No se hace viral en las redes sociales, no rota en la difusión de las radios masivas, ni se cuela como telón de fondo de las series de moda. El tango del siglo XXI carece de los anabólicos que estimulan los éxitos de gran porte. Sin embargo, no deja de crecer en cantidad y diversidad de propuestas. Sobre todo desde la tenacidad de  sus creadores, que desafían modas, caprichos y disuasivos varios. Ramiro Gallo es una de las figuras clave de este movimiento. Violinista virtuoso, compositor obsesivo y ahora más letrista que nunca, recientemente lanzó Lo que muere, renace, su primer disco de canciones, en el que reúne a su quinteto con la cantante Roma Ramírez. Lo presentarán este sábado en Pista Urbana.  

Gallo construyó una obra prestigiosa con composiciones instrumentales. También exploró el formato canción con esmero, pero en ocasiones muy puntuales. Hasta ahora. «Hace mucho que quería plasmar un repertorio de canciones propias. Siempre me sentí atraído por ese formato, más allá de que la gran mayoría de mis composiciones son instrumentales. La canción popular es un género muy poderoso. Me puse a pensar y mis primeras creaciones eran canciones, casi de cualquier género. Pero las repasé hace poco y me di cuenta de que todas tenían algo de tango. Una de ellas casi queda en el disco, pero por cuestiones conceptuales al final no la grabamos. Para mí, una buena canción tiene que tener dos cosas: una narrativa, una historia que te cuente algo de una persona real o imaginaria capaz de generar empatía. Y una o dos palabras clave que explican todo. Como sur en «Sur» (Troilo/Manzi), un símbolo que se repite como un mantra y dispara todo lo demás. Agregaría a los requisitos para una buena canción la necesidad de que la música se encuentre con la palabra y fluyan en forma natural. Traté de crear con todo eso en mente», revela.

Ramiro Gallo fue violinista y arreglador de El Arranque, una de las piedras angulares de la vuelta del tango que comenzó en los ’90. El músico nacido en Santa Fe decidió abandonar esa formación para concretar diversos proyectos con composiciones propias. Desde que se lanzó como líder editó Florece (2002), Espejada (2006), Raras partituras (2006), Suite borgeana (2007), Azul ciudad (2009), Arte popular (2010, con la Orquesta Arquetípica), Genealogía (2013, con Gallo-Méndez-Pilar), El cielo no queda tan lejos (2014) y Lo que muere, renace. La cantidad y calidad de esos trabajos es elocuente. En su flamante disco lo acompañan Federico Santisteban (bandoneón), Santiago Vera Candioti (guitarra eléctrica), Adrián Enríquez (piano), Lautaro Muñoz (contrabajo) y Roma Ramírez (voz). Ramírez es una cantante de jazz que hasta este disco no había registrado ningún tango y cuyo repertorio estaba íntegramente conformado por canciones en inglés. Por eso inicialmente la elección resultó llamativa. No sería nada sencillo responderle a un músico que trabajó con cantantes como Ariel Ardit, Lidia Borda y Pedro Aznar, entre otros.  

Pero tratándose de Gallo –un obsesivo con gran capacidad para resolver– estaba claro que no se trataba de una decisión al azar. «La verdad es que este proyecto se demoró justamente por el tema de la voz –confiesa el violinista–. Desde un principio imaginé este repertorio con el color de un registro femenino. La clave para mí era encontrar una profesional que pudiera comprometerse con el proyecto, algo que no es sencillo por los tiempos y las carreras de cada uno. En un principio trabajamos con Lidia Borda y después con Mora Martínez, pero no pudimos acomodar los tiempos. Roma tiene una gran sensibilidad de artista, una técnica depurada y se comprometió como nadie. Justo nos conocimos en un momento en el que ella se estaba cuestionando su repertorio. Hasta ese momento no cantaba nada en español. Hicimos un proceso conjunto para adaptarnos, para que ella conociera en profundidad el género y estas canciones. No grabamos hasta que estuvimos listos, y todavía seguimos mejorando. El proceso nos llevó más de tres años. Siempre apuesto a proyectos a largo plazo, me parece la mejor forma de trabajar».

Los resultados están a la vista. O a la escucha. Lo que muere, renace reúne trece composiciones de Ramiro Gallo y «Mi vieja casita», de su padre, Enrique Gallo. A nivel formal el disco se mueve entre el tango, la milonga, el candombe, la canción con aires tangueros, alguna referencia folklórica y más. Todo tocado con exactitud y expresividad. El debut de Ramírez en el género es muy auspicioso y promete todavía más. El despliegue dramático de «Vuelta a la verdad», la cadencia nostálgica de «Un patio», el lirismo sinuoso de «Otoño”, la lúdica «Fantasmas» y la confesional «Rimas sencillas» –gran arreglo de guitarra y contrabajo– marcan el norte de un trabajo que le da una nueva dimensión a la carrera de Gallo.

El violinista y compositor subraya que está entusiasmado con los resultados y que irá por más: «Obviamente, no voy a dejar la música instrumental porque es una parte muy importante de mi forma de expresarme. Pero me gustan mucho las canciones y esta no será la última vez que las componga. Tengo mucho para aprender, claro. Pero creo que este disco es una aporte para mí música y, ojalá, un granito de arena más en un escena de tango que, no sin dificultades, sigue peleando y creciendo». «