El horror que sufrió Bautista, el chico de nueve años que sobrevivió a la furia del femicida múltiple de Mendoza, ocultándose durante horas en el baúl de un auto, no es más que otro caso –brutal– de una realidad desesperante: los menores están presentes en las situaciones de violencia machista, ven y escuchan el maltrato a las mujeres, a sus madres, y hasta son testigos de sus muertes. De acuerdo con las últimas estadísticas disponibles sobre denuncias a la línea gratuita 144, de todos los llamados realizados en el mes de septiembre, en el 77% de los casos se menciona la presencia de niños, niñas y adolescentes durante las situaciones de violencia, confirmando lo relevado durante todo 2015, cuando la cifra trepó al 78,4 por ciento. Una constatación que acentúa tanto la vulnerabilidad de la mujer ante su agresor como la de los propios niños involucrados.

Ocurrió en el barrio Trapiche, de Godoy Cruz, pero el espanto fue nacional: Daniel Gonzalo Salazar, un médico y profesor de taekwondo de 30 años, asesinó a su pareja, Claudia Arias; a su cuñada, Mirta Ortiz; y a su suegra, Silda Vicenta Díaz. También apuñaló a dos de los hijos de Claudia: Mía, una bebé de diez meses, y a Lucas, de once años, a quien los médicos le contaron 25 puñaladas repartidas en cuello, hígado, párpados y cuero cabelludo. A una semana del ataque, la nena se encuentra estable y su hermano aún recibe tratamiento con antibióticos y su estado es «reservado».

Bautista, en cambio, logró escapar del nervio asesino de Salazar. Salió de la casa a través de una ventana y después de esconderse en el jardín, llegó hasta el auto y se encerró en el baúl. Esperó el tiempo suficiente y luego llamó a su abuela para contarle la tragedia.

Para la estadística, la presencia de este niño en la escena del crimen no es una casualidad. El relevamiento publicado por el Consejo Nacional de las Mujeres demuestra que prácticamente en ocho de cada diez casos de violencia de género, los chicos están presentes (en otro 2% de las denuncias recibidas en septiembre, las víctimas estaban embarazadas). Cuando esos “testigos” se transforman en víctimas fatales de la violencia machista, aumenta la nómina de “femicidios vinculados”: 42 en todo 2015, según el registro de La Casa del Encuentro.

Si la mirada se amplía, el drama se cuenta por miles: entre 2008 y 2015, la misma organización civil registró un total de 1617 niños, niñas y adolescentes que perdieron a sus madres por la fiebre criminal de sus padres o las parejas o exparejas de ellas.

En el mejor de los casos, los chicos se convierten en sobrevivientes de una experiencia de violencia física, sexual y psicológica extrema.

Una víctima, una ley

La Casa del Encuentro, junto con un grupo de senadores de distintos bloques, volvió a presentar la semana pasada en el Congreso el proyecto de «Ley Brisa», que establece una reparación económica para las víctimas colaterales –hijos e hijas– del femicidio, equivalente a una jubilación mínima hasta los 21 años. La norma, aclara Ada Rico, integrante de esa ONG, será retroactiva «para que todos los niños estén incluidos» y compatible «con la Asignación Universal por Hijo (AUH), asignaciones familiares, pensiones, alimentos o cualquier otra prestación».

La idea surgió como respuesta a un hecho atroz: el asesinato a mazazos de Daiana Barrionuevo. El 20 de diciembre de 2014, Iván Rodríguez, pareja y padre de sus tres hijos, denunció su desaparición. Dijo –mintió– que Daiana se había fugado con un amante de la casa que compartían en Moreno. Dos semanas después, el cuerpo apareció dentro de una bolsa, a la vera del arroyo Las Catonas. Rodríguez pasó a dormir todas las noches en una celda acusado de homicidio agravado por el vínculo, con los agravantes de la premeditación, alevosía y violencia de género. Si en el juicio, fechado para 2017, lo declaran culpable, podría recibir una condena a reclusión perpetua.

Desde entonces, Brisa, inspiradora del título de la ley, y sus hermanos mellizos viven con su tía Cintia, el marido de ella y sus tres primos en una casa que recién el último fin de semana inauguró una segunda pieza. Pero el amontonamiento no es lo que más les preocupa. “Brisa me dice mamá –cuenta Cintia– y a mi marido, papá. Le muestro fotos pero igual es como si se hubiese olvidado de mi hermana. Yo no sé qué hacer, por ahora dejo que las cosas sigan así porque ya sufrió bastante. Cuando sea más grande intentaré explicarle”.

El 15 de septiembre, Brisa cumplió cuatro años. Con edad de jardín, la tía prefiere que se quede en casa porque no sabe cómo va a reaccionar cuando, por ejemplo, la nombren con el apellido del padre femicida. “Ella cree que se llama Brisa Farías, que es el apellido de mi marido. Estamos esperando tener la tutela legal para tramitar que los tres pasen a ser Barrionuevo, como la madre”.

Los mellizos ya tienen ocho. Ellos, a diferencia de Brisa, tienen presente el recuerdo de Daiana. Cuando la tía cocina suelen preguntarle si a la mamá, como a ellos, le gustaba tanto el tomate o la polenta.

“El criterio de la Ley Brisa –explica Rico– es que el Estado no actuó en la prevención y entonces, debe reparar. El proyecto también está pensado para niños y niñas de muy corta edad que están bajo la guarda de la familia de la madre, pero tienen visitas otorgadas por la justicia hacia el padre. Muchas veces, los nenes expresan explícitamente que no quieren ver al padre, pero los jueces no escuchan o no disponen de las herramientas para que esos niños se manifiesten sin miedo. El argumento del proyecto, por eso, es que entre el derecho del padre y el de los hijos, prime el de los chicos”. «

Mujeres que sufren más de diez años de maltrato

Una variable significativa del relevamiento sobre la línea 144 es el vínculo de la persona en situación de violencia de género con el agresor. Los datos del mes de septiembre reflejan que un 51,2% de las personas que sufren violencia son agredidas por sus novios o parejas, seguido de un considerable 37,56% de agresores ex parejas. Ambas categorías (novio o pareja y ex parejas) agrupan el 88,76% de los llamados relativos a casos de violencia de género. Además, el 53% de las personas en situación de violencia de género convive con su agresor.

En relación al tiempo de maltrato, en su mayor parte los casos de violencia de género dan cuenta de situaciones que se prolongan en el tiempo entre uno y cinco años (39,84%). Un dato escalofriante es el 26,98% de las denunciantes que dicen haber padecido más de diez años de maltratos. En la amplia mayoría de los casos (98%), las denunciantes dicen que no es la primera vez que sufren agresiones.

La Provincia de Buenos Aires reúne casi la mitad de las denuncias al 144. La Ciudad, el 11,46 por ciento. Y Mendoza, donde el fin de semana pasado se produjo un brutal triple femicidio, el 10,32 por ciento.

En el 73% de los casos, la persona que sufre violencia de género es la que realiza el llamado. En el 20%, quienes llaman son familiares de la víctima.

La franja etaria de 19 a 30 años agrupa al 38,25% de las personas en situación de violencia.

Hijos contra madres

El informe estadístico elaborado por el Consejo Nacional de la Mujer destaca que del total de personas mayores de 61 años que se comunicaron a la línea gratuita 144, respecto al vínculo con el/la agresor/a, se observa que el 26,2% corresponde a sus hijos y el 2% a sus hijas.

En relación a los tipos de violencia sufridos por las personas afectadas, las mayores proporciones refieren a la violencia psicológica.

Víctimas colaterales

1617 niños, niñas y adolescentes perdieron a sus madres a manos de sus padres entre 2008 y 2015, según La Casa del Encuentro.