El joven yagán Maish Kensis fue llevado prisionero al Museo de La Plata en 1886, bajo las órdenes del perito Francisco Pascasio Moreno. Falleció de tuberculosis adentro de la institución científica en 1894, y sus restos fueron exhibidos en la vitrina durante más de cien años junto a otros miles de indígenas. Días atrás, aprobaron su restitución a Chile junto a otros tres cuerpos. Este lunes el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) también subscribió que restituyan a Patria y Pecho Alegre, dos caciques tehuelches, a su comunidad en Santa Cruz.

“Un prisionero de la Ciencia”, lo definió a Tiempo el antropólogo Fernando Miguel Pepe, del INAI, y acotó: “Fue obligado a trabajar para el ‘Perito’ Moreno. Falleció de una enfermedad curable para la época, lo descarnaron y lo exhibieron en una vitrina, de donde logramos retirarlo el 22 de agosto de 2006. Ahora vamos a restituirlo a la comunidad yagán de Bahía Mejillones, en Puerto Williams, frente a Ushuaia, lo que constituye un acto de reparación histórica para todos los pueblos originarios que sufrieron el genocidio, y también en cierta medida para la antropología misma”.

Junto a Maish Kensis se restituirá al pueblo yagán los esqueletos de un niño fallecido en 1885 en el canal del Beagle, donado al museo por el Conde Tonnini del Furia; el de una mujer, entregada por el Coronel Godoy en 1898, y el cráneo de un hombre de las antiguas colecciones del museo. La restitución de los cuatro yaganes fue aprobada el viernes de la semana pasada por la Facultad de Ciencia Naturales y Museo, de la Universidad Nacional de La Plata, en una reunión virtual del Consejo Directivo. Se trata de la segunda restitución internacional por parte del Museo de La Plata, luego de la concretada con la niña Damiana a las comunidades Aché del Paraguay, exactamente una década atrás. El cuerpo estaba en el Museo de La Plata. Su cráneo, en Alemania. Pepe lo define como «un rompecabezas del horror».

Los tiempos burocráticos suelen ser un escollo para estos casos: el pedido de Kensis se inició en 2008. “Las restituciones constituyen una de las políticas más significativas que desarrolla nuestra facultad y se consolida como un proceso de reparación histórica hacia los pueblos originarios. Tenemos el enorme desafío de visibilizar la historia negada y romper con la complicidad de institucional sostenida desde hace más de cien años en nuestra propia casa de estudios en nombre de la ciencia, por eso también abrazamos la inmensa labor del colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación e Antropología Social) en el acompañamiento de las comunidades», enfatizó la consejera de la agrupación Frente Natural, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Melina Cianis, en el Consejo Directivo.

Kensís tenía apenas 22 años cuando murió. De acuerdo al libro “Antropología del Genocidio”, del Colectivo GUIAS, el antropólogo holandés Ten Kate, autor de «Materiales para servir a la antropología de indios de la República Argentina», escribió: “Habiendo dejado a este indio vivo, luego de una larga ausencia del museo, encontré su cerebro y su esqueleto en las vitrinas de nuestras galerías antropológicas”.

Patria y Pecho Alegre

El Museo de La Plata también contiene los cuerpos del cacique “Patria”, inventariado en las colecciones del Museo platense bajo el número 1838; y el cacique “Pecho alegre”, que figura con el número de inventario 1839, según consta en el pedido de restitución presentado por la Comunidad Tehuelche “Cacique Francisco Vera” ante el INAI, que aprobó sus restituciones este lunes. Así, volverán a su comunidad en Santa Cruz.

En el libro “Antropología del Genocidio”, Fernando Pepe sostiene que el conocido explorador y coleccionista de cráneos Ramón Lista realizó un dibujo y una descripción de Pecho Alegre que eran “humillantes”. En relación a Patria, quien lo llevó al Museo de La Plata fue el coleccionista Possi, que además está involucrado en el asesinato de un “Picunche” en Santa Cruz, durante la misma expedición de la que se traen el esqueleto ahora reclamado.

“Entendiendo que esta restitución es una reparación necesaria para nuestro pueblo, que nuestros ancestros deben descansar en paz según dicta nuestra cosmovisión ancestral le solicitamos una rápida resolución a nuestra demanda”, reclamó la autoridad de la comunidad Tehuelche de Santa Cruz, Víctor Paisman Vera.

El Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas, del INAI, trabaja en otras restituciones. La más representativa es la del Toki Calfucurá. Los restos de este líder mapuche que comandó estratégicamente a su pueblo durante décadas en gran parte de la Patagonia, desde la zona cordillerana hasta las pampas, llegando a comercializar con Juan Manuel de Rosas, serían restituidos a su comunidad de origen el 4 de junio de 2021, aniversario de su muerte. Tanto había sido el encono de las fuerzas roquistas que, durante la mal llamada Conquista del Desierto, lo profanaron en el paraje Chillihué, de La Pampa, donde permanecía enterrado, y llevaron su cráneo al Museo de La Plata. Hasta los años ’40 se exhibió al público con otros 5.000, en la muestra “cráneos araucanos” cual trofeos de guerra.

«Es muy complejo, porque hay numerosas comunidades y organizaciones reclamantes. Se acordó por unanimidad que va a ser restituido al Lof de San Ignacio, de Neuquén, donde ya se encuentran los restos de su hijo, Manuel Namuncurá, y su nieto, Ceferino Namuncurá, el beato, pero aún las comunidades están discutiendo dónde lo enterrarán, si ahí o en Chillihué», explicó Pepe a este diario.

La próxima restitución será la de tres hombres wichí, que forman parte de la colección de restos humanos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata: uno asesinado en el Ingenio Ledesma en 1921 por el mayordomo del ingeniero; otro en 1881 por el Ejército argentino; y el tercero, un cacique muerto a machetazos en 1907 en Ingenio la Esperanza. «Habíamos pensado restituirlos el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, pero por la pandemia se pospuso para 2021», comentó Pepe.

También trabajan en la restitución de Mitchel, un mapuche asesinado en Santa Cruz, en 1888, por el cazador del Museo de La Plata, Antonio Possi. Lo enterró la comunidad pero una nueva expedición del museo comandada por el propio Possi profanó su tumba diez años después y se lo llevó a La Plata donde lo expusieron durante décadas en las vitrinas del museo. Hoy sólo resta la aprobación de las autoridades de la institución científica para poner fin al largo calvario.