«Esto es lo que sabemos hasta ahora”, cuenta con orgullo Daniel Huircapán, mientras sonríe mirando un mapa del territorio argentino colgado en la pared del salón principal del Centro Universitario de Idiomas (CUI). En ese mapa, los límites políticos de las provincias se imprimen sobre distintas guardas indígenas que no reconocen fronteras. Allí también se indican los lugares adonde se habló (y en muchos casos aún se habla) alguna de las 36 lenguas originarias. Quince aparecen en color verde, porque registran hablantes activos; 12 están en rojo, porque no tienen quien las hable; y nueve están en violeta, porque se encuentran en proceso de revitalización. Entre estas últimas está el günün a yajüch, la lengua de Huircapán, quien recopiló la información para este primer mapa de lenguas originarias con la esperanza de que su voz «se vuelva a escuchar». Y por eso también cierra la primera mesa del Congreso Nacional de Lenguas Indígenas cantando en su idioma.

El canto, explica Huircapán en diálogo con Tiempo, es una de las respuestas que la comunidad günün a küna (antes conocida como «pampas antiguos» o «tehuelches septentrionales») encontró para revitalizar el idioma. «En Chubut hicimos el primer encuentro de nuestra lengua. Recopilamos palabras y escrituras. Y con un grupo de docentes y lingüistas decidimos un alfabeto lo más sencillo posible, para que cualquier persona que intente hablarlo ahora tenga acceso», añade. «Muchas de nuestras familias no se reconocían con el idioma. Pero ahora ya empiezan a nombrar a sus hijos con los nombres de sus antepasados», detalla. Janana, su hija, es la primera günün a küna que lleva su nombre indígena en el documento argentino.

«Con el arte se concientiza, se educa y se visibiliza a los pueblos originarios desde el orgullo de lo que tienen para transmitirnos, desde su cosmogonía y su forma de vida», avala Charo Bogarín, la cantante del grupo de folklore electrónico Tonolec, que oficia de madrina del Congreso. «Aquí no se trata de denigrar a otras lenguas, sino de reconocer las nuestras y posicionarlas en un lugar de orgullo. Se trata de construir para equilibrar esta balanza que hace cinco siglos está desequilibrada», reafirma.

Bogarín es tataranieta de un cacique guaraní y aprendió su lengua en las aulas del CUI. Allí, desde 2006, existe el Programa de Lenguas Originarias por el que cada año pasan unas 150 personas. Hoy cuentan con dos cursos anuales (quechua y guaraní) y seis talleres cuatrimestrales de lengua y cultura (que además de los idiomas anteriores suman mapuche, toba-qom, wichí y günün a yajüch).

«La gente viene para recuperar la lengua de sus ancestros, por curiosidad o porque está estudiando una carrera universitaria y quiere hacer un trabajo con eso», cuenta Mónica Thompson, coordinadora del Programa. Su trabajo, agrega, excedió la formación en idiomas, ya que desde hace algunos años el CUI también oficia de traductor de materiales de la Defensoría del Pueblo y de intérprete en casos judiciales que involucran a las comunidades.

«La idea de ofrecer más idiomas tiene que ver con la idea de masividad y diversidad con la que nació el CUI», explica Roberto Villarreal, director de la institución. «Nosotros creemos que la Argentina es una nación plurilingüe, que lo ha sido siempre, y que la principal invisibilización que ha sufrido fue en sus lenguas. En ese sentido, el mapa tiene un carácter reivindicativo.»

«El mapa nace para decir que acá hay pueblos indígenas», retoma Huircapán. Y eso se refleja en la forma en que se fue confeccionado. “Nos invitaron a un evento que se iba a hacer en Chiapas que planteaba escribir el futuro en lenguas indígenas. Entonces quisimos demostrar que la Argentina no sólo desciende de los barcos y armamos un listado de los idiomas que conocíamos. La difundimos por las redes sociales y hubo una reacción hermosa. Los hermanos empezaron a decir que en el listado faltaba su idioma. Empezamos con 16 y llegamos a este listado», cuenta. Hasta hace poco, su lengua estaba en rojo porque no registraba hablantes. Hoy ya está violeta y se ilusiona con que el mapa ayude a seguir cambiando los colores de la Argentina.