A comienzos del 2020, con las medidas más restrictivas para enfrentar la pandemia del Covid-19, uno de los mayores cambios tuvo que ver con la movilidad: sólo quienes estuvieran realizando actividades consideradas esenciales podrían utilizar el transporte público. Estas medidas repercutieron directamente en la manera en que varones y mujeres se movilizaron en cada ciudad.

Para entender mejor este impacto, Grow, junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), llevó adelante una investigación sobre los cambios en los usos del transporte en la región. El objetivo era analizar cómo las políticas llevadas a cabo en cada país habían modificado la utilización del transporte. 

En relación a los resultados obtenidos en Ciudad de Buenos Aires y el AMBA, se observa que el 52,7% de las mujeres tuvo que cambiar el transporte que utilizaba antes de la pandemia, en los varones esto sucedió en el 37,5% de los casos. Es decir que para ellas el impacto de esas medidas fue mayor, mientras que ellos pudieron -en mayor medida- sostener sus prácticas.

¿Cuáles fueron estos cambios? Respecto del transporte público (colectivos, subtes, trenes), las mujeres disminuyeron más su uso (68% previo a la pandemia, a 53%), que los varones (de 58% a 52%). Lo que aumentó en el caso de las mujeres fue la utilización de vehículo particular (de 6% a 11%), mientras que en el caso de los varones ese valor se mantuvo sin modificaciones, alrededor del 13%. Una situación similar se da con la utilización de taxis y aplicaciones de transporte privado con conductor o conductora. Mientras las mujeres duplicaron la utilización de estos medios (de 7,8% a 14,1%), en los varones también se mantuvo estable (hubo una leve alza de 5,2% a 5,8%). 

¿Cómo explicar estas dinámicas? La mitad de las personas que modificaron el medio de transporte utilizado lo hizo por temor al contagio (47,4%), razón por la cual se pasa del transporte público al vehículo propio o viajes privados. En el caso de los varones, que por cuestiones de ingresos y culturales utilizan más vehículo propio, no modificaron esta práctica.

Lo que sí aumentó en los varones es la caminata (pasó de 7,9% a 14,2%), y el uso de bicicleta propia (de 7,9% a 11,4%), formas de transporte menos elegidas por las mujeres, con una probable vinculación con cuestiones de seguridad. 

Haciendo énfasis en materia de seguridad, de la encuesta también se desprende que son las mujeres las que sufren más violencia verbal y acoso sexual, tanto en el transporte público como en la calle.

De hecho, la violencia de género fue uno de los temas que puso en evidencia lo difícil de pensar esta regulación de manera universal. En abril, poco tiempo después de haber comenzado el ASPO, se habilitó la circulación a mujeres y personas lgbti que estuvieran atravesando situaciones de violencia en sus casas. Algunos meses después, en julio, también se habilitó la utilización del transporte público.

Estas excepciones, que contemplan situaciones concretas, no hace más que resaltar lo que sostenemos desde Grow, que es la necesidad de ejecutar cualquier política con perspectiva de género.