Este martes se realizó una nueva audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura cívico-militar en distintos centros clandestinos de detención de la zona sur del Gran Buenos Aires. También conocido como Juicio Brigadas, el debate tuvo el testimonio de Rubén «El Polaco» Schell, secuestrado el 12 de noviembre de 1977, y llevado al Ex CCD Pozo de Quilmes.

La particularidad es que Schell eligió dar su testimonio en forma virtual desde allí y sus palabras se convirtieron en la primera declaración realizada en un juicio desde un Espacio para la Memoria. Por esta causa son juzgados 17 represores por delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención y exterminio conocidos como el Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno.

En esta misma jornada declararon ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata Rebeca Krasner y Graciela Nordi. Rebeca fue secuestrada el 18 de agosto de 1977 en su domicilio de Quilmes junto a su novio Luis Santilli, también conocido como «Dante». Ambos fueron llevados al Ex CCD Pozo de Quilmes. Rebeca fue liberada y Luis permanece desaparecido. Graciela, militante política y sindical, es cofundadora del Suteba de Almiranate Brown.

Rubén Fernando Schell, director de Derechos Humanos de Quilmes, declaró desde el Pozo de Quilmes, su lugar de trabajo. Era un militante de la JP cuando el 12 de noviembre de 1977 fue secuestrado en Temperley. Fue liberado el 21 de febrero de 1978. “Si me permite, quiero prometer ante la Justicia y ante los hombres, y jurar ante Dios, decir verdad”, señaló al comenzar a dar testimonio y ante la consulta de rigor del Tribunal.

“El día que salí en libertad, juré a mis compañeros recordarlos y honrar la memoria de ellos“, dijo, explicando su presencia en el Pozo, detrás de una imagen que recuerda a los compañeros detenidos desaparecidos del distrito. Y pasó a dar mayores detalles sobre su secuestro. “La última imagen que me queda grabada es mi madre, agarrada del portón preguntando qué pasa”, precisó. No llegó a entrar a la casa, fue detenido en la puerta.

Cuando llegaron, hicieron un simulacro de fusilamiento. “Cargaron, gatillaron el arma sin balas y se rieron”, recordó. Luego, comenzó “la sesión de golpes y picana eléctrica”. Precisó que los que llegaban directamente a este centro clandestinos de detención y exterminio, “pasaban de tortura en tortura”, pero aquellos que “llegaban lastimados” desde otro lado, pasaban directamente a la celda.

Mencionó que dos compañeros fallecieron en el último tiempo. “Pasaron muchos años, nos va ganando el tiempo. Se van algunos de los imputados también, y se van inocentes porque no hubo sentencia“, lamentó. “Vine acumulando durante 45 años la necesidad de declarar, soy declarante compulsivo. Es una carrera contra el tiempo“, reflexionó Schell en el cierre de las preguntas de la fiscalía, a cargo de Ana Oberlin. “Sigo creyendo en la Justicia. Justicia, no venganza”, concluyó.

Las otras declaraciones

La primera en declarar fue Rebeca Krasner, sobreviviente. “Fuimos secuestrados mi compañero y yo, él está desaparecido y yo estoy aquí declarando”, se presentó ante el TOF. Ella y Luis Alberto Santilli fueron secuestrados el 18 de agosto de 1977 en Quilmes. Ella fue liberada a las pocas horas, él permanece desaparecido.

Luis Alberto era operario en la empresa de acero Pitsburg y Cardiff, y militante de la Juventud Peronista. “Era sumamente inteligente, resiliente, con una mente brillante. Consideraba a la política como la única herramienta de cambio social. Era un dibujante eximio, melómano y muy culto, que le brindaba una capacidad de escritura casi literaria”, lo describió, y precisó que además de su militancia en la JP, también formó parte de Montoneros.

Se conocieron en una peña cultural de Quilmes. “Nos encontramos y no nos separamos más”, aseguró la mujer, quien describió su compromiso con la justicia social. “Yo pertenezco a una familia muy comprometida socialmente, los mayores eran dirigentes, mis hermanos eran militantes (menos uno que siempre fue liberal)”, mencionó.

La noche en la que fueron secuestrados, en la casa de ella, el traslado fue en dos autos distintos al Pozo de Quilmes. “Se escuchaban los gritos de torturas, duró un tiempo interminable. En un determinado momento, Luis Alberto dejó de gritar y sentí pasos. Me vinieron a buscar a mi y me llevaron a un lugar que después reconocí como la sala de torturas. Ahí escuché la voz de Luis Alberto, que apenas podía hablar, y lo primero que me preguntó era si me habían lastimado. Con un hilo de voz me dijo ´vos te vas, yo me quedo´“, recordó. “Seguí adelante con todos nuestros proyectos”, le dijo antes de irse, a lo que ella respondió con una declaración de amor.

En el cierre, antes de las consultas, remarcó que pasaron 45 años y aún “hay plantillas enteras de los campos (de concentración) que no están investigados”. “Sería conveniente y necesario que se investigaran”, apuntó.

La siguiente testigo fue Graciela Nordi, compañera de militancia de Susana Mata, quien permaneció alojada en el Pozo de Banfield entre fines de 1974 y mediados de mayo de 1975, cuando fue trasladada a la cárcel de Olmos, donde dio a luz a su hija Alejandrina. Fue liberada en octubre y en diciembre de 1977, fue asesinada en Uruguay. Su compañero, Juan Alejandro Barry, también pasó por el Pozo de Banfield y fue asesinado en Uruguay.

“Mi propósito es que se haga justicia por Susana Mata y por todos los compañeros que perdieron su vida, o la vieron afectada, por un sistema cruel a injusto”, aseguró, y comentó que se conocieron en un encuentro de la Unión de Educadores de Almirante Brown, que pertenecía a la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB). “Todos buscábamos algún canal para poder cambiar un mundo injusto y estábamos en contacto con las injusticias a través de los desempeños en nuestras escuelas”, mencionó. Recordó que no se sintieron identificadas pero comenzó la lucha por el cambio justamente de los sindicatos, que redundó en su formación sindical y política.

En este escenario, destacó que “Susana era una maestra muy querida, era una persona muy especial”. “Quería quedar embarazada y todavía no podía, por lo que tenía mucha disponibilidad horaria y excedía su horario de trabajo. Si un nene no iba a clases, ella iba hasta la casa. Aún hoy, sus compañeras la recuerdan con afecto”, sostuvo, y mencionó que “estaban muy preocupadas por su seguridad” y la acompañaban a tomar el colectivo o el tren. “Incluso, una vez, Susana se quedó a dormir en la escuela”, apuntó.

“De todos modos, ella seguía activa y desarrollaba sus actividades con mucha entrega (era secretaria general de la Unión de Educadores). En 1974 ya no sabíamos dónde vivía Susana pero seguíamos teniendo diálogo a través de las actividades gremiales. Ella logró, en ese momento, el anhelado embarazo. A finales de ese año, su esposo fue detenido en un bar de Lomas de Zamora y Susana tuvo que abandonar la escuela, dejó la casa y fue alojada por unos amigos de Adrogué (Nora y Alejandro) porque había que cuidarla”, relató. En un momento, se comunicó con una compañera y ante “la sospecha” de que algo malo podía pasarle, la fue a visitar. “La estaban esperando”, sostuvo Graciela.

Ella también fue secuestrada, pero no sabe dónde estuvo, y le preguntaron por los Barry. “Poco pude contestar. Esa misma noche, me subieron a un auto y me dejaron en las cercanías de mi casa. Me refugié en la casa de un vecino y luego en la de mi mamá”, sostuvo. En poco tiempo, logró irse a España con sus tres hijos y poco dinero ” a un mundo que no conocía”. El objetivo era buscar a Susana y su pareja, pero en diciembre se enteró que habían sido asesinados en Uruguay. “Clausuró mi búsqueda, me angustió mucho. Nos habíamos prometido que si algo nos pasaba, íbamos a cuidar a los hijos de los compañeros. No lo pudimos cumplir. Me queda el consuelo de que los dos chicos fueron muy cuidados, atendidos y nunca perdieron su identidad”, expresó. Luego, los pudo encontrar y les ofreció “el recorte de sus padres” en la vida compartida con ella. “Toda la sociedad tiene una deuda con ellos”, remarcó. .