La historia la escriben quienes la escriben. Y hay muchas formas de interpretarla. La serie documental de Netflix Rompan todo: la historia del rock en América Latina, producida por Gustavo Santaolalla, se estrenó el miércoles pasado y se transformó en una de las más vistas en la popular plataforma de streaming. Al mismo tiempo y como era de esperar, generó múltiples polémicas e intercambios cruzados en las redes y en la vida real.

Uno de ellos se desprende de los comentarios del ex Arco Iris en los que se reivindica como un pionero de la new wave en los primeros ’80, con la banda Wet Picnic, cuando estaba radicado en Los Ángeles. Santaolalla contrapone esa búsqueda estética al «Mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar» que Charly inmortalizó con Serú Girán.

A continuación, la carta que Santaolalla publicó en sus redes sociales:

Considero a Charly García un amigo del alma. Alguien a quien conozco de muy chico y con el que me une una amistad hermosa que hemos mantenido a través de los años.

Cuando allá por 1981 regresé brevemente a Argentina para grabar mi primer álbum solista, venía de Los Ángeles, de haber tocado en Wet Picnic (banda que teníamos con Aníbal Kerpel) y Los Plugz (banda chicana seminal en la escena punk de LA).

Luego de llegar a USA en 1978 y haberme encontrado con una escena musical para mi gusto aberrante, representada por grupos como Boston, Styx, Kansas o Journey (rock corporativo en su máxima expresión) me sentí perdido y decepcionado.

Muy atrás había quedado aquel rock que se enfrentaba al sistema, ese que l@s jóvenes del mundo habían abrazado como herramienta para expresar su insatisfacción con los abusos de poder, la injusticia, etc.

Aquel rock por el cual en mi país nos metían pres@s, nos allanaban recitales, nos amenazaban y nos perseguían. Afortunadamente ese año también, los Sex Pistols pasaron por USA dejando un reguero de pólvora que en conjunción con el trabajo de los Ramones y otros tantos (en USA y en Inglaterra), terminó de proclamar oficialmente la llegada de una tan deseada e imprescindible reformulación del estancadísimo rock de ese entonces. ¡¡¡Bienvenido el Punk y la New Wave!!!

Aníbal y un servidor sentimos ese llamado. Aparte de cortarnos el pelo y agregarle algún color, nos zambullimos en un movimiento y música nuevamente transgresores, que entre uno de sus discursos contaba con la crítica al status quo del rock que en ese momento se escuchaba.

Aunque hoy sea difícil de creer, cuando Aníbal y yo “cambiamos”, no se pueden imaginar cuánta gente del rock que antes nos seguía o conocía dijo: “¿Qué les pasó?”. El rock, aparte de haber sufrido de misoginitis aguda por mucho tiempo, ha sabido ser bastante conservador.

Es en ese contexto, que alguien a quien yo consideraba y considero de lo más grande que nuestra música y movimiento han dado, se manifestara en una canción diciendo: ‘Mientras los demás miran las nuevas olas yo ya soy parte del mar”, me chocó. Simplemente eso. Me chocó.

Siempre pensé que Charly era alguien que el público miraba y escuchaba con suma atención. Y que de alguna manera reducir la importancia de algo nuevo, tan poderoso y necesario para nuestro movimiento, no era una impronta que condecía con él y lo que siempre había representado.

¿Cómo terminó esa historia? Charly vino a las grabación de mi disco, hablamos, nos dimos cuenta que ni lo de su letra era tan grave ni mi molestia tan importante. Escuchamos varios temas, nos abrazamos como se podía en esos tiempos y ya. Se acabó. Hay cosas que no se rompen.

Años después regresé a Argentina para hacer “De Ushuaia a La Quiaca” con mi hermano León Gieco. En ese viaje me encontré nuevamente con Charly cuando me invitó a su grabación de Piano Bar. Allí me vi con él y también con Fito, con Alfredito Toth y Pablo Guyot.

Escuché esos temas maravillosos que estaban grabando y pasamos nuevamente un momento hermoso. En esta historia que comenzamos a escribir hace 50 años y que aún seguimos haciendo, hemos jugado muchos partidos.

A veces en los partidos hay puteadas: “Eh,¿no ves que no la pasás?“; “¡¡¡Bajá, te dije que bajés!!!”; “¡¡Dale, morfón!!”. Son eso, nada más, puteadas en medio de un partido.

Después, al vestuario a abrazarnos y a estar listos para jugar juntos de nuevo.

Amo y admiro profundamente a Charly. Es un amigo del alma con el cual hemos vivido momentos mágicos e inolvidables. Muchachos, muchachas y muchaches, estaría bueno que lo sepan, lo entiendan, y por favor, no rompan más.