El viernes 19 de junio de 2015, alrededor de las nueve de la mañana, Diana Colman salió de su casa en Guernica. En la esquina subió al colectivo 385 y recién se bajó sobre la ruta 210. Juan Sardina, un ex novio con el que había convivido dos años, la estaba esperando.

Desde entonces, Diana, que tenía 25 años y era madre de un hijo de diez, aportó a la demencial estadística de mujeres desaparecidas. Pero su caso jamás logró la notoriedad de otros (María Cash o Érica Soriano por nombrar solo dos) y apenas algunas organizaciones sociales acompañaron el reclamo de la familia.

“Nunca sentí que el Estado estuviera buscando a mi hija. No hicieron ni lo más mínimo, como poner su foto en los patrulleros y comisarías. Todas las semanas desaparece una chica y los medios están las 24 horas informando sobre el caso hasta que aparece viva o muerta. Pero con Diana eso nunca pasó. Es como si no mereciera ser buscada. La única explicación que le encuentro es que somos pobres e inmigrantes y por eso no le interesamos a la justicia”, dice Isabel Colman, la madre que no va a dejar que se imponga el olvido.

Diana nació y vivió en Paraguay pero la ruptura con el padre de su hijo la decidió a instalarse con su madre en el sur del Gran Buenos Aires. En el último tiempo vendía ropa en una feria de Constitución pero la mayor parte del día estaba adentro de un hospital, supervisando las curaciones a su hijo, que en un accidente doméstico había perdido tres dedos.

“Vivía para su hijo –recuerda Isabel–. Él estuvo internado tres meses y ella no se movió de su lado. Los médicos la admiraban y le decían súper mamá”.

La causa por la desaparición de Diana ya pasó por las manos de tres fiscales. La primera fue Cristina La Rocca, quien a los cinco meses de tomar el expediente se apartó en medio de críticas y escraches por su “parálisis”.

El mismo final eligió su colega Juan Cruz Condomí Alcorta, quien asumió en diciembre de 2015. Condomí Alcorta tampoco ordenó medidas concretas para dar con el paradero de la joven pero tuvo tiempo para acusar de “violentas” a las organizaciones que acompañaban a Isabel durante las movilizaciones a la fiscalía.

Ahora la causa la tramita Karina Guyot, de la fiscalía de San Vicente, quien, al menos, aceptó reunirse con Isabel a solas.

“Hablé con ella en cuatro oportunidades y la vi comprometida con el caso. Me dejó tranquila que me dijera que revisó las declaraciones de Sardina y que encontró contradicciones. Ojalá ella pueda imputarlo”.

Isabel insiste en la responsabilidad de la ex pareja de Diana. Cuenta que el mismo día en que Diana desapareció, lo llamó para preguntarle por su hija pero Sardina le contestó que hacía una semana que no la veía. Un mes después, en sede judicial, el hombre reconoció que habían ido juntos hasta Olmos a buscar plata y que después la dejó otra vez en la ruta.

“Como madre siento que Sardina la mató. Él quería volver con ella y llevársela a vivir a La Plata. Es feo odiar, pero yo lo odio a él, y también siento mucha rabia contra la policía y la justicia que no hicieron nada por encontrar a mi hija en todo este tiempo. Nadie nos dio bolilla”, se queja Isabel.

Tanta angustia tuvo sus consecuencias. En 2016, la mujer sufrió dos infartos. El último le provocó una trombosis en el pie derecho que terminó en una amputación. “Tengo 44 años y ya no puedo volver a trabajar. Igual no me importa porque de acá hasta que me muera mi prioridad va a ser encontrar a mi hija. Viva o muerta”.

Marcha por Diana

El próximo jueves 16 de noviembre la familia y las organizaciones que integran la Campaña Nacional por la Aparición con Vida de Diana Colman van a concentrar a las 12 horas frente al Congreso para marchar hacia la Casa de la Provincia de Buenos Aires y exigir una reunión con la Gobernadora María Eugenia Vidal. Uno de los reclamos es que el Estado provincial fije una recompensa para quien pueda aportar información sobre el paradero de la joven.