En menos de cinco años Conociendo Rusia pasó de promesa a un éxito sin techo. En tiempos de música urbana y sonidos estridentes, la banda de Mateo Sujatovich logró un ascenso meteórico y va por más. ¿El secreto? Buenas canciones que recobran el espíritu más noble del rock argentino. El hijo de Leo Sujatovich, tecladista emblemático de Spinetta Jade, lo explica con mucha sencillez: «Soy un tipo normal que hace canciones como se hicieron toda la vida».

El linaje que lo une con la historia del rock local no termina con su padre. Su abuela,»La Pichona», fue la profesora de piano de Charly García y otros emblemas de nuestra música popular. Desde chico está rodeado de este arte, pero fue a los 15 años cuando puso por primera vez entre sus dedos una guitarra y comenzó a andar.

Hoy su banda lleva editados tres discos de estudio: Conociendo Rusia (2018), Cabildo y Juramento (2019) y La dirección (2021). En base a este último se consolidó el prestigio del proyecto, que incluye la reciente obtención de dos premios Gardel –mejor álbum artista rock y mejor diseño de portada– y un intensísimo 2022 con shows pautados en México, Paraguay, Ecuador, Colombia y España. Las dos presentaciones que se vienen en el Movistar Arena serán un hito para Mateo e implican un salto muy importante para la banda.

La dirección generó un crecimiento determinante para el grupo. ¿Qué los inspiró?

–La cuarentena nos dio un tiempo que no esperábamos tener. Lo aproveché para hacer canciones, trabajarlas mucho y se materializó en La dirección. Fue mucho tiempo libre, no quedó otra que encontrarle la vuelta para hacer algo divertido. Componer es de las pocas cosas que se podían hacer para no enloquecer y aquí estamos. Ahora llegó la etapa de salir a mostrar lo que tenemos. Siempre hay algo inesperado, algo que aparece y sucede en el momento. Pero tengo cierta metodología de trabajo que me ayuda mucho.

–¿Cómo es?

–Si aparece una idea, la grabo rápidamente para que no se me escape. La escucho muchas veces, siempre o casi siempre es musical, y después dejo que aparezcan las palabras. Empiezo a buscar su desarrollo, le doy su tiempo. Por eso creo que este último trabajo quedó particularmente bueno: tuvimos bastante tiempo para pulir detalles. Después pasó que a la gente le gustó mucho y eso estimula y conmueve. El proceso creativo siempre es apasionante. Hay que dejarse influenciar por lo que te interpela, lo que te modifica y lo que te deja la oreja a gusto. Leyendo o viendo películas, todo puede servir para contar una historia en forma de canción.

–¿Estás cansado del trajín o este era un año esperado?

–El proyecto empezó hace cuatro años. Fue arrancar de cero y un año después de arrancar, ya en 2019, pudimos establecernos, empezaron a salir un montón de cosas y nos frenó la pandemia. Ahora transitamos la etapa de estar mucho de gira, arriba de aviones, en hoteles… Estamos acostumbrándonos y disfrutando de esta nueva dinámica.

–¿Es valorada la música argentina en Latinoamérica?

–Mucho. Argentina es un país realmente rico en cuanto a talento y cuando uno viaja se nota que valoran y admiran esa tradición. Hay proyectos que han dejado marcas, que aunque pasen los años siguen abriendo caminos para los que venimos después. Soda Stereo, por ejemplo. Te das cuenta que el talento de Gustavo generó ese respeto, que todavía nos abre puertas. Por suerte. Uno lo que tiene que hacer es dar el máximo para intentar estar a la altura.

–¿Cómo te preparás para los shows en el Movistar Arena?

–El año pasado hicimos nuestro primer Gran Rex y vivir esa adrenalina fue fuerte. Ahora haremos dos conciertos en un lugar para 14 mil personas. ¡No sé cómo se hace! No tengo idea, aprenderé en el camino, supongo, estoy en eso. Tengo una motivación espectacular para que todo salga lo mejor posible.

–¿Qué sentís que les das a los que escuchan tus canciones?

–Siento que soy bastante fiel a mis gustos y a cantar lo que me pasa a mí. Mis canciones son historias cotidianas, miradas y reflexiones. Y por alguna razón hay gente que se copa con eso. Quizás porque se identifica y se siente cerca. Lo que a mí me pasa probablemente le pasa a mucha gente. Es un día a día en forma de canción. Canto lo que le pasa a todos, pero lo cuento con un estilo propio.

Conociendo Rusia: la banda que no para de crecer.
Foto: Fausto Elizalde

–¿Sentís que hay un estilo que te identifica?

–Hay un modo propio que gusta. Son canciones para cantar y disfrutar. La música te da una pausa, un paréntesis de la realidad. Me alegra formar parte de ese proceso: de esas cosas de la vida que nos dan aire para seguir. Las canciones, siento, son beneficiosas tanto para mí como para los demás. Esa es la manera que encontré de funcionar y sí siento que me identifica. Las canciones también son puentes para viajar a otros universos.

–Naciste en un contexto familiar muy musical. ¿Cuándo supiste que tu camino debía ser este?

–Cuando agarré la guitarra a los 15 años fue claro, muy evidente. Pero para mi familia estar pensando en ser músico recién a esa edad era tarde: supuestamente estaba grande. Mi hermana a los 5 ya sabía que la música era su camino. Mi viejo igual, mis primos también… El estímulo estaba, pero me tomé mi tiempo para encontrar un espacio propio. Que no estaba en lo que se me había presentado de modo más fácil, que era por el lado del piano. Tuve que tomar la decisión personal de buscar por otro lado, que en este caso fue por la guitarra. Fue muy evidente que era mi universo.

–¿Escribir y cantar llegó más tarde?

–Sí. Bastante más inesperado también. Estaba más enfocado en ser el guitarrista de alguien importante y destacarme en el terreno de las cuerdas. Pero se fue dando solo, se fueron abriendo puertas y me animé cada vez más.

–¿Cómo imaginás tu futuro?

–Soy de pensar en presente. El futuro no existe: más ahora, después de todo lo que pasó. Es una enseñanza pospandémica. No hay que hacer planes a largo plazo. Es una marca que me dejó esto. Pienso a corto plazo. A lo sumo un año, pero aun así descreo bastante de esos planes. Me parece mejor. Tengo inquietud artística. No sé qué voy a hacer y cómo se desarrollará mi música. Pero que sea lo que tenga que ser. La verdad me siento cómodo haciendo lo que me gusta y me va bien con eso. Iré por ahí.

–¿El éxito puede ser peligroso?

–Depende de qué es el éxito para cada uno. El éxito es poder hacer lo que me gusta, estar contento y si te da de morfar mucho y rico, mejor. Compartir con la gente que quiero es ser súper exitoso. Pero se da si no lo buscás, creo que hay que hacer lo que te hace sentir bien.

–¿Te preocupa que la industria priorice algo distinto a lo que hacés?

–La música y lo artístico está por un lado, y por otro está la industria, los números, las reproducciones… En definitiva, la plata. Son cosas que corren por carriles bastantes distintos. Yo me enfoco en lo mío. Hoy no hay un género tan dominante, como quizás lo fue en algún momento el rock o el pop: hay público para todos. Mi desafío es encontrar mi propio ritmo. La industria enloquecida pretende una periodicidad de lanzamientos desmesurada. Hay gente a la que le queda súper y otra a la que no. La clave está en sobrellevar eso de la mejor manera.

–¿Lo importante es estar centrado, con los pies en la tierra?

–Este es un mundo bravo. Cada uno tiene que tener su estrategia para encontrar el eje: yo estoy en búsqueda de la mía, no lo tengo del todo claro. Los tiempos van tan rápido, hay tantas distracciones, es difícil frenar el bocho y pensar sobre lo que está pasando. Pero creo que hay que tratar de apuntar más a lo general que lo individual. La cultura actual está muy en un embudo. Todo es para la foto, el yoísmo, siempre mostrar la mejor versión y la mejor cara. Es lo que hace difícil no ocultar ciertas fragilidades. O hablar sobre ellas. Creo que por eso una canción puede ayudar para mostrar o reconocer cómo estamos. Tanto para los creadores como para los que la escuchan. «



¿Cuándo?

Conociendo Rusia se presentará el 5 de noviembre y 16 de diciembre a las 21 en el Movistar Arena, Humboldt 450.


Encuentros y sueños cumplidos

Mateo Sujatovich sabe que su camino vertiginoso hacia la popularidad tiene que ver con la solidez de su proyecto y con la calidad artística que cada canción que muestra. Cuando colegas consagrados como Fito Páez y David Lebón le permitieron darse el gusto de grabar con ellos –»Tu Encanto» y «Tiempos sin Sueños», respectivamente–, Mateo reconfirmó que venía por buen camino. “Es una especia de reconocimiento. Hay muchas formas de recibir ese apoyo. Que alguien que admirás venga y te dé la chance de compartir con él es una mano enorme para sentirte más confiado y creer que venís bien en el camino creativo que elegiste. Es un aval, un abrazo. Es como que te digan ‘dale, seguí, está bueno lo que haces’. David, por ejemplo, fue muy generoso conmigo, me invitó a cantar en una canción divina, en un disco donde participa gente retalentosa. Así que, para mí, es pura felicidad ser parte de eso. Y con Fito, obviamente, fue otra locura divina. Es, sin duda, un referente para los jóvenes que crecimos con él, un ícono zarpado. En este corto tiempo me pasaron muchas cosas muy lindas y esto es una de ellas. Uno siempre quiere tocar con gente que admira, y poder lograrlo es un sueño cumplido”, señala entusiasmado Mateo.