«Si le preguntás a la gente, el 90% quiere ser emprendedor. Porque cuando hay un término que empieza a ganar legitimidad, que se vincula con innovación, creatividad, generación de valor, proactividad, todo el mundo quiere ser emprendedor», explica Santiago Sena, titular de la Dirección General de Emprendedores del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En diálogo con Tiempo, el egresado del Colegio Cardenal Newman y licenciado en Filosofía por la UCA, agrega que esto se desprende «de una política pública activa de fomento y creación de empresas». 

«Para nosotros es valioso que exista actividad privada. Es una cosmovisión ideológica. La sociedad civil, el mundo privado, también debe crear valor. Que no dependa sólo de una mirada paternalista del Estado donde es el gran proveedor. Por supuesto que es innegable su responsabilidad: cuatro millones de personas viven del Estado directamente con puestos de trabajo, más allá de otras 12 que también cobran planes o son jubilados. Pero el gran empleador debería ser el sector privado. Y está demostrado por la bibliografía, no es la opinión de un funcionario: los grandes generadores de empleo son las nuevas empresas. Especialmente las que se llaman MiPyme dinámicas. Ese es el tipo de emprendedorismo que hay que fomentar», asegura.

–¿El emprendedorismo expone a los trabajadores a una menor protección?

–No estoy a favor de una flexibilidad laboral absoluta que habilite a un empresario inescrupuloso a cerrar una empresa y, con el argumento de ser emprendedor, fundar otra con el mismo objeto. Pero hay que armonizar los derechos laborales, que son derechos adquiridos, con incentivos productivos. El hecho de que haya un treinta y pico por ciento de la población informalizada es una muestra muy clara de que algo no está funcionando. O la lógica de cuidado del trabajador que habilitó ciertos excesos como los de los juicios laborales, que el presidente denunció en varias oportunidades, que desincentivan la formalización. Y eso es algo por lo que deberíamos trabajar todos: los sindicatos, las centrales empresarias y el sector público. 

–¿Por qué hablan de emprendedorismo como herramienta de transformación social? 

–La respuesta por derecha es que cualquier empresa que genera valor y empleo ya está aportando a la transformación social. La respuesta por izquierda, con la que me siento más cómodo, es que hay dos tipos de emprendedores: los que lo hacen por oportunidad y los que lo hacen por necesidad. Desde la Dirección creamos política pública para ambos. Para una persona en situación de vulnerabilidad es mejor un trabajo en blanco, con obra social y derechos laborales, que hacerlo emprendedor y que quede a la buena de dios. Por eso, para mí no es la solución el emprendedorismo masivo en las villas y asentamientos de la Ciudad. ¿La pregunta es qué hacemos con una madre, jefa de familia, que cobra un plan, tiene cuatro hijos y no puede salir a buscar un trabajo en relación de dependencia? La dejamos para siempre en la lógica de los planes y la dependencia. ¿Cuándo se emancipa del Estado? ¿Cuándo es libre? Nunca. Entonces hay que fortalecerlas en lo que ya hacen. Y hablo en femenino porque hay un 70% de los emprendedores con los que trabajamos en los barrios que son mujeres. Se trabaja en un empoderamiento. Por eso creo que es una herramienta de transformación social y económica. Porque habilita a la persona a tener un ingreso digno, no dependiente de una decisión política o de un funcionario. Eso te planta a la vida de otra manera, como un igual, no como alguien que está esperando ser receptor de algo. «