El 17 de noviembre Mariana Bianchini presenta su flamante Curtihembra, el regreso al trabajo solista después de Matrioska (2019), con el que la cantante de la banda Panza ganó el Gardel al mejor álbum de rock alternativo. “Hay algo de la obra solista para mí que es más caprichosa e introspectiva -dice sobre este trabajo que tiene un aire de baile y alegría pop-. Entonces de golpe si estás atravesando algo y empezás a escribir y a aparecer algo que después de un tiempo decís: ‘Ah, me estaba pasando esto’. A veces escribo canciones o lo que sea -no escribo bien entonces trato de escribir todos los días para tener el ejercicio-, y por ahí no tengo mucha conciencia de lo que estoy escribiendo, lo que está pasando.” 


Claro que cada vez que uno se mira al espejo descubre cosas nuevas, lo mismo que cuando vuelve a recordar aquello que parecía un pasado cerrado. “Qué pasó con la piel, ¿no? (ríe). Sí, hay una contradicción entre lo que uno siente y como uno se ve. Más ahora que estás todo el tiempo con el celular en la cara y  tenés muy presente tu propia imagen y con los filtros a mano. Uno tiene que tratar de encontrar su propia voz y es re difícil. Qué querés decir, qué te pasa, cómo haces la música, si lo usás de canal de expresión, porque a veces ves lo que hacen los demás y decís: ‘Tal vez si a este le fue bien con eso yo tendría que hacer lo mismo’. Pero es como estar haciendo mi clase de yoga, miro para el costado y veo que el de al lado tiene un equilibrio perfecto, un foco perfecto: en el imitar te caés, te rompés. Entonces es difícil evitar eso. Te tienta un montón. Y hay algo de eso del éxito ajeno o de lo que uno cree que es el éxito ajeno que te empieza a contaminar y te desarma. Un poco Tía efedrina habla de eso: sigo acá, abro mis alas y voy con esta porque en definitiva es la única que se puede mantener en el tiempo.” Más de 25 años en el rock acreditan su posición, pero sin embargo dice que hay quien le dice: ¿tanto tiempo?

“Mi amor por la música es innegociable, sino me quedaría viendo Netflix. Por eso sigo tocando, componiendo y creando. Por eso cuando te quedás mirando lo que le pasa al de al lado es difícil mantenerse.”


La idea de no cuestionar tanto por qué se está donde se está en vez de un lugar mejor en el que supuestamente se debería haber estado a esta altura de la vida ronda Curtihembra, pero lo hace con ironía, casi con humor. “A veces me pasa pensar que con el quilombo que hay tanto acá como en el mundo sacar un disco es como fingir demencia. Pero yo hago música ¿qué otra cosa puedo hacer? No me sale otra cosa, o me sale mal. A veces pienso que finjo demencia y que soy feliz en ese contexto. Por momentos soy totalmente consciente del entorno y lo que me rodea. Pero si no tuviese ese canal al cielo por no decir a la tierra, creo que estaría caminando por las paredes.” 

Dice que antes no se “había animado a hablar desde ese lugar”, aunque no especifica el tiempo de ese antes. Sí afirma que “en el rock por ahí hay algo de la bandera de romper todo, estar enojado”, y que eso lo mantuvo porque “lo sentía, tanto con el machismo como con los espacios que no estaba de acuerdo”, lo mismo que sus presentaciones con “algo teatral, máscaras, como Peter Gabriel en su primer época, como de Róisín Murphy, Bjork”. Pero que con los años la cosa cambió, porque a todo lo cambian los años, aunque eso ella no lo dice. Lo que asegura es que “con la experiencia o con esto de no repetirse y aburrirse de uno mismo” se empiezan a elegir las “batallas que se quieren pelear”. Y ella elige pelear, al menos hoy, esas que pretenden imponer un qué hacer unidimensional. “Agarrás el celular de una mina de 40 años y te llegan millones de cosas de crema facial, de colágeno, de tomar esto aquello. Yo lo podría empezar a hacer ahora, que no lo hago, pero por ahí hay pibes que lo hacen a los 20; veo mi hija que tiene 10 y se hace la limpieza de cutis y le digo: ¡estás loca tenés una piel de bebé! Es una moda que se está imponiendo de ponerse el filtro para todo y las 24 horas. Me río porque me parece demasiado irónico tanta mirada sobre lo que habría que hacer.”

La experiencia con su hijo, “un freak total que a los 14 años agarró Génesis y se escuchó toda la discografía y se sabe las letras”, completó las razones profundas de Curtihembra. “Mis discos estaban en otro lado y nunca los había agarrado. Y empezó a escuchar Björk, PJ Harvey, Talking Heads, B 52, y esa curiosidad del adolescente me vuelve loca, me enamora sentarse, poner un disco y escucharlo de principio a fin. Me hizo volver al amor de agarrar un disco y descubrirlo como si fuera a leer un libro. Y por eso también saqué un disco. Porque muchos te dicen sacá un single, el algoritmo te mantiene activo, y yo digo: pero qué es esa palabra. Yo entiendo todo y hago la tarea y subo mis cosas al Instagram, pero yo hago discos. Y hay algo en el armado del disco que para mí es conceptual -tal vez para otros no- que tiene una razón de existir, una coherencia, un proceso que disfruto muchísimo y eso creo que me lo hizo recuperar él al ver eso: la curiosidad adolescente con respecto a la música que yo tuve en algún momento. Siento que ahí volví a enamorarme de los primeros amores.” 

-¿Y qué habías «olvidado»? 

-Y que nunca hicimos música para que funcione. Hicimos música para disfrutarla, tocarla, y de golpe empezó a escucharse esa voz: para que funcione, para vender entradas. Cuánto te puede funcionar transformar el hecho en que hoy te tengas que convertir en tu propio manager, tu vendedor, el que vende las entradas, tu promotor, tu diseñador gráfico. Tenés que ser todo porque todo está en el mismo combo. Entonces muchas veces dejás de leer porque estás consumido por subirte a esta calesita de ‘lo hay que hacer’. Dejás de escuchar música porque escuchas dos o tres temas y listo, pasás a otra cosa. Escuchar un disco de principio a fin hacía mucho que no lo hacía. Dedicarle tiempo a leer un libro en vez de series seguidas hacía un montón que no lo hacía. Y a mí me deja menos vacía, me deja con ganas de hacer cosas. Creo que cuando estoy ahí en el qué hay que hacer quedo como un poco drenada: ‘Uff, y ahora tengo que preparar la comida para los chicos. No está bueno’. 



Mariana Bianchini

Presentación oficial de Curtihembra. 17 de noviembre a las 22 en el Centro Cultural Richards, Honduras 5372.

Mariana Bianchini.
Foto: ANA PAULA VILLARINO