«El hippie no, el flaquito narigón del teclado», dice Charly García, o alguien que se le parece bastante, al ver al entonces desconocido Fito Páez, o alguien que se le parece un poco, tocando en vivo con Juan Carlos Baglietto (en realidad, el hijo de Baglietto) en la escena que cierra el primer episodio de El amor después del amor. No sabemos si lo dijo o no, si es una leyenda urbana, un invento de los guionistas de la serie sobre la vida de Páez o algo que «Fabi» Cantilo (o alguien que se le parece muchísimo) le contó al rosarino en alguna terraza de un estudio de grabación. Lo cierto es que, como esa escena se vio en la serie de Netflix, seguramente se volverá un hecho indiscutible. Fue así. Salió en la biopic.

La exitosa serie centrada en Fito marca la primera incursión de una plataforma de streaming en el universo del rock nacional en el formato específico de la biopic, o biografía ficcionalizada de una celebridad. La TV abierta, años atrás, había repasado la carrera de Sandro en Sandro de América mientras que el cine había probado contar las vidas de Gilda y Rodrigo en 2016 y 2018, respectivamente. Yendo más atrás sólo hace falta recordar el enorme suceso que fue, en 1993, Tango feroz, sobre el mítico Tanguito. El éxito comercial las acompañó siempre, por lo que no es extraño que estemos hablando, como si fuera un conocido virus, de una nueva variante de una vieja tendencia. O, más bien, el arribo a estas playas de una moda que ya lleva varios años funcionando en todo el mundo.

Crecimiento exponencial

Convengamos que biografías de estrellas musicales han habido siempre. De Charlie Parker a Brian Wilson, de Ray Charles a Jerry Lee Lewis, de Billie Holiday a Tina Turner, pasando por muchísimas otras. Son un género probado a lo largo de la historia del cine. Pero en los últimos cinco años la oferta en ese terreno creció exponencialmente. La culpa la tiene Freddie Mercury. Bueno, no exactamente él, pero sí los que idearon una película sobre su vida a la que llamaron Bohemian Rhapsody y que, con un presupuesto de 52 millones de dólares, recaudaron… ¡910! Si a eso se le suman cuatro premios Oscar –incluyendo uno a mejor actor para la dentadura postiza de Remi Malek– la fórmula está servida.

El éxito de esa película de 2018 fue el disparador de un fenómeno que no parece detenerse. Sólo en los últimos años se conocieron biopics de Elton John (Rocketman), Elvis Presley (Elvis), Whitney Houston (Quiero bailar con alguien), Aretha Franklin (Respect), la banda Mötley Crüe (The Dirt), además de una serie sobre la relación de su baterista Tommy Lee con la actriz Pamela Anderson (Pam & Tommy, en Star+); otra sobre Sex Pistols (Pistol, también en Star+), una centrada en la dupla de música country compuesta por George Jones y Tammy Wynette (George & Tammy, en Paramount+) y así se podría seguir al infinito y más allá. Todo esto sin contar las películas y series sobre bandas ficticias o inspiradas en bandas reales pero con los nombres cambiados (tipo Daisy Jones & the Six, disponible en Amazon Prime) y mucho menos los documentales, que se hacen de a cientos por año, como es el caso de Love to Love You, sobre la diva de la música disco Donna Summer, que Apple TV estrena el viernes 19.

Beneficios colaterales

El furor por las películas y las series sobre músicos y bandas de rock pueden generar, además, muchos beneficios colaterales que exceden la recaudación cinematográfica, los alquileres digitales o el aumento de suscripciones a plataformas. Al caer las ventas físicas de discos, muchos artistas y sellos se vieron obligados a repensar cómo recuperar los ingresos económicos perdidos. Y lo que hacen estas biografías es revivir los catálogos de esas estrellas en plataformas tipo Spotify. Además, si los músicos siguen activos –como es el caso de Páez– suben las ventas de entradas a conciertos y se llegan a programar giras específicas en función del estreno de una película o serie. Se estima que las canciones de Queen triplicaron su audiencia en Spotify tras el éxito de la película y algo parecido está sucediendo con las de Fito.

No hay noticias oficiales aún acerca de nuevas series sobre músicos argentinos, pero es de suponer que el éxito de El amor después del amor generará que muchos productores salgan a conseguir o negociar derechos de las canciones o las biografías de los más diversos músicos de la escena local. ¿Cuánto tardaremos en tener la vida de Charly García en diez episodios? ¿La de Gustavo Cerati? ¿La de Luca Prodan? ¿La de Federico Moura? Es sólo cuestión de esperar a que las partes se pongan de acuerdo.

Series y películas

En el mundo angloparlante se anunciaron ya un vendaval de películas y series. Reinaldo Marcus Green (director de Rey Richard) hará una sobre Bob Marley, Lorene Scafaria dirigirá otra sobre los Bee Gees y Sam Taylor-Johnson ya está filmando una sobre Amy Winehouse (Back in Black se llamará y la protagoniza Marisa Abela). Además, Timothée Chalamet hará de Bob Dylan en A Complete Unknown, de James Mangold; Bradley Cooper dirigió y protagoniza una biopic sobre el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein (Maestro) y J.J. Abrams producirá una serie para Netflix sobre U2, escrita por el mismo guionista de Bohemian Rhapsody. Hasta Madonna coqueteó con el formato, ya que iba a dirigir ella misma su autobiografía (con Julia Garner interpretándola), pero hace unos meses decidió suspenderla y salir de gira.

El formato, por el momento, no da señales de agotamiento. La fórmula suele ser eficaz, además, porque los músicos tienen vidas bastante más intensas y dramáticas que el 99% de los mortales, lo cual debería generar material audiovisual de alto impacto. Y eso, en definitiva, es lo que las plataformas buscan y lo que suponen que el público quiere ver. Mientras sigan funcionando con los espectadores –ese, finalmente, es el límite para todo– tendremos biografías musicales por un largo rato.