Tenemos que inhabilitar la bomba de agua.

–¿Está seguro?

–No. Pero debemos intentarlo.

Los funcionarios no estaban para nada convencidos. El planteo les parecía una locura.

¿Cómo iba a frenarse un brote de cólera simplemente evitando que las personas bebieran agua de esa única bomba ubicada en la calle Broad? En el distrito habían muerto unas 500 personas en solo 10 días. La respuesta no podía ser tan simple como quitar una palanca, pero ahí estaba ese médico, un tal John Snow, con una hipótesis ridícula, pidiendo que lo hicieran.

Después de una discusión acalorada, decidieron acceder al pedido y hacer la prueba. Ya anticipaban el enojo de los habitantes de Golden Square, que ahora tendrían que ir a buscar agua a otro distrito.

La sorpresa fue mayúscula. En pocos días, el brote de cólera prácticamente se frenó. Parecía magia.

Pero John Snow sabía que no lo era.

Había nacido la epidemiología moderna.

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Hacia mediados del siglo XIX, Inglaterra sufrió tres grandes epidemias de cólera. Para esa época había dos posibles explicaciones: los «contagionistas» creían que la gente se enfermaba por contacto con una persona enferma o con sus pertenencias. La solución que proponían era aislar a los pacientes y quemar sus objetos y prendas. Por otro lado, estaban quienes apoyaban a la teoría «miasmática». Pensaban que había vapores tóxicos emitidos por materia en descomposición (los «miasmas») y que, debido al viento, por ejemplo, transportaban el cólera de un lugar a otro.

John Snow no estaba de acuerdo con ninguna de esas ideas. De hecho, tenía una hipótesis propia: que el cólera se transmitía por el agua. Su razonamiento era el siguiente: «El cólera ocasiona diarrea, por lo tanto, aquello que la causa debe entrar por la boca, multiplicarse en el intestino y eliminarse por la materia fecal, llegando así a otras personas. Para propagarse a grandes distancias, debe ‘viajar’ con algo que también lo haga y que sea susceptible de ser ingerido: el agua».

Decidió investigar las muertes por cólera en Londres entre 1848 y 1849 para tratar de encontrar evidencia que apoyara su hipótesis. Notó que en los distritos de la zona sur había muchos más casos.

La gente que vivía allí tomaba agua río abajo, en una zona más contaminada. Pero esto no era suficiente.

Entre 1853 y 1854 se desató en Londres la tercera epidemia de cólera y, lamentable pero afortunadamente, el escenario fue perfecto para un experimento.

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Por aquel entonces, muchos habitantes obtenían agua a partir de bombas de uso público. Dos compañías las abastecían: Southwark y Lambeth.

Durante la epidemia de 1848, ambas compañías extraían el agua río abajo, en la zona más contaminada del Támesis, y el número de muertes en los distritos era similar. Pero en 1853, Lambeth se trasladó río arriba, donde las aguas estaban menos contaminadas.

Al comparar el número de muertes en relación con cada compañía que proporcionaba el agua, John Snow pudo mostrar que los fallecimientos por cólera eran mucho más frecuentes en hogares abastecidos por Southwark que en los que usaban el agua de Lambeth.

Aun así, esto seguía sin ser suficiente: correlación no implica causalidad (y anécdota no es evidencia, y opinión no es argumento). Necesitaba más pruebas. Y las pruebas llegaron de la manera más catastrófica.

En septiembre de 1854 ocurrió un brote muy intenso de cólera en Golden Square. Lo primero que hizo John Snow, siguiendo su hipótesis, fue tratar de averiguar de dónde obtenía el agua la gente del lugar.

Construyó un mapa marcando las casas de las personas que habían muerto y calculó la distancia a la bomba de agua más cercana. Así llegó a la bomba de Broad Street. Confiado, se presentó ante las autoridades locales para que la inhabilitaran.

Luego de que removieran la palanca, el brote disminuyó. Finalmente, se descubrió al paciente cero: un niño que vivía en la casa 40, frente a la bomba. El pozo de la bomba estaba comunicado, a través de una filtración, con el drenaje de la casa en el que vertieron el agua con la que  habían lavado sus pañales sucios.

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Lamentablemente, las autoridades apoyaban la idea de los miasmas y, pese al éxito, siguieron desconfiando de la propuesta de John Snow, quien murió apenas unos años después, en 1858, sin ver su trabajo reconocido. Recién fue aceptada cuando Louis Pasteur mostró que los microorganismos (y no los «miasmas») son responsables de la transmisión de las enfermedades. Treinta años después, Robert Koch aisló y cultivó el Vibrio cholerae, la bacteria que causa el cólera.

Actualmente en la calle londinense Broad (que ahora se llama Broadwick), existe una réplica de la bomba de agua. Todos los años, la Sociedad John Snow hace un homenaje retirando y volviendo a colocar la palanca, como una manera de recordar al padre de la epidemiología moderna.

Mejor tarde que nunca. «

Mapa original de John Snow que muestra los cúmulos de casos de cólera en la epidemia de Londres de 1854, dibujado y litografiado por Charles Cheffins (fuente: https://proyectoidis.org/el-mapa-del-colera-de-snow/).