Los ferroviarios y los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires están acostumbrados a perder. El gobierno de turno, como en los ’90, volvió a echar a cientos de trabajadores. Pero ahora las comunidades están organizadas y resisten como pueden la decisión gubernamental de cerrar Ferrobaires, la empresa estatal bonaerense de trenes de pasajeros que hasta hace un año y medio atrás unía cientos de poblaciones.

Los abrazos a las estaciones, la junta de firmas, las reuniones de los trabajadores con los funcionarios y concejales se multiplicaron a lo largo de los ramales víctimas del vaciamiento. Cada localidad buscó revertir la medida, aunque en muchos casos debieron conformarse con mantener los puestos de trabajo. Ni siquiera los pueblos de donde son oriundos el presidente Mauricio Macri y la vicepresidenta Gabriela Michetti, Tandil y Laprida respectivamente, se salvaron del recorte (ver aparte).

Crónica del vaciamiento

A las 6:10 del 30 de junio de 2016, una formación de Ferrobaires chocó con una del Belgrano Cargas a la altura de Rawson, Chacabuco. Hubo 28 heridos. Horas después, la gobernadora María Eugenia Vidal suspendió los servicios del tren de pasajeros para «preservar la seguridad de los usuarios y operarios». La mayoría de las estaciones nunca volvió a operar.

Un año y medio después, en diciembre de 2017, Vidal firmó un decreto que fijaba para el próximo 15 de marzo la transferencia definitiva de la Unión Ejecutora del Programa Ferroviario Provincial (Ferrobaires) a la órbita de Nación a través de Trenes Argentinos Operaciones (Sosfe). Pero el ministerio de Transporte que conduce Guillermo Dietrich sólo reubicó a 1200 de los 3000 trabajadores. Antes de 2016, funcionaban cuatro de los siete ramales que tenía la empresa. Ahora, Nación sólo reactivó dos: Constitución-Bahía Blanca y Retiro-Junín.

«Nos mintieron diciendo que el servicio sería restablecido. Miles de trabajadores quedaron en la calle y varias localidades y pueblos, aislados», contó a Tiempo Jorge Ceballos, secretario general de Libres del Sur y director de VIAS, que en noviembre lanzó una consulta popular en 100 municipios bonaerenses de la que participó medio millón de personas pidiendo que vuelvan los trenes.

Pueblos que resisten

Marcelo García es el jefe de Estación de Sierra de la Ventana. Su hermano Rubén, de la localidad vecina de Saldungaray. Apenas adolescentes siguieron el destino de su padre, que murió siendo jefe. De él aprendieron el oficio. En los ’90 se quedaron sin trabajo y a la década siguiente lo recuperaron. Hoy lo volvieron a perder.

Rubén fue obligado a jubilarse mientras que Marcelo tuvo más suerte: «El 6 de febrero escribí en Facebook sobre la angustia que sentía y a los dos días el intendente Sergio Bordoni (Cambiemos), con quien no tenía ningún trato, me comunicó que siempre vio con buenos ojos lo que yo hacía por mantener la historia y los elementos del ferrocarril», indicó a Tiempo.

Así fue que ambas estaciones, por un acuerdo con Nación, pasarán al municipio de Tornquist: la de Sierra de la Ventana se convertirá en museo y Marcelo será el empleado municipal a cargo. La estación de Saldungaray, en cambio, se transformará en estación de ómnibus.

Fabio Juárez, de 50 años, será el último jefe de Estación de Laprida. Su padre fue relevante general del Ferrocarril y su abuelo fue jefe de Estación de Las Flores. «Es la segunda vez que me pasa esto. Más allá del dolor que tengo, esta vez me lo veía venir. Hasta fines de marzo tengo mi trabajo y luego le tendré que dar la llave al intendente, porque desde la empresa ni vienen para estos lados», resumió el trabajador, quien consideró que «los trenes de carga tienen que subsidiar al de pasajeros. Siempre fue así y es mentira que den pérdida. Eso lo metió en la cabeza el menemismo».

Las historias de lucha se hicieron colectivas más allá de las grietas. Muchos intendentes lo entendieron y decidieron intervenir. En 25 de Mayo el kirchnerista Hernán Ralinqueo le pidió en una carta a Vidal que reubique a los 20 trabajadores de la ciudad «en organismos provinciales» de la zona. «La región viene muy castigada por el achique del Estado y pedimos desesperadamente por esos puestos», le dijo a la agencia DIB. Una medida similar adoptó el mandatario macrista de Bragado, Vicente Gatica, que busca una solución para los 16 trabajadores echados de su comuna.

A contrarreloj, mientras algunos trabajadores reciben telegramas, otros acuerdan jubilaciones anticipadas o retiros voluntarios. Los que tienen mejor fortuna serán reubicados en otros puntos de la provincia donde se decidió que el tren y sus pueblos no mueran.

Los terruños de Macri y Michetti

«No seríamos justos si le echamos toda la culpa al gobierno, aunque es cierto que el golpe de gracia lo dio María Eugenia Vidal», explicó a Tiempo Alfredo Fisher, intendente peronista de Laprida, ciudad natal de Gabriela Michetti. Fisher recordó varios encuentros por el tema con funcionarios nacionales. “Dijeron que era un servicio que no se podía mantener, con una mirada de mercado y sin la convicción de que es un elemento importante para el desarrollo federal de distritos como los nuestros.»

En Tandil, donde Macri dio sus primeros pasos, los 14 trabajadores echados se reunieron varias veces con el intendente de Cambiemos, Miguel Ángel Lunghi, y con los concejales, quienes le pidieron a Nación y Provincia revertir los despedidos y que el tren turístico Gardey-Vela y el de pasajeros Tandil-Constitución, vuelva al ruedo. «Hace dos temporadas que se registra una merma importante de reservas turísticas por esta cuestión», sentenció Hugo Urrutia, quien será a partir de abril el último jefe de Estación. «