A Pablo Bernasconi formularse preguntas y buscar respuestas es algo que le resulta familiar desde chico, cuando se mudaron a Bariloche. Su mamá entró a trabajar al Instituto Balseiro y la Comisión de Energía Atómica (CNEA), su papá a INVAP. Y una pregunta se distingue del resto. Tan central como angustiante: qué es el infinito. Bernasconi, ilustrador, lo plasmó en el libro El Infinito, de 2018, que contiene «una serie de definiciones tipo haikus que describían mis formas de entenderlo, porque no hay un solo infinito sino que hay muchos». Pero la inquietud no quedó ahí: dedicó los últimos tres años a describirlo desde conceptos de diferentes disciplinas, a través de obras e intervenciones que funcionan como metáforas explicativas. Y los plasmó en una muestra interactiva que se puede visitar desde este fin de semana en el Centro Cultural de la Ciencia C3. En una sociedad híperactiva que busca tapar las angustias y evitarse las preguntas, la única certeza ante el inabarcable infinito podría hallarse el poder de la creación.

-¿Por qué el infinito?

-Luego del libro entendí que quedaba mucha tela para cortar, espacios por llenar, no sólo desde lo literario, que era la parte sobre la que había avanzado, sino sobre otras visiones, por ejemplo de la ciencia y la filosofía. Empecé a investigar, convoqué a gente del Balseiro, del Conicet, de la Universidad del Comahue, del INVAP, para que me contaran sobre ciertas dudas que tenía, como los agujeros negros, los límites del Universo, la Astrofísica, la Cuántica, las Matemáticas, hay un montón de lugares posibles para observar el infinito. Y me puse a tratar de traducir toda esa información con artefactos metafóricos que explicaran lo que me acababan de contar. Hay más de 30 objetos o artefactos metafóricos en la muestra que traducen lo que me explicaban estos profesionales. Son temas muy complejos que busqué traducir de manera poética y lúdica. Por ejemplo, la Paradoja de Olbers. Un astrónomo matemático se preguntó por qué si el cielo fuese infinito y en cualquier línea que mirásemos habría una estrella, entonces es negro de noche. En la muestra hay un artefacto hecho de paraguas, pequeñísimas figuras humanas, todo como una traslación desde el humor en clave de guiño hacia el espectador. También está el Principio de incertidumbre de Heisenberg, donde concluyó que es imposible verificar los dos factores que harían que pudiésemos observar un electrón a nivel subatómico: posición y velocidad. Podes tener una, pero no la otra. A partir de eso generé espacios de ilusión visual donde te sea imposible sostener la mirada. Fui explorando porque para mí todo esto es un juego.Desde cada disciplina los infinitos son distintos. Con el de la Filosofía podemos avanzar en ciertas direcciones para ir entendiendo pequeñísimas partes de preguntas: dónde termina todo si es que termina, y qué empieza después. La muestra también tiene mucha presencia de Borges, Kafka, y hasta Frank Zappa. En todos los casos la pregunta genera una angustia plena, es tan trascendental y existencial, que quedamos pequeñitos. Un vacío que idealmente la muestra intenta llenar como un bálsamo.

-La muestra coincide con la novedad del telescopio James Webb. ¿Ese proyecto alterará la idea de infinito?

-Sí, seguramente. Imaginate que hace solamente cien años no podíamos ver más allá de nuestro sistema solar. No teníamos forma de comprobar que estamos inmersos en un sistema de miles de millones de galaxias, cada una con sus estrellas. Y esto recién empieza, porque el telescopio tiene una vida útil de 20 años. Seguramente vamos a extender lo que hoy conocemos como la frontera de nuestro universo observable. Ahora llegamos hasta los 13.800 millones de años que nos permite la luz.

-La exposición arranca en vacaciones de invierno. ¿Qué relación hay entre la pregunta por el infinito y la niñez?

-Es un momento crucial en cuanto a que se hace la pregunta que cambia para siempre su mirada del futuro, del universo y sobre él mismo: saber que esto no termina acá a mi alrededor, en mi planeta, en mi galaxia. Cuando nos hacemos la pregunta de qué hay más allá cambiamos trascendentalmente. Por eso la pregunta es tan aterradora y pavorosa: sabemos que no encontraremos a nadie que nos de la respuesta para tranquilizarnos. Incluso hay gente que nunca se hace la pregunta o trata de patearla lo máximo posible. Y hoy, que todo alude a lo efímero y la capacidad de atención (que lo tuve en cuenta en la muestra) es cada vez más corta, es importantísimo la seducción a través del arte y de la metáfora.

-Al presentar la muestra dijiste «Lo que sabemos, que siempre es poco, depende de lo que creemos, que nunca es mucho. Y así está el mundo».

-Tiene que ver con la relación entre la belleza y la verdad. La verdad es un anclaje necesario, comprobable en la mayoría de los casos, pero la belleza tiene un anclaje mucho más verídico, te acerca a cosas o entendimientos que a veces la verdad deja de lado.

-¿Qué es el infinito?

-La muestra empieza y termina con una obra hecha de lápices, con un ojo grande. Dice: El infinito es el ojo de un artista justo antes de empezar a dibujar. Para mí ese es mi infinito: todas las posibilidades que se abren cuando empiezo, sabiendo que no podré llegar a completar todo. Esa búsqueda es mi infinito. «

Pablo Bernasconi
Un universo de preguntas

La lemniscata; los agujeros negros, los multiversos, la edad del universo; Spinoza y la teoría de los modos infinitos, Schopenhauer y la voluntad, la caverna de Platón, Pascal y los dos infinitos; la melodía infinita de Wagner, Borges; la serpiente de uróboros, los laberintos, el Ave Fénix, el Karma. Todos confluyen en la muestra interactiva El Infinito. Se puede visitar de miércoles a domingos, de 12 a 19, en el Centro Cultural de la Ciencia C3, con entrada libre y gratuita.