silvia Arcidiacono, que siguió el recorrido de las mujeres en la escena punk y heavy metal.

-Además de las historias, es interesante como van contando el devenir de las grandes problemáticas de las mujeres en esta sociedad patriarcal.

Carolina Santos: -Había que poner en contexto, para valorizar aún más las cuestiones artísticas. No es lo mismo hoy que lo que pasaba en los setenta con respecto a las conquistas de las mujeres. Por ejemplo, en 1972, vos tenés un censo de la universidad que dice que el 78% de los profesores son hombres. Entonces ¿cuantas mujeres podía haber en el rock?.

Fabiana Cantilo.

-¿Qué encontraron mientras iban investigando?

Gabriela Cei: -No sólo fue que nos encontramos con muchas artistas sino que cada una de esas artistas, el 80% de las mujeres que están en el libro, hoy en día siguen haciendo música, siguen vigentes, desde el indie, o el under. Para nosotras era importante establecer esa genealogía del rock que tiene un principio, que es el que encontramos nosotras. Por ahí, después en otra investigación surge otro nuevo inicio, pero si queríamos establecer un camino recorrido, lo que hicieron y hacen las mujeres del rock en nuestro país. Esa complejidad había que poder comunicarla y hacer un relato que tenga un peso capaz de soportar estos pasos de la historia.

Silvia Arcidiacono: -Inclusive lo que vimos bastante en los testimonios es esta especie de autoexigencia de las mujeres de tener que demostrar el doble para ocupar un mismo espacio. Eso fue algo que nos planteamos de entrada. No quisimos ser puristas, no quisimos hacer una especie de podio donde subir a las mejores, entre comillas. Todas absolutamente todas las que estuvieron en el rock son parte de la construcción de esta escena y no estamos para nada de acuerdo con la idea de que no pueda haber entre sus filas, gente más o menos virtuosa, como sucede con muchísimos músicos que no son virtuosos, o aquellos que tienen llegada al público, conmueven, y tienen su lugar en el rock, o en las crónicas y biografías. Ponerlas en contexto, también, era algo que hacía falta porque era absolutamente antinatural el abordaje que se tenía en algunos casos sobre la trayectoria de estas músicas que parecían hechos aislados cuando no lo eran.

C.S.: -Esa idea de que eran pocas tiene que ver con cómo eran contadas. Al no mostrarlas en una trama, cada vez que aparecía una mujer era como una isla aparte, como algo raro que aparece. Era importante mostrar esa trama, como se van entrecruzando esas artistas, también con artistas varones, pero básicamente entre ellas, que caminos abren, que tienen detrás. Esa es la forma de tirar abajo el mito de que eran pocas. Verlas en trama y no como nombres sueltos, como enciclopedia. 

María Gabriela Epumer.
Foto: Facebook

S.A.: -Es importante para las que hoy se están subiendo al escenario, saber que detrás hubo otras y que no están solas y que hay un todo bagaje cultural que les corresponde por derecho y les pertenece. Eso salda una deuda con las que estuvieron y las que empezaron este camino y, también, con las que están hoy y van a seguir mañana, las que van a tener que tomar esa antorcha y continuar el legado.

La piedra fundacional del libro aparece en diciembre de 1955, cuando dos cantantes, Estela Raval y Olga Lee, graban sus primeras versiones en nuestro país de «Rock Around The Clock», el clásico de Bill Haley, junto a la orquesta de Tullio Gallo. Son los comienzos, la proto-historia del rock en la Argentina, el génesis. “De la misma manera que nos parece que las mujeres no estaban desarrolladas en las crónicas del rock y la historiografía, también notamos que esa primera década desde cuando llega el rock a la Argentina a mediados de los ’50 no se tomaba en cuenta -aclara Santos-. En esa década anterior a “La balsa” de Los Gatos, o “Rebelde” de los Beatniks, que es cuando se toma el nacimiento del rock argentino, también había músicas grabando o tocando en vivo. Si bien hay diferencia con el segundo rock, había artistas argentinas que tomaban el rock como género y no había porque dejarlo afuera de la historia. Queríamos ir a buscar eso que había quedado al margen. Como dice en el libro, en una de las primeras grabaciones del rock ya tenés la voz de un mujer. Así que la voz de la mujer está desde el minuto cero del rock en la Argentina”. «

Al taco

Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999). De Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono. 352 páginas. Editorial Gourmet Musical.

Heavy metal, tapas de discos y jazz rock

A lo largo de más de 300 páginas se traza la genealogía de un movimiento con el protagonismo de mujeres que hicieron historia, desde figuras como Blackie, una de las primeras intérpretes del blues en nuestro medio en los años treinta, o Mónica Vidal, la artista punk que desapareció en una avioneta en la selva boliviana en los ochenta.

En el recorrido del libro las autoras sorprenden con el relato de vida de Roxana Goudard, vocalista de una banda de heavy metal de 1982 llamada Súper Ratón. “Escribía letras muy duras y directas. Tanto es así que graban un disco, pero no pueden editarlo porque les piden que cambien las letras. Si escuchás canciones como ‘Golpe de Estado’, te das cuenta de que era imposible cambiarlas”, dice Silvia Ardiacono. “Ese disco recién ve la luz 30 años después cuando es su hija la que retoma la banda con su padre”.

En el libro, también, aparece la historia de cómo se hizo la foto del disco Mujer contra mujer de Sandra y Celeste, que empapeló Buenos Aires a fines de los ochenta. “Gabriel Roca cuenta todo lo que implicó esa situación en aquel momento, la decisión de ponerlas en torso y como eso que iba ser tapa del disco salió antes del disco para promocionar la fecha en el teatro Opera. Ninguna de las tres empresas de cartelería en Buenos Aires quería poner la foto. Después la foto fue un símbolo”, dice Gabriela Cei.

Hay otros nombres que forman parte de la trama oculta del rock, como cuando la baterista María Sánchez, una de las pocas que se podía ver en el espacio público, se enteró que había una bajista llamada Susy Rapela, que tocaba con su marido Jorge Navarro, uno de los grandes pianistas del jazz. “Cuando terminó el show se pusieron a charlar y ahí tuvieron la idea de armar una banda toda de mujeres, que fue una de las primeras del jazz rock, a fines de los 70, llamada Rouge. Fue la semilla de lo que van a terminar siendo Viuda e Hijas de Roque Enroll. Hay una historia detrás de todo, como las hay con los artistas varones, nada más que esas las conocemos”, dice Santos.