El ataque de pánico es un fin del mundo que cabe en diez minutos; un cataclismo que se ensaña con el cuerpo y con cualquier vislumbre de sosiego que pudiera haber en el alma. Es un intervalo caótico que lo deja a uno perplejo, agotado y horrorizado ante la posibilidad de un nuevo ataque. Que lo deja a uno en un estado permanente de miedo al miedo. 

Alrededor del pánico, los prejuicios crecen como hongos a la sombra. Basta preguntar al voleo para encontrarse con opiniones que aseguran que «eso del pánico» es una moda; un invento de la industria farmacéutica; y una afección de la clase media alta neurótica.

Decir que el trastorno de pánico «está de moda» es una falacia que se origina en el hecho de que hoy se diagnostique más que antes. Y esto puede explicarse desde todo un espectro de razones, por ejemplo, que hay más información circulante y por eso la persona puede identificar más rápido su problema. O tal vez que haya, en efecto, más casos de pánico que antes. O que el «antes» resulta dudoso, porque la afección no entró a las categorías clínicas sino hasta 1980. O que la oferta condiciona la demanda, y mientras surjan más terapias enfocadas a disminuir la ansiedad, más personas acudirán a ellas. 

La idea vaga y demasiado generalizada de que las afecciones psicológicas analizables y tratables son solo para los pudientes no es nueva y parte de un raro segregacionismo acerca del formato de angustias que le «correspondería» tener a cada ser humano según sus ingresos y sofisticación intelectual. 

En cuanto a creer que es un invento de la industria farmacéutica, resulta inexacto. Lo que esta hace es, en realidad, mucho más grave: por un lado, se aprovecha de los cuadros de ansiedad a través de psiquiatras y médicos que reparten ansiolíticos y antidepresivos como si fueran aspirinas. Por otro, si para vender un producto necesita que ciertos protocolos médicos, categorías diagnósticas o las pautas de «lo normal» sean modificados, presionará para hacerlo y, de hecho, lo hace. «

Fragmentos de Pánico. Diez minutos con la muerte (Ed. Marea, 2013).