El 22 de diciembre de 2000, mediante un spot televisivo, el presidente Fernando de la Rúa repasaba los aciertos de su gestión (entre ellos el salvataje millonario del Fondo Monetario Internacional) y prometía un futuro próspero para el país. “La Argentina es segura y previsible, ahora podemos crecer en paz. El 2001 será un gran año para todos. ¡Qué lindo es dar buenas noticias!”. La última frase, a la vista de lo que terminó siendo aquel 2001, enseñó –de una manera brutal– a desconfiar de los anuncios oficiales. 

El lunes, el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo publicó en sus redes sociales lo que inmediatamente fue promocionado como un “guiño” o “gesto” hacia el campo. “Durante el mes de abril vamos a estar tomado las siguientes medidas para favorecer al agro: baja de aranceles de herbicidas y mejora de aprobaciones de los permisos de Senasa. Los herbicidas a base de Atrazina, Glifosato y 2-4-D bajarán del 35% al 12.6% (que es el Arancel Común vigente para el Mercosur). A su vez reduciremos el arancel de la Atrazina primaria, desde el 24% actual al 10.8%”.

La “buena noticia” de Caputo tiene una interpretación convenientemente silenciada: el guiño, en realidad, es al agronegocio (luego de cerrar el Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena) y su modelo de producción basado en el paquete tecnológico que inunda los campos de plaguicidas con el consecuente daño para el ambiente y los cuerpos expuestos.

Daños probados

Gobiernan para el agronegocio. Paquete tóxico más barato y menos impuestos. Agradecen Monsanto, Syngenta y la Sociedad Rural. Vos seguí ajustándote”, fue la reacción en redes sociales del abogado ambientalista Enrique Viale al anuncio de Caputo.

El médico y director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, Damián Verzeñassi, prefirió usar la red social X para recordar los peligros de la exposición a los agrotóxicos.

“Atrazina, Glifosato y 2,4D son químicos que, la ciencia ya ha demostrado, operan en mamíferos como disruptores endócrinos, es decir, alteran nuestras hormonas. Los tres están asociados a daño en la glándula tiroides y problemas reproductivos”, enumeró.

En otro tuit detalló: “Atrazina: tóxico para células de glándula mamaria, asociado a cáncer de mama en mamíferos. Glifosato: interfiere en regulación del ácido retinoico, altera genes hox, responsable de malformaciones de línea media en vertebrados. 2,4D: asociado a abortos espontáneos”.

Pueblos fumigados y enfermos

Hace un año, el estudio científico “Incidencia de cáncer y tasas de mortalidad en localidades rurales argentinas rodeadas de tierras agrícolas tratadas con plaguicidas”, elaborado por el Instituto de Salud Socioambiental (ISS) de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y publicado en la revista Clinical Epidemiology and Global Health confirmó que la mortalidad por cáncer en la población de 15 a 44 años que habita ocho localidades de la zona agroindustrial de Santa Fe es 2,5 veces mayor que en el resto del país.

El trabajo, a cargo de los investigadores Alejandro Vallini, Facundo Fernández, Lisandro Ferrazini, Marianela Lasagna, Anahí Sosa, Guillermo Hough y el mencionado Verzeñassi, encuestó a 27.644 personas de Acebal, Arteaga, Chabás, Luis Palacios, San Genaro, Sastre, Timbúes y Villa Eloísa que representan casi el 70 por ciento de la población total de esas comunidades.

“Estas localidades –justifican los autores– fueron seleccionadas para el estudio debido a su intensa actividad agrícola, ya que hasta el 80% de la superficie que las rodea son destinadas a la producción de cultivos asociados a pesticidas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) estimó que en Argentina se utilizan tres veces más pesticidas por hectárea cultivable que en Estados Unidos o España”.