“Grunge is dead”. Corre 1994 y la remera de Kurt Cobain grita lo que su propia muerte se encargaría de hacer carne: el final del grunge en los albores de la larga década del noventa. Pero, ¿murió el grunge? “Ni a palos”, refutan les muchaches de camisas leñadoras y borcegos curtidos que hacen fila frente al Teatro Vorterix en la noche gélida del lunes.

Peregrinaron hasta Colegiales para ver a los Stone Temple Pilots, miembros del furgón de cola de aquel parnaso conformado por Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y los más oscuros Alice in Chains. Tiempos de descuento del vaquero Bush padre en Gringolandia y también del nefasto menemato neoliberal en estas pampas. Con aura más cercana al hard rock, los californianos STP se montaron –copiaron, decían muchos críticos- a la ola parida en Seattle allá por 1992. Dosis desparejas de riffs pesados herederos de Led Zeppelin, una pizca de glam, muchas canciones gigantes y Scott Weiland, frontman endemoniado, digno hijo putativo de Jim Morrison.

Peor vida

Tres décadas después, con dos vocalistas que pasaron a peor vida –Weiland en 2015 y Chester Bennington, ex Linkin Park, en 2017-, por cuarta vez los STP suben a un escenario porteño a la hora señalada. Pasan los años, pasan los jugadores, pero la fórmula sigue intacta. Los hermanitos DeLeo, refinado Robert en bajo y manos mágicas Dean en la guitarra, y el blondo baterista Eric Kretz demuestran que la máquina sigue aceitada. En las voces los acompaña Jeff Gutt, el muchacho salido del reality X Factor que sin transpirar se carga al hombro la pesada mochila de Weiland y conquista a la hinchada desde el primer alarido.

El arranque de los paridos en San Diego –los pibes se conocieron en un recital de Black Flag en las postrimerías de los ’80- es una patada voladora que te lleva de vuelta a los noventa. “Wicked Garden”, “Vasoline” y “Big Bang Baby”, tres clásicos de clásicos de la santísima trinidad hecha disco: Core (1992), Purple (1994) y el más experimental Tiny Music… Songs from the Vatican Gift Shop (1996). Gutt se estira como un gato sobre el escenario y amaga con tirarse de cabeza al campo. Abajo es un infierno encantador.

Pila de himnos

¿Quieren hits? Los STP tienen pila de himnos. Entonces estallan “Big Empty” y, obvio, “Plush”. Con “Interstate Love Song” podés cerrar los ojos, viajar sin escalas a un desierto de la Costa Oeste y recitar sin saudade un poema de aires borgeanos: “Se va en un tren al sur / Sólo ayer, mentiste / Promesas de lo que parecía ser / Sólo vi pasar el tiempo / Todas estas cosas te dije”. Del sueño americano, o pesadilla a secas, te despierta el rayo láser de los grandotes de seguridad que “marcan” a los que hacen mosh o prenden un porro. Entre nos, les trabajadores me contaron que, en su día, los patrones no pagaron extra este 1º de Mayo. Hay que seguir luchando.

El cierre es a toda orquesta con “Sex Type Thing”. Con Gutt en llamas, para apagarse se tira en un clavado perfecto al mar de cuerpos y nada a la deriva entre los brazos. ¿Quién dijo que el grunge se había ido a pique? Los STP siguen a flote. Vivitos y coleando.