El recuerdo de Violeta Arzamendia sobre lo que le pasó la noche del 8M está relatado en presente, dos días después de haber sufrido insultos y haber sido violentada por la policía y hombres de civil. Su historia aparece, entonces, desde la caída, cuando los camiones hidrantes la sorprendieron, es decir desde el shock frente a la Catedral. En parte, tuvo que hablar con su amiga para recomponer la memoria. Escuchó que decían: «¿Dónde la metemos a esta?», «¿Viste? Vos que te hacías la viva». 

En entrevista exclusiva para Tiempo, Violeta reconstruye la historia del vejamen, que en realidad debiera decir «la tarea de prensa que estaba cubriendo para la Cooperativa de Comunicación Manifiesta», donde trabaja. Cuenta todavía conmocionada que, en diversos momentos de la represión y arbitraria detención, interpelaba sobre todo a las mujeres que la insultaban. Tal es el caso cuando la tomaron del pelo para arrastrarla hasta la camioneta, antes de llevarla junto a un grupo de mujeres a quienes desconocía, a la comisaría. 

No recibió explicaciones, la hicieron desvestir, no tuvo acceso a sanitarios y hasta la obligaron a firmar papeles con prohibición de lectura. 

-¿Cómo te detuvieron? ¿Cómo se desencadenó? 

-Estaba frente a la Catedral, filmando. Trabajo en la Cooperativa de Comunicación Manifiesta. Fui a cubrir toda la marcha del 8M y alrededor de las 21 vimos junto a una amiga que había una situación donde algunas chicas y algunos chicos estaban gritando a la policía. Entonces, me acerqué a la valla y filmaba a los policías. Y yo estaba registrando para tener material. Entonces me acerqué, enfocaba a los policías, retrocedía. Una de las chicas había prendido un fuego, y llegó el camión hidrante. Yo creí que sucedía para apagar ese fuego puntual. Me fui acercando, mientras miraba la pantalla del celular, cuando recibí un chorro de agua, que tiraba para todas partes. Intenté alejarme pero hicieron un movimiento de regadera y me resbalé. Al reconstruir lo que pasó, mi amiga me dijo que un hombre me empujó y me llevaron entre varios. 

-¿Hubo gritos? ¿Dijeron algo? 

-Según mi amiga alguien me llevó hacia el costado para sacarme. Según ella estaban buscando a la gente, llevándola para atrás. Y dicen: “Hay que llevarla a ésta”. Tomé conciencia cuando tenía a cuatro hombres arriba mío, arrastrándome. No entendía la situación y pregunté por qué me estaban agarrando y pateando. Se me cayó el celular y pedí que llamen a mis amigas, a Juli (Julia Zárate) y a Amanda (Alma), mis compañeras de la cooperativa. Previo a esto yo me acerqué a las vallas de la Catedral porque había un policía tirando balas de goma. Se levantó el casco y me dijo “te vas para atrás”. Es el mismo policía que después me agarró del pelo y me dijo: “¿Viste? Vos que te hacías la viva”. 

-¿Hacia dónde te llevaron? 

-En un primer momento, hacia la Casa Rosada. En el segundo momento, hacia el lado opuesto, hacia el Congreso. Me arrastraron dos cuadras y media, mientras gritaba mi nombre. Tengo un registro visual cerradísimo, no sabía qué pasaba alrededor. Una mujer policía mientras me tenía de atrás, me decía: “Te callás la boca, vas a aprender a callarte” Yo gritaba preguntando por qué me llevaban. Cuando una persona que quiso ayudar y le dije que llamara a mi hermano, me pegaron en las rodillas. Caí y me arrastraron. Yo le decía, “vos sos mujer, cómo me tenés acá, yo estoy cubriendo la marcha, ¿por qué me pegás si sos mujer?”, y repetía que me dijo: “te callás o te cago a palos”. Una persona que quiso ayudar me preguntó a quién llamar y le dije que con quien mi hermano, me pegaron en las rodillas y tomé conciencia de que tenía las esposas porque caí, me estiraron desde las esposas y me arrastraron de rodillas, tomada de los pelos. Me puso gas pimienta y me quedé inmovilizada por el ardor en los ojos y toda la cara. Me llevó al “celular” y poco a poco, cuando me quise dar cuenta, éramos veinte. 

-¿Conocías a alguien? 

-No. A nadie. Estábamos encimados y esposados. Los chicos tenían precintos. La mayoría éramos mujeres. Se acercaron las policías de la camioneta y les pedí que me sacaran las esposas. Y cuando me las sacó le pedí que hiciera lo mismo con mis compañeras. 

-¿Pudieron hablar entre ustedes mientras estaban en la camioneta? 

-Sí, pero después nos dividieron. Se llevaron a los chicos, no nos informaron nunca la causa de la detención ni qué estaban haciendo. -¿En ninguna oportunidad les informaron las autoridades qué iba a suceder? -Nunca. Hasta que alguien preguntó por los chicos. A los varones nos dijeron que los llevaban a la Comisaría 4ta y a las mujeres a la Comisaría 1era. Las que tenían celulares empezaron a informar. Había muchas chicas en estado de suma vulnerabilidad y las sacaron. Un hombre policía sin identificación, como todos, dijo: “A ustedes las mariconas las llevamos”. El modus fue no presentarse ni decir nada. Quedamos siete mujeres. Después de eso, nos quedamos mucho tiempo y nos empezamos a conocer, a entender cómo y dónde habían agarrado a cada una. Todas coincidimos en que no estábamos participando en lo que pasaba en la Catedral. 

-Entonces todas estaban registrando el momento y querían captar ese momento de enfrentamiento entre la policía y las tres o cuatro chicas, en este episodio puntual. 

-No. Solamente dos éramos trabajadoras de prensa. Yo y otra chica. Ella estaba mirando de lejos. También estaba mirando y al escuchar que recibieron órdenes de agarrar personas, sintió que la golpearon. Automáticamente, la detuvieron a la novia también. A la novia, le decían “pibito, pibito”. Ella le dijo que era una mujer y se burlaron de eso. Otra chica brasilera preguntó por qué me estaban llevando y la agarraron por eso. Fátima, la abogada, estaba mirando y al escuchar que recibieron órdenes de agarrar personas y sintió que la golpearon. A ella y a su pareja que era de prensa. Una chica de Perú miraba desde lejos, otra chica chilena estaba poniendo música y vio cómo detenía a la abogada y fue a preguntar y la levantaron también. A ella la golpearon bastante en la cara. 

-¿Cómo fue la situación cuando llegaron a la comisaría? 

-Estuvimos en la camioneta mucho tiempo. Pedimos ir al baño, una de ellas hizo pis dentro. Y nos dijeron que nos llevaban a la treinta, en California y Hornos. Estábamos mojadas y sucias porque nos habían arrastrado por el piso. Nos dijeron que a partir de ese momento iba a ser la Policía de la Ciudad quienes se encargarían de nosotras. Nos negaron ir al baño, la situación no daba para más. Y reclamamos. Y nos dijeron que hiciéramos al costado o dentro de camioneta. Así que fuimos bajando de a una a hacer en el pasto, con la policía parada desde ahí. Yo interpelaba a las mujeres y les decía, “¿te parece lo que nos están haciendo?” 

-¿Y el ingreso? 

-Me habían pedido los datos unas diez veces, desde que nos alzaron en Plaza de Mayo hasta que llegamos. La última vez nos pidieron el DNI. Pasamos de a una, entre unos quince a veinte minutos, y pensamos que nos dejaban afuera. No dimensionamos que nos estaban deteniendo. Pensamos que era una estrategia para que los medios tuvieran de qué hablar y a modo de lección, según ellos. Nos requisaron, nos desnudaron a todas, nos hicieron poner de cuclillas, a mí me abrieron las nalgas y me metieron la mano. Y les preguntaba «¿es necesario esto? ¿Qué creés que tengo una cámara oculta? Ellas se ponían nerviosas y nos trataban peor. Luego nos reviso una forense y nos metieron al calabozo. 

 -¿Cuándo llegaste al calabozo habías firmado un papel? 

-Nos llevaron a una piecita para firmar unos cinco papeles. En el último la policía tapó con la mano y me obligó a firmar. Corrí la mano y pude ver la causa: “Resistencia contra la autoridad, daños y lesiones” Y les dije que no iba a firmar porque no había hecho eso. “¿Hacés eso? Estás retrasando a tus compañeras. ¿Hacés eso? Vas a tener que firmar igual” Vi a la primera que había pasado y firmé igual. No podía hacer mucho. 

-¿Cómo evaluás el acceder de institución policial? Hablaste de “inhumano”. 

-Algo que lo sintetiza es el Estado represor con el presidente como responsable de todo, la policía habilitada para derramar su odio y los grandes medios operando y siendo cómplices de todo. Lo que pasó es simbólico de todo lo que como militantes venimos trabajando. Queda marcada la forma de dictadura, es represor, violento y lo que más bronca me da es que lo que hicieron fue una cacería a mujeres lesbianas. De las siete, seis teníamos rasgos lésbicos, corte al costado, pelo corto, o “pose” antifemenina. Para ellos teníamos rasgos de “tortilleras”, como ellos dicen. Previo a esto, unos días antes, unas compañeras nuestras también las metieron presas por ser lesbianas. Hay una persecución intensa hacia el movimiento de mujeres, puntualmente sobre las lesbianas porque no somos sumisas, porque estamos empoderadas, porque vamos en contra de las formas machistas. Yo yo creo que puntualmente la persecución es hacia las lesbianas. Nos quieren esconder y tratar de basura, de revoltosas.Y por eso, “merecés que te cagamos a palos sin derechos”. 

-¿Cómo seguís? 

-Estoy procesando todo. Desde el primer momento tuve bronca, no me desbordé. Tuve la sensación de denuncia. Después de que nos largaron, en la comisaría, varios me sugirieron ir a dormir y luego denunciar. Yo necesitaba denunciar y dejar registrado todo, los golpes y las sensaciones. No quería que se borraran. Quiero transformar la bronca en lucha y realmente es lo que me pasa. Tengo mucha más fuerza y voy entendiendo la dimensión de todo. Estamos apuntadas como feministas y quieren eliminar el movimiento de mujeres que está emergiendo. Por suerte estoy contenida en la cooperativa Manifiesta que es feminista. Y mis compañeras tienen una mirada amplia sobre el feminismo, contando con un relato con un foco claro que es no dejar paso a este gobierno que es misógino, violento, represor y está disfrazado con colores y cosas lindas. Se les está cayendo la máscara. Lo novedoso ahora es que nosotras las mujeres, las lesbianas, las trans, todo el movimiento feminista somos el otro que quieren anular. 

-¿Qué le dirías a las mujeres que todavía no lo han visto así? 

-Es difícil, la mayoría de las chicas con las que estuvimos presas no son activistas, lo que evidencia que le puede pasar a cualquiera, a vos, a mí o a cualquier mujer. Se relaciona a la palabra feminista como algo malo. Yo intento deconstruir todo el tiempo eso, en charlas con amigas, con amigos, produciendo material. Porque yo también estuve en ese lugar, no nací feminista, lo elegí y fue una decisión política, aunque muchas no entienden todavía, el movimiento feminista es político. Cada vez estamos más organizadas. Adentro nunca estuvimos solas, ni nosotras ni los chicos que también cayeron. Tenemos que superar diferencias dentro del feminismo para poder concentrarnos y poner foco en dónde está el enemigo. Cada vez tenemos que formarmos más, ser estratégicas. Ese es el desafío.

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