Daniela Fiorentino es una artista que existe entre las minorías y las transita con la fuerza suficiente como para dar cobijo a toda una tribu, en Boedo o en otros destinos. Es la programadora de Pan y Arte Casa de títeres para niños y adultos desde 2012, un lugar de referencia y refugio tan ineludible como afectuoso para muchos, niños y grandes. Desde hace un tiempo forma dupla artística con el director y titiritero Carlos Peláez, con quien realizó Tarabust, obra y compañía que cruza títeres y psicoanálisis (a reestrenar en mayo y en cartel hasta fines de junio). 

A Daniela la caracterizan diferentes facetas, del dibujo en acuarelas, las formas del clown o la instalación de objetos, aunque traspasó las áreas formales y las fronteras artísticas genéricas para estrechar las distancias y cobrar vida en los escenarios, en una espectacular fusión. 

La titiritera y dramaturga trae en su bolso unos títeres neutros, los saca y los acuesta sobre el suelo, en un arrojo cuidado y libre en acción directa, con experiencia y trayecto. Los cuerpos forman una especie de línea entreniveles con diversas formas de reposo, duermen o están, existen, en el anonimato, sin pintura y articulados según la posición que la tela y la base les permitan. 

“Así cada uno puede poner un deseo, un ausente, un futuro presente, alguien que ya querés que deje de existir o alguien a quien querés revivir”, abre la propuesta Fiorentino que incluye a los deseos, al pasado y a la existencia. Y, en profundidad, agrega: “Soy una hoja en blanco que todos los días comienza a reinventarse”.

En esta “casa” de títeres conformó un refugio para que los titiriteros se sintieran cómodos y visibles, desde la visita de jurados a la apertura del barrio del movimiento titiritil. 

-Le agregaste a este concepto de “Casa de títeres” una idea de “Puerto”, ¿no?

-El puerto también es eso, en términos regionales. Hoy estoy en Boedo, mañana en Lanús, pasado en Estocolmo. El puerto es otro sueño por donde me voy llevando, a través de las intuiciones y de una manera amorosa. Los títeres me dieron una forma de vida.

-En tu página pude ver diferentes facetas artísticas. ¿Qué te dan específicamente los títeres?

-Es una síntesis poética porque en el objeto puedo desarrollar la pintura, la palabra, lo dramático, el teatro, el vínculo con la gente, que es lo que me interesa. Soy docente de niños con capacidades diferentes. Durante mucho tiempo trabajé con chicos en situación de riesgo severa, en el CAINA (NdelaR: Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia), y en Ciudad Oculta. Esa tarea me sostiene y me trae a tierra. Hay que volver a ver cómo nos expandimos.

-¿Cuáles son los procesos cuando creás? 

-Estoy trabada en la franja de dos a ocho de mi infancia, en donde me quedo para hacer mi búsqueda, la construcción de mundo que me interesa, el misterio y la oscuridad del niño. En las acuarelas, todas tienen niños.

-Niños ocultos.

-Fui una niña ocultada y desvalida y conformada desde mi psiquis. En relación a lo neutro, mis primeros juguetes los recuerdo llenos de cosas porque les ponía significante. Y las acuarelas son niños jugando en soledad, donde hay mucho para construir.

-¿Qué sublimó los títeres neutros?

-Desde un desaparecido hasta la madre ausente, el deseo de un hijo, el deseo de una pareja, los animales. Las experiencias vienen de Cuerpo extranjero, una obra en donde había un títere grande y neutro, algo que me ronda. También con los talleres con niños down y adultos. Con ellos doy clases donde puedo manifestar a otros y manifestarme a mí la síntesis poética. Es también pintura. Lo puedo llenar de palabras y de silencios. 

-¿Qué es la titiritera para vos?

-Una buscadora de poesía. Somos actores aunque nos detenemos en el objeto porque es un mediador, está amparándonos ante el mundo. “Lo veo vivo”, decimos. He visto esto muchas veces y el titiritero se ampara en esa mediación y desaparece para aparecer fuertemente. 

-¿Cómo trabajás la gestión cultural en la programación?

-Soy muy obsesiva y dedicada. La programación tiene que ver con una estética y una ética. Quien programa espectáculos para niños debe tener una ideología. Trabajo por franjas, la primera infancia, hoy está Pequeño dragón, a volar. Hay otras por adolescencia y para toda la familia, como Mantay Grillo. Además me gusta cruzar el títere con el clown y las nuevas tecnologías. Está por venir Río Arriba, una gran obra, que cruza con la danza, el psicoanálisis y las tecnologías. Volvemos con Tarabust en mayo, y además tendrá otros rumbos. El año pasado fue muy fuerte para adultos, se destacó Salvajada de Mauricio Kartun, una obra maravillosa, un fenómeno del hecho teatral. Me interesa mucho la dramaturgia.

-También hiciste escultura y cerámica.

-Cuando me recibí, dije que nunca más iba a tocar la cerámica. Tiene mucho polvo (risas). Conocí a Carlos Gorriarena, Nine y me fui a la acuarela. Soy pariente de Antonio Berni y viví en su casa, tengo esa influencia de toda su obra en los títeres. Esos muñecos pegados, faltaba que hablaran. Durante la noche iba con mi linterna, estaba toda la obra. Odiaba a Juanito Laguna porque mi mamá lo ponía en la pared donde comíamos. Allí viví hasta los 17, ahora es una casa de patrimonio cultural. 

-¿Podrías decir en qué trabajás más fuertemente?

-En dar entidad al arte de otros. No quiero hacer cosas para mí, soy feliz con otros, en este caso la charla y la foto. La quintita es del capitalista, no es mi militancia. Quiero que nos podamos desarrollar con libertad. Y yo lo veo en el público, el adulto cuando ve y se acerca a los títeres deja abrir la puerta para poetizar y jugar.

* Pequeño dragón, a volar!, Mantay Grillo y Tarabust (desde mayo) son parte de los beneficios para los lectores socios de Tiempo Argentino.

** La programación de Pan y Arte Casa de Títeres se pude consultar aquí.