A Moris le gustaría quedarse todo el día en un café, viendo el mundo pasar, reflexionando y anotando ideas en su libreta. Antonio Birabent, por su parte, es un hacedor obsesivo que no se permite dejar cosas por la mitad. Pero llegó la pandemia y les dio la excusa y el marco casi ideal para que esos caminos volvieran a encontrarse. Así las cosas, canción va, canción viene, padre e hijo hicieron realidad su segundo disco juntos, el sucesor del emblemático Familia canción (2010).

El resultado es La última montaña, un encuentro intergeneracional que recorre en nueve canciones un legado y un presente en el que la palabra es tan importante como las melodías. “La verdad es que cuando hicimos Familia canción nunca pensamos que íbamos a volver a grabar otro disco juntos. Aquel álbum expresaba un momento puntual, una etapa nuestra muy particular. Recién había nacido mi hijo Oliverio. Pasaron diez años y cada vez que nos preguntaban si íbamos a hacer una segunda parte de aquel disco siempre decíamos que no. Y acá estamos”, destaca Antonio. Moris, como siempre, va al hueso y simplifica: “Tenía una letra, se la mostré y me preguntó qué me parecía si le ponía música. Después él tenía una letra y yo le puse música. Así arrancamos y cuando nos quisimos dar cuenta ya teníamos un disco”.

El primer corte del disco es «Porque el sol»,  una letra que Moris tenía desde los ’70, en la que frasea sobre un hijo que será padre y un padre que será muerto. Una oda al orden natural de las cosas que Antonio arropó con un aura de beatle. Todos los temas del disco juegan entre la mirada afilada, el tono poético y sonidos y ritmos heterogéneos. No es para menos. Moris es una figura fundante y emblemática del rock argentino («El oso», «De nada sirve», «Sábado a la noche» y «Ayer nomás», entre otros) y Antonio demostró en los últimos 30 años un espíritu expresivo inagotable que desarrolló en distintos campos artísticos (música, actuación, literatura).

La producción artística de este disco estuvo a cargo de Lolo Micucci y Víctor Volpi (grandes amigos y colaboradores de la familia Birabent desde hace 25 años) y del propio Antonio. Moris aporta voces, guitarra y percusión; Antonio, voces y guitarra. A ellos se les sumaron Lolo Micucci en piano, teclados y arreglos; Víctor Volpi en guitarras y arreglos; Horacio Salerno en bajo y contrabajo; y José Luis «Colo» Belmonte en batería. Lo presentarán este miércoles en el escenario del Parque Centenario, al aire libre y con entrada gratuita. “Siento una cierta ansiedad, los  nervios siempre están. Sería rarísimo que alguien dijera ‘no, yo estoy perfectamente tranquilo, para mí tocar es como  sentarme a tomar un café’. Hay una tensión necesaria que hace falta y los años no retiran”, puntualiza Moris. Antonio concuerda y solo agrega un apocado “va a estar lindo”.

–Padre e hijo se vuelven a reunir para un proyecto artístico. ¿Qué se siente hacer un disco juntos?

Moris: –Estamos contentos. Nos salió diferente al anterior. Me adapté muy bien a lo que Antonio me propuso. Tenemos un gusto similar en la forma de encarar las melodías y los arreglos.

Antonio Birabent: –Fuimos encontrando la vuelta para que todo sea natural. Igual, no fue algo buscado. No pensamos qué iba  a poner cada uno. Como tampoco lo habíamos pensado antes, en nuestro primer disco.  Sólo empezamos a escribir y la cercanía y el conocimiento familiar nos fueron abriendo el camino que teníamos que recorrer.

–¿Cómo fue su metodología de trabajo?

A. B.: –De alguna forma pareciera que no tenemos nada que hablar. Que nos vamos pasando unas letras, unas melodías, que cada uno hace lo suyo y tenemos la confianza de que el otro va a lograr llegar a un buen lugar. Eso sólo lo da el hecho de tener una relación tan cercana y de conocernos tanto. En los dos discos que hicimos no hubo un plan: cosa que yo siempre hago cuando grabo un disco por mi cuenta. Lo hicimos y listo. Fueron saliendo canciones que nos pasábamos por teléfono y después nos encontramos a darle forma juntos.

M: –Es un disco que por momentos es muy de él, por otros muy mío y en otros la mezcla está más balanceada. Cada uno conoce qué le gusta al otro. Las afinidades nos permiten que nos complementemos mejor.

–¿Habrá otros discos en el futuro? Me imagino que han quedado canciones afuera.

A.B.: ¡Si algo sobra en la familia son canciones! Tenemos cientos de letras, melodías, de ideas dando vueltas por ahí. Es más,  podrían haber sido otras canciones las que integraran este disco. Pero elegimos estas. Sentimos que había que confiar en aquellas que aparecieron primero.  Ahora son nueve, en Familia canción eran diez, pero esta vez nos gustó esta cantidad.

M: –Voy a decir lo mismo que dije en otra oportunidad: es imposible. Estamos más viejos, ha pasado más el tiempo y me parece aún más difícil. Creo que dos discos de padre e hijo está bien. Dos discos tan originales y tan fuera de lo común, ya es bastante. Pero nunca se sabe.

–¿Cuál sienten que es el hilo conductor de este disco?

M: –El enigma del tiempo. La vida, la muerte, la Ciudad y sus escenarios, la observación de la gente en las calles. Cosas psicológicas que fueron apareciendo al escribir y después uno se da cuenta que son algo recurrente.

A. B.: –Sí, sin dudas: La última montaña habla del tiempo. Está presente en todas las letras y la observación mientras todo el devenir de las cosas sigue su curso. Observar y el paso del tiempo.

–¿Cuánto influyó la pandemia para que saquen este disco?

A. B.: –La música tiene ese poder extraordinario, esa fuerza única, ha sido una compañía siempre y todavía más en la pandemia. En momentos como el que hemos pasado y que seguimos pasando, se nota aún más. Este disco se hizo realidad gracias a la pandemia. Nos dio el tiempo y la posibilidad de trabajar con tranquilidad. Yo en el 2020 saqué cuatro discos. Fue un tiempo de mucha siembra: para mí la cuarentena fue bien productiva. Estoy avanzando en un proyecto con Ariel Minimal, tengo la idea de hacer con Víctor Volpi un disco con quinteto de cuerdas, y además estoy escribiendo bastante, todo en paralelo. En este caso, con papá nos supimos acompañar y sacar adelante un disco, no fue poco. No fue rápido, pero fue fluido el trabajo y eso fue por estar más disponibles.

M.: –En lo estrictamente personal, la pandemia no me influyó, no me afectó anímicamente, tomé las precauciones y fuimos  grabando cuando pudimos, pero siento que a mí no cambio. Soy un ermitaño de por sí, así que seguí en la mía. No le prestamos más atención a la pandemia que a otra cosa. Era algo que casi no me di cuenta que pasó. El tema existe y tomamos precauciones. Quizás no salía, pero no sufrí el encierro y lo del disco se dio porque se tenía que dar, creo.  La verdad aproveché para escuchar mucha música clásica y leer todo lo que pude.

–¿Cómo ven el futuro de la industria musical?

M.: –Yo soy no soy futurólogo, empecemos por ahí. Pero te digo algo de lo que estoy seguro: lo que viene será lo que los letristas y compositores estén dispuestos a darnos. Lo que ellos decidan es lo que nos deparará aquello que está venir. Yo seguiré como hasta ahora: dejo que la  inspiración aparezca. Es verdad que era más abundante en otros años. Era una catarata. Por eso tengo tantas canciones. Gran cantidad. Ahora tengo un espíritu más crítico. Voy trabajando más calmo los detalles, pero depende de cada canción. Cada una de ellas te plantea un espíritu diferente, un enfoque diferente. No hay una formula. No es «la pongo en el molde, la meto al horno y está lista para comer». No.  Cada una es distinta. Creo que todos debemos encontrar un incentivo que nos mueva y nos apoye.

A.: –No veo el futuro tampoco, pero no me preocupa. Mi interés está en otro lado. Mi energía me sobrepasa porque siempre siento ganas de contar algo. Iré encontrando la manera de poder seguir dedicándome  a este oficio y a esta vocación como sea. Y creo que todos los interesados deberían vivirlo de esa manera. «


La última montaña

Nuevo álbum de Moris y Antonio Birabent. Lo presentan en vivo el 17 de febrero a las 20 en el Parque Centenario.



Con una pequeña ayuda de Litto

La última montaña incluye la participación especial de Litto Nebbia, otro ícono del rock argentino. Aporta su voz y melódica en «Nieva en Buenos Aires», una de las nueve canciones de este disco. Se trata de una vieja letra de Antonio, que escribió el 9 de julio de 2007, cuando efectivamente nevó en Buenos Aires. «La música es de papá –aclara–. Litto está perfecto en la canción, le mete una onda que es la que le faltaba; eso es lo bueno de poder contar con su talento, que todo lo que toca lo vuelve oro, si vale el lugar común, pero no encuentro otra analogía que describa mejor su aporte”, señala Antonio.

Es la primera vez que Nebbia y Moris graban juntos. Moris dice: “Litto Nebbia cantó muy bien, se sintió muy a gusto y rápidamente se adaptó a lo que la canción requería. Quedamos contentos con el resultado”.

El padre da crédito al hijo por la idea de juntar a las dos leyendas, aunque ese mote no le guste tanto. “Lo pensó Antonio. Se llevan bien, se tiene mucha simpatía el uno al otro, de hecho Litto le dedico una canción a Antonio alguna vez. La verdad que me puso contento laburar con alguien que ama tanto la música. No conozco a nadie que ame más la música que Litto, siempre lo digo, es de esas personas que contagia. Por suerte pudimos añadir su voz y que se fundan de maravillas con la de Antonio y la mía”, concluye Moris.



Libros de la buena memoria

Moris  siempre recalca el dinamismo de su hijo. “Antonio ha hecho mucho. Hace. Es una máquina de hacer. No sé de quién heredó eso”, bromea y afirma que la mayor capacidad de su hijo es captar las frecuencias de las situaciones y ambientes que lo rodean, destacando detalles claves. “Tiene un talento muy refinado para detenerse a mirar”, destaca.

Antonio trabajó como conductor de radio y televisión, ha escrito en diarios y revistas, prepara un libro de relatos y actualmente lleva adelante un podcast titulado La vorágine calma. Como actor Birabent participó en películas como El Impostor, Lisboa, Sabes nadar y Tango feroz (donde hacía de Moris) y series de TV como Verdad-consecuencia, Por ese palpitar y Epitafios.  Pero hoy está un poco alejado de los sets y las cámaras. “Con la actuación tengo  muy poca actividad, sólo algún par de proyectos dando vueltas. Estoy muy avanzado en un libro de relatos y observaciones que veremos cuando ve la luz, ojalá pueda ser este año. Son textos de un tipo que camina, que cuenta lo que va viendo. Están las vivencias personales, claro, pero matizadas. Estoy trabajando con Juan José Becerra, quién es a mi juicio uno de los mejores escritores argentinos”, confiesa.

Su padre también tiene un libro en gateras. Se llamará El imperio del tiempo y es un recorrido que comienza a sus 12 años. “Son mis memorias, lindas anécdotas”, resume.