El perfecto asesino

Ídolo oscuro de la generación X, malvado y amigo fiel de los millennials, el extraordinario Gary Oldman ha regalado actuaciones para todos los gustos y públicos, y, como suele suceder, fueron sus personajes populares los que le dieron no sólo fama, sino la posibilidad de hacer, por ejemplo, un Churchil inigualable. Esta lista podría empezar con su Sid Vicious de Sid y Nancy (1986), que enseñó como casi ninguna biografía o documental qué habían sido los Sex Pistols, pero por ahora las plataformas no la ofrecen en la Argentina. Así que el comienzo es para el otro film que lo convirtió en ese ídolo oscuro: El perfecto asesino (Leon, The Professional), de Luc Besson. Donde es Stan, un corrupto agente de la DEA que tiene el infortunio de cruzarse con el solitario asesino a sueldo León (Jean Reno). En medio de un juego de persecuciones, León se encuentra con una huérfana de 12 años (el debut actoral de Natalie Portman) que no puede olvidar al hombre que asesinó a su familia: ese es Stan, un tipo imposible de la mínima ternura. Acaso sólo Gary Oldman era capaz de interpretar a semejante malvado y hacerlo creíble.


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Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2


Gary Oldman es Sirius Black en la saga de Harry Potter, pero sus apariciones son intermitentes: en La Orden del Phoenix, en El cáliz de fuego y en El Prisionero de Azkaban. Pero hay consenso en que el mejor de todos fue el que compuso para la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte. El tío de Harry, al que heredó sus bienes y también el sentido de la rebeldía (fue el primero en poder escapar de Azkaban) encuentra en esta, que es la película que cierra la saga, ese lugar de recuerdo para atesorar que en las anteriores entregas se presentaba con más nostalgia, a veces hasta con reproche. Apasionante y bello final de su personaje y de la historia que lo dejó en la memoria de ese público al que vio y ayudó a crecer en un mundo en el que las cosas ya no serían tan racionales, y donde para saber de qué lado de la mecha pararse había que desarrollar otras habilidades. 


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Batman, el caballero de la noche


A esta altura de su carrera, lo que menos se podía esperar de Gary Oldman es que hiciera de un policía bueno. Pero se sabe que los grandes actores pueden afrontar cualquier papel, y suelen ser los grandes directores quienes se los imaginan en personajes antes vedados. Así que Christopher Nolan lo convocó para su gran saga de Batman como el comisionado Jim Gordon, el hombre de la ley que entiende como nadie el sentido de justicia que persigue el caballero de la noche, que no siempre es el que asiste, justamente, a lo que dictan las normas. Y de las distintas entregas dedicadas al hombre murciélago, será precisamente El caballero de la noche aquella en la que el Gordon de Oldman mejor luzca y más determinante se presente. 

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Drácula

Francis Ford Coppola revive a la criatura de Bram Stoker con la ayuda incalculable de Gary Oldman: él es el conde sediento de sangre en esta nueva versión de la clásica historia. Quien antes fuera el príncipe Vlad, que tras conocer la muerte de su prometida, Mina, vendió su alma al diablo, es el gran sostén del film. La trilogía actoral del relato la completan Winona Ryder (en la que Vlad ve a su amada Mina) y Anthony Hopkins (que venía de hacer a Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes y aquí es el profesor Van Helsing). Es decir, un elenco jugado a la ductilidad interpretativa (por más que Keanu Reeves desentone), acompañada de una estética kitsch cuasi almodovariana. Un espectáculo visual pocas veces visto, con un sentido operístico en el que Oldman juega su rol haciendo gala de todos los ademanes de los que es capaz, y, lo que es mejor aún, con el dominio absoluto de todos ellos, como para no saturar ninguna escena. 

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Darkest Hour

Acaso su pináculo actoral en el cine hasta el momento. Un derroche de actuación para dar vida a uno de los personajes políticos más ricos y contradictorios de la historia del siglo XX: Winston Churchill. Poco para decir del gran político inglés, excepto que tuvo en Oldman su más acabada y honorífica personificación. El actor inglés consigue, de la mano del director Joe Wright, que cualquiera entienda a Churchill, sus dilemas, sus debilidades, su gran visión política, su aceptación del fracaso como la parte más normal de la vida, su alegría íntima ante el triunfo, siempre pírrico, ante la opresión y el autoritarismo. 


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