En la ciudad de Tartagal, ubicada al noreste de la provincia de Salta, una joven de veintiséis años recibió un diploma y un premio en reconocimiento al trabajo que realiza reciclando botellas de plástico para la elaboración de plásti-ladrillos. Su cortometraje, el que hizo amateur, muestra la tarea que realiza y obtuvo el segundo lugar en un festival local. El objetivo es construir viviendas para la gente del barrio, la comunidad wichí y de esta manera cuidar el medio-ambiente. 

La historia de María Espinoza está llena de nostalgia. Su mirada transmite el sufrimiento y la tristeza de todo un pueblo, culpa de la miseria y el olvido social que padece Tartagal. Ella está a cargo de su mamá, sus ocho hermanos y es la única referente del hogar. Con mucho esmero trabaja todos los días, de sol a sol, aplastando botellas con los pies para poder llevar comida a su casa. En los últimos días recibió un reconocimiento simbólico de la Municipalidad de esa ciudad: pero lo real es que la joven y sus compañeras necesitan recursos.

El trabajo sostenido en el tiempo que la joven realiza empezó hace tres años cuando se acercó a Fundación Narices Chatas y pidió a la referente Fabiola Soria que “me enseñe a fabricar ladrillos para poder hacer mi casa, mejorar mis condiciones de vida y las de mi familia”, contó  María, a Tiempo. Continuó relatando que “con mis compañeras también construimos baños para la comunidad wichí que está totalmente desprotegida, así es la vida en Tartagal, muy triste”.

Se trata de una familia que fue muy lastimada, la mamá de María sufrió violencia de género durante mucho tiempo, de esa relación problemática y traumática nacieron nueve hermanos, uno de ellos está preso. Finalmente su madre pudo separarse de ese hombre que la tenía sometida y que castigaba a todos en la casa. Ninguno tuvo la posibilidad de insertarse en el sistema educativo ni laboral.

“Hace tres años que juntamos botellas de plástico con mis compañeras, desde que se declaró la pandemia por el Covid-19 empezamos a ver que abundaba, estaban desparramadas por todos lados y nadie las recogía” reconstruyó María. Luego de realizar varias reuniones “vimos la posibilidad de generar algo productivo alrededor de esto; el reciclaje, que además de permitirnos hacer nuestras casas, así también contribuimos en la lucha por cuidar el medio-ambiente”, agregó la joven.

La maquinaria que se necesita para hacer el ladrillo

“El trabajo se realiza con una enfardadora, mezclamos el plástico molido con arena, así, con ese material, hacemos ladrillos” explicó. Luego construyen casas y baños “para la gente del barrio y la comunidad wichí. Todo esto nos impulsa a generar más redes para construir algo productivo entre las personas del territorio” aseguró.

“Nos preguntábamos todo el tiempo cómo podíamos hacer para mostrar el trabajo que hacemos y que nadie lo ve” remarcó María. “Es la manera en la que nos ganamos la vida y ayudamos a nuestros vecinos y cuidamos el medio-ambiente. Ahora tuve un reconocimiento simbólico, por parte de la Municipalidad, de lo cual estoy muy agradecida” expresó.

Ladrillos

“Pero lo real es que necesitamos ayuda del Estado municipal, provincial y nacional para poder construir algo mejor para todas las personas de Tartagal, muchas de nosotras no tenemos el plan Potenciar Trabajo Argentina (PTA), esto es fundamental para llevar adelante este proyecto” imploró María. Siguió explicando que eso “sería un reconocimiento al trabajo que nosotras venimos haciendo hace años separando el plástico transparente del de color”. 

Cabe destacar que la idea original del plásti-ladrillo viene de la provincia de Córdoba, de la Fundación Eco Inclusión, fueron los primeros en el país en desarrollar este proyecto. “Estamos esperando que nos visiten durante este mes, ellos nos van a traer una bloquera  porque la que usamos es prestada. Nos hace falta una enfardadora para hacer el trabajo y sumar a más compañeras para que trabajen” pidió María. De este modo generan posibilidades “para el bien común, para que todes podamos tener algo”.

Pisando botellas con los pies, moliéndolas y trabajando con una enfardadora casera hecha de madera, “es la industria del reciclaje que está poco explotada, pero tiene un potencial enorme porque existe una problemática económica-social que hay que atender y resolver urgente” aseveró la joven. Finalizó ahondando en que “somos un proyecto socio-productivo que genera trabajo y nos parece la mejor forma de avanzar a través de la solidaridad”.