La conclusión tantas veces pronunciada no deja de ser brutal: vivir en pueblos fumigados aumenta el riesgo de padecer y morir de cáncer. El estudio científico elaborado por el Instituto de Salud Socioambiental (ISS) de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y publicado en la revista Clinical Epidemiology and Global Health confirmó que la mortalidad por cáncer en la población de 15 a 44 años que habita ocho localidades de la zona agroindustrial de Santa Fe es 2,5 veces mayor que en el resto del país.

El trabajo “Incidencia de cáncer y tasas de mortalidad en localidades rurales argentinas rodeadas de tierras agrícolas tratadas con plaguicidas”, a cargo de los investigadores Damián Verzeñassi, Alejandro Vallini, Facundo Fernández, Lisandro Ferrazini, Marianela Lasagna, Anahí Sosa y Guillermo Hough, encuestó a 27.644 personas de Acebal, Arteaga, Chabás, Luis Palacios, San Genaro, Sastre, Timbúes y Villa Eloísa que representan casi el 70 por ciento de la población total de esas comunidades.

“Estas localidades –justifican los autores– fueron seleccionadas para el estudio debido a su intensa actividad agrícola, ya que hasta el 80% de la superficie que las rodea son destinadas a la producción de cultivos asociados a pesticidas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) estimó que en Argentina se utilizan tres veces más pesticidas por hectárea cultivable que en Estados Unidos o España”.

Los datos revelados en el estudio fueron obtenidos durante el período 2010-2019 a través de los Campamentos Sanitarios realizados como examen final de la Carrera de Medicina de la UNR.

“El resultado es preocupante, pero no es nuevo, no es algo que sorprenda. Lo cierto es que las comunidades vienen planteando esta situación hace años”, remarca Verzeñassi y agrega: “El único argumento que han repetido sistemáticamente los que tienen que tomar decisiones para no reconocer nuestro trabajo era que no estaba publicado; ahora no lo tienen más y eso me parece lo más importante. Que una de las 50 publicaciones científicas más prestigiosas del mundo publique nuestro trabajo es una validación de la ciencia tradicional, de la metodología de trabajo que hemos hecho y de los resultados que hemos obtenido. Más allá del reconocimiento al equipo, lo que está haciendo la comunidad internacional es ratificar lo que los pueblos vienen planteando hace más de 20 años: este modelo agroindustrial de venenos no ha hecho más que enfermarlos y matarlos”.

Expuestos

De acuerdo al relevamiento, en la población joven (15 a 44 años) la probabilidad de morir por cáncer es 2,48 (mujeres) y 2,77 (hombres) veces mayor en las localidades estudiadas en comparación con el resto del país. El porcentaje de fallecimientos por cáncer cada 100 mil habitantes del universo expuesto a pesticidas fue del 30%, mientras que a nivel nacional la cifra no superó el 20 por ciento (19,8).

La incidencia de los distintos tipos de cáncer también fue mayor en estas localidades que en el resto del territorio nacional. Mientras en la población general, por ejemplo, el cáncer de mama, útero y ovario representan el 51% de las muertes por esta enfermedad, en las localidades analizadas representa apenas el 22%, lo que significa un aumento de la mortalidad por cánceres menos frecuentes en las personas expuestas. También se estableció que en la población masculina de estas localidades la mortalidad por cáncer de colon representa el 30% de las muertes, una cifra mucho mayor al 8% que se da en la población general.

“Algunos tipos de cáncer –aclara la investigación– se han relacionado con plaguicidas específicos, por ejemplo, el Linfoma No Hodgkin al glifosato o el cáncer de pulmón al 2-4-D, pero explicar la presencia de tipos específicos de cáncer en las ocho localidades es difícil debido a la amplia gama de ingredientes activos utilizados en los plaguicidas. Los datos bien documentados sobre el aumento de la genotoxicidad debido a la exposición crónica a plaguicidas, tanto en niños como en adultos, pueden conducir a diferentes tipos de cáncer dependiendo del geno-fenotipo de cada individuo”.

“Esta ratificación de lo que venimos diciendo siempre –concluye Verzeñassi– hay que hilvanarla con los trabajos que demuestran la presencia química en agua de lluvia, en los daños genéticos que experimentan las personas que viven a menos 1000 metros de los campos fumigados, en la investigación que demostró la presencia de venenos en los peces. Ya no tienen ninguna excusa los que hablan de la falta de datos científicos que demuestren que los agrotóxicos enferman y matan”.