Además de ser la primera villera en convertirse en secretaria de Estado, Fernanda Miño es catequista y como militante social y política fue concejal en el opulento distrito de San Isidro, donde supo defender en el recinto los intereses de sus vecinos del Barrio La Cava. A cargo de la Secretaría de Integración Socio Urbana del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, esta mujer de 47 años expone con orgullo que durante su gestión se administraron 280 mil millones de pesos para ampliar los derechos de unas 400 mil familias y generar unos 200 mil puestos de trabajo. La funcionaria dialogó con Tiempo sobre sus tareas y el desarrollo del Programa Mi Pieza, dirigido exclusivamente a las mujeres de los barrios populares. 

– ¿Cómo surgió y en qué consiste el programa?

– El programa Mi Pieza surge de una necesidad propia de los barrios, en especial de las mujeres, porque son las que veían cómo se iban sucediendo diferentes obras de infraestructura y servicios, que las familias recibían con mucha alegría, pero nos planteaban también la necesidad de mejorar sus viviendas. Por ejemplo, cuando hacemos una conexión intradomiciliaria para dotar a la vivienda de conexiones eléctricas seguras, las mujeres muchas veces nos decían ‘por acá no’ porque querían hacer una pared en algún momento, o no podíamos trabajar porque al empujar la pared se podía caer el techo. En ese momento tuvimos la necesidad imperiosa de reunirnos con el equipo de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) y pensar cómo ayudar a las familias para que puedan mejorar sus casas. Estamos hablando de un sector enorme de nuestra población que por primera vez accede a una línea para realizar mejoras o ampliaciones en sus hogares. Así nace Mi Pieza, de esa necesidad y de una demanda propia de las mujeres de los barrios que veían, en la posibilidad de mejorar su entorno, también mejorar su casa. Y los resultados son maravillosos, el informe que presentó la UCA al cumplirse un año del primer sorteo, demuestra que las mujeres de nuestros barrios son el mejor ente ejecutor que tenemos.

Foto: Ministerio de Desarrollo Social

A fines de febrero se realizó el séptimo sorteo en el que salieron elegidas las nuevas beneficiarias de este programa que en poco más de un año ya cuenta con 200.000 mujeres que hicieron uso de este subsidio en más de 4.300 barrios populares de todo el país, para el cual el gobierno nacional destinó 50.000 millones de pesos para que las familias realicen mejoras, ampliaciones y refacciones en sus hogares.

Según el mencionado informe de la UCA, ya se ejecutó el 87% del presupuesto total de los 173.000 mejoramientos habitacionales y el 50% de las mujeres ya finalizó su obra. El relevamiento, presentado en octubre, destaca la perspectiva de género del programa al considerar que tiene en cuenta el diagnóstico del Relevamiento Nacional de Barrios Populares que estipula que “el 64% de los hogares tiene como responsable a una mujer”.

“Reconoce el rol protagónico de las mujeres en los barrios populares. Se dirige a las mujeres, incentivando un espacio para la toma de decisiones e implementación de la política de mejoramiento de vivienda”, indica el trabajo de la universidad, que además precisa que al “mejorar la vivienda en base a los usos y funciones de la mujer, permite que la obra a realizar sea pensada y planificada por una mujer, en base a sus necesidades. Esto, además reconoce que las mujeres son quienes mayor tiempo dedican a las tareas domésticas y de cuidado”.

Foto: Ministerio de Desarrollo Social

– ¿Por qué está dirigido a mujeres?

– Este programa ayuda a reducir la brecha de género porque reconoce el rol y el trabajo de las mujeres más humildes de la Argentina y les da la posibilidad de decidir. Ellas mismas cuentan lo que surge cada vez que sale el sorteo, que se reúnen en familia y pueden decidir por dónde empezar, cómo utilizar el dinero. Creo que eso ayuda y reconoce el trabajo de las mujeres en sus hogares pero también nuestro rol en los barrios populares, más teniendo en cuenta todo lo que se hizo en comedores o en una olla para paliar la pandemia. Además, Mi Pieza impulsa redes de mujeres en los barrios, fortaleciendo la comunidad a medida que se acompañan en sus proyectos. Y en los casos de violencia de género o en familias donde solo la mujer trabaja y no puede salir adelante con su pequeña entrada económica, Mi Pieza ha podido aportar a esa independencia, que fortalece la esperanza y acompaña el esfuerzo de las familias, sabiendo lo que implica en la vida cotidiana de muchas mujeres solas a cargo de una casa. Soy una mujer de un barrio popular que ha vivido en ese hacinamiento, crecimos con mis 8 hermanos en una casilla de madera, durmiendo todos juntos. Sé lo importante que es para una mamá que sus hijos puedan tener intimidad, o tener un baño dentro del hogar. A mi personalmente me vuelve la vida hacia atrás porque estoy convencida que si cuando éramos chiquitos hubiese existido un programa así, mi mamá hubiese llorado menos.

– Cómo referenta social en barrios vulnerables de la zona norte del Conurbano, ¿qué materias pendientes hay para con el sector? ¿de qué manera su experiencia en el territorio le aportó a la gestión?

– Sabemos que falta mucho por hacer, pero creo que nuestra gestión, y lo digo con mucho orgullo, es inédita. No solamente en Argentina, sino en toda la región. Hemos puesto en marcha por primera vez en nuestra historia una maquinaria, una locomotora digo yo, que está financiando más de mil obras de integración en todas las provincias y creando nuevo suelo urbano, para que las nuevas generaciones puedan proyectar el futuro de sus familias en un barrio planificado. Mientras, garantizamos capacitaciones y formación en oficios para los vecinos y vecinas, generamos articulaciones con los diferentes niveles del Estado, cooperativas, sindicatos, organizaciones sociales y las iglesias, e integramos también al sector privado. Hicimos mucho hasta acá, con una política nacional nueva y en una gestión atravesada por una pandemia mundial, pero sabemos que aún falta mucho por hacer. El acceso a los servicios básicos es lo que hace la diferencia entre quienes vivimos en un barrio popular y quienes no. Contar con calles y veredas en condiciones también, es una deuda pendiente de hace mucho tiempo. Al día de hoy lo sufrimos en nuestro propio barrio al no tener la posibilidad de calles abiertas, en casos de emergencia donde la ambulancia o los bomberos no pueden acceder. Nuestros barrios han sido construidos históricamente por familias que, como la mía, quedaron al costado del camino y necesitaban tener un lugarcito. Pero ahora nos acompaña el Estado.

El informe de la UCA también brinda detalles de cómo y quiénes utilizaron los recursos: El 56% de las beneficiarias tienen entre 25 y 35 años y el 80% está compuesto por personas entre 25 y 45 años; 3 de cada 4 beneficiarias declararon que son ellas las que se ocupan principalmente de las tareas de cuidado en el hogar; antes de la obra, el 41% de las viviendas tenía una habitación mientras que un porcentaje similar contaba con dos. Después de la obra, solamente el 13% de las viviendas cuenta con una habitación, la mitad con dos y casi el 30% con tres.

Además de las obras principales, las beneficiarias del programa realizaron otras obras de manera complementaria. Dentro de quienes realizaron trabajos complementarios, el 37% ha mejorado el techo de la vivienda, el 34% las paredes y tres de cada diez el piso. Al mismo tiempo, cerca de una de cada cuatro ha mejorado aberturas y ha realizado arreglos menores de plomería o electricidad, añade el estudio. Entre otros puntos, el programa se destaca por «mover» la economía en los comercios de las inmediaciones de los barrios; el 40% de quienes percibieron el monto de 240.000 pesos (el mayor que se podía otorgar) empleó a cuatro o más personas.

Foto: Ministerio de Desarrollo Social

“Estamos trabajando fuertemente para consolidar esta política como una Política de Estado, que sea sostenida y profundizada por todos los gobiernos, como vienen pidiendo las organizaciones sociales y la iglesia nucleados en la Mesa Nacional de Barrios Populares. Se que no alcanza con la integración social y urbana de los barrios populares para construir la Argentina feliz y justa que soñamos, pero también estoy convencida que no es posible siquiera tener un país serio con millones de compatriotas viviendo sin acceso a servicios fundamentales como el agua potable. Esa Argentina que soñamos será posible si garantizamos que todos los niños y niñas puedan crecer con el piso mínimo necesario para desarrollarse dignamente y ser felices”, concluye la funcionaria.