Si bien las visitas de Santana en 1973 y The Police en 1980 fueron los primeros grandes shows de rock internacional en nuestro país, lo que sucedió con el arribo de Queen al año siguiente marcó una verdadera bisagra para la historia de los conciertos internacionales en la Argentina en particular y en Latinoamérica en general: tocaron en cinco ocasiones en Buenos Aires, Mar del Plata y Rosario, debutando el 28 de febrero en el Estadio José Amalfitani. Esta gira constituye uno de los sucesos más relevantes en la historia de la música popular en nuestro país no solamente por el inmenso impacto que generó en su momento, sino como piedra fundamental del posterior desarrollo de la actividad local. Argentina estaba siendo azotada por la última dictadura cívico-militar que, al año siguiente, entraría en guerra con el país de origen de Brian May, John Deacon y Roger Taylor, que el tanzano Freddie Mercury había adoptado como propio.

Resulta casi imposible intentar dimensionar hoy, a cuatro décadas de ese hito, lo que sintieron las multitudes que asistieron a esas noches de rock de excelso nivel en el medio de la represión. No sólo fue un debut para los músicos, también lo fue para los fanáticos que vieron por primera vez un hecho artístico de tal magnitud, con una infraestructura y puesta en escena que en la actualidad es usual pero que en aquella época tenía más que ver con la ciencia ficción que con el circuito de recitales. Fue el comienzo de un proceso de alfabetización en el lenguaje de los mega eventos, una nueva manera de percibir el aquí y el ahora aurático de las presentaciones en vivo.

Queen arribó al país en el pináculo de su carrera a partir de las gestiones del empresario Alfredo Capalbo, ágil gestor de shows de personalidades como Julio Iglesias o Joan Manuel Serrat. Además, esa gira fue la única de la banda con la formación original por estas tierras (recién volvieron luego de la muerte de su vocalista y de la renuncia de su bajista, lo hicieron junto a Paul Rogers y Adam Lambert en 2008 y 2015 respectivamente). Los músicos contaron con una férrea custodia policial y militar en todo momento, cerco que se extendió hasta en la mismísima reunión que sostuvieron -a excepción de Taylor- con Roberto Eduardo Viola, integrante de la Junta Militar que pocos días después reemplazaría a Jorge Rafael Videla como presidente de facto.

Diversos referentes de la cultura popular también se relacionaron con esta visita, personalidades que convergieron en este universo inesperado: desde Miguel Mateos y su banda Zas como teloneros hasta Juan Alberto Badía que ofició de presentador, pasando por China Zorrilla entrevistando a Freddie para la TV y por el estilista Miguel Romano quien lo atendió especialmente. El boom fue absoluto, siendo su pico máximo la aparición de un jovencísimo Diego Armando Maradona en pleno escenario durante el último show. Micrófono en mano y con una sonrisa de oreja a oreja, radiante, el ídolo se dirigió a la multitud y dijo: “Le quiero agradecer a Freddie y a los Queen por hacernos tan felices. Y ahora ‘Otro muerde el polvo’”. Sin dudas, la mejor introducción que tuvo el hipnótico bajo de “Another One Bites the Dust”.

A cuarenta años de ese acontecimiento es menester reflexionar acerca de si existe la posibilidad que vuelva a producirse algún evento de tales características. No se trata de nostalgia solamente, sino de un desafío para la escena musical actual que, si sigue este curso, se despedirá de los conciertos masivos más pronto que tarde. Ojalá no seamos nosotros los que mordamos el polvo.