Si es posible pensar que los nombres de las bandas de rock tienen tanta significación como el de las personas, pocas dudas caben que la aparición de Panza en 1998 representó como pocas un toque de distinción en una escena ganada por el despectivamente llamado rock chabón: a partir de una parte del cuerpo por lo general también despreciada, construyeron una belleza distinta desde esa supuesta fealdad, viendo lo que los cánones oficiales niegan. Desde ese lugar incordioso para toda oficialidad, dieron aire a un sonido que por esas cosas que pasan, se interrumpió no por casualidad alrededor del comienzo del actual lustro. Y por esas mismas cosas no casuales, volvieron este año.

“No somos los mismos -afirma rotunda su líder, junto a Sergio Álvarez, Mariana Bianchini-. Hace un año y pico qué le empecé a insistir a Sergio de volver a escribir juntos, porque había algo que pasaba cuando tocamos con la banda, que no pasan en otros proyectos. Tiene que ver con una cuestión más del sonido, de la catarsis, la improvisación y de no saber qué va a pasar; del rock más fuerte. Y eso en particular cuando tocamos con Panza. Lo que pasa es que mantener una banda de rock grande, con estructura y eso, en su momento era imposible. Ahora era como que bueno, hacemos el disco y la pasamos bárbaro. Y el disco quedó buenísimo.”

Y si bien una golondrina no hace verano, el primer corte que lanzaron el viernes, «Guillotina», suena novedoso (piensan ir lanzando otros en formato single en los meses sucesivos a modo de precalentamiento de la presentación en vivo, que esperan se pueda hacer este año). “Es un disco que suena a Panza, pero distinto. No diría que estamos de vuelta, pero estamos más viejos. No tenemos ansiedad, nos tomamos mucho tiempo para hacer exactamente lo que quisimos. Nos asociamos con el sello (Quark Records), con lo cual tuvimos horas y horas de grabación, de grabar sonidos, que nunca lo pudimos hacer; creo que estamos como la frutilla del postre. Y un poco nos debíamos hacer un disco con tiempo y con desarrollo, como siempre quisimos pero el presupuesto era para entrar al estudio, grabar y si queda, queda. No es que ahora tengamos más presupuesto, pero si tenemos más aliados: podemos grabar más tranquilos y esta reformulación es cierta desde las letras, lo musical, lo mismo de la banda: el batero es Lulo Isod -también en Ciro y Los Persas y en la banda de Bianchini- y terminó de hacer una base rockera y amigable a la vez; y eso es muy difícil de hacer.”

A poco de andar con Panza, Bianchini inició su carrera solista. En 2003 editó Post-incubadora y luego llegaron Bú (2009), Indisciplina (2012) y el premiado Matrioska (2017). “Sergio y yo seguimos como solistas. Hay algo que pasa siendo solista: estás muy ensimismado, siempre sos vos y tu cara es tu cara (ríe). Tenía ganas de tener de nuevo esa idea de banda, donde cada uno aporta su creatividad y hay que negociar. En esa creatividad me van a pelear, a discutir las ideas y vamos a terminar haciendo otra cosa. A veces los proyectos funcionan rebien como solista y hay otros proyectos que tienen esa discusión de lo que pasa entre uno y otro y el resultado te sorprende a vos misma. Y eso es divertido también. Ir combinando eso me parece que es nutritivo porque cuando termino hablando de mí misma todo el tiempo me empiezo como a empalagar. Hicimos un disco para cortar con la dulzura (ríe), para tener un par de pimientas en el medio y después seguir combinando. Porque cuando uno escribe termina siempre escribiendo sobre uno; es un poco inevitable. Pero cuando el disparador es otro, es algo que inspira, que no tiene que ver con la problemática personal, alimenta, te sugiere otra mirada que quizás a vos no se te hubiera ocurrido nunca. Y que tal vez es parte tuya también. Por eso siempre tuve mi proyecto solista, aunque al principio no le puse mucho el pie en el acelerador, lo usaba a modo de diario íntimo.»

Bianchini además incursionó en el diseño de vestuario y es profesora de canto, tarea gracias a la que hoy sobrevive. “Hace mucho que tengo una escuela de canto de rock, de técnicas guturales. Me gusta porque los gritos son la parte más extrema de la voz. Encontré una técnica que está buena y me divierte: Speech level singing, que me la fui aprendiendo con mi hijo que ahora tiene 12, y cuando era bebé y gritaba como una bestia fui investigando con él para ver cómo hacía para gritar y no romperse la garganta. Hay gente que tiene bandas hardcore y tiene diferentes tipos de gritos, y gente que aprende canto y quiere meter algún grito. No se conoce mucho, y tiene mala fama porque es como que te dijeran ‘estás apretando y te va a doler’. Pero si entrenás, funciona. De hecho en la pandemia, estar encerrados, pantalla todo el día, esas cosas sirven. Por ejemplo yo le compré a mis hijos los flota que van en la pileta, y como mi casa es chiquita, cada tanto los sacó al patio y hacen que espadean y se la reponen. Pero no duele nada. Y se descargan. Esta rebueno para que tengan un poco de transpiración en medio de esta cosa tan aplanada, de la que espero que salgamos bien.”

-Panza presenta «Guillotina», adelanto de su nuevo disco, Rock. Panza Panza es: Mariana Bianchini: voz; Sergio Alvarez: guitarra; Lulo Isod batería; Franco Fontanarrosa: bajo.