Fueron 52 años de fuego y sangre, varios gobiernos, muertes y secuestros, persecución y presos políticos, apertura democrática y proscripción política que marcaron la historia de Colombia a la par de los grandes sucesos históricos de la región. Finalmente, fue un gobierno de origen centroderechista, el de Juan Manuel Santos, el que logró encaminar la tan buscada paz en la tierra de Bolívar. El jueves se anunció en La Habana la firma de un acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de «cese de hostilidades bilateral y definitivo, y de dejación de las armas», que incluye «garantías sobre seguridad y lucha contra» quienes amenacen la implementación del acuerdo definitivo.

La mesa de negociación abierta en Cuba en noviembre de 2012 llegó a esta instancia tras 1314 días de debates seguidos de muy de cerca por la comunidad internacional. El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon estuvo presente cuando se hacía el anuncio en el salón El Laguito, en La Habana, el mismo escenario en el que se firmaron los anteriores acuerdos intermedios, acompañando a los mandatarios de Colombia y Cuba, Santos y Raúl Castro, y el máximo jefe de la guerrilla, Rodrigo Londoño, alias Timochenko.

Junto a ellos estuvieron el canciller de Noruega, Borge Brende, y los mandatarios de los países acompañantes del proceso, la chilena Michelle Bachelet y el venezolano Nicolás Maduro. Como invitados asistieron los presidentes de México, Enrique Peña Nieto; de República Dominicana, Danilo Medina, y de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, quizás una presencia simbólica porque integró la insurgencia de su país que después llegó al poder a través de las urnas.

Entre otros aspectos, el texto establece que los guerrilleros estarán concentrados en 22 zonas de Colombia, saldrán de los campamentos «sin armas y de civil», y que la Organización de Naciones Unidas recibirá y fundirá todas las armas actualmente en poder de las FARC, hasta ahora la mayor y más antigua organización insurgente del país.

La entrega de las armas se realizará a partir del acuerdo final en tres fases: el 30% en 90 días a partir del acuerdo final, otro 30% a 120 días de la firma de la paz, y el 40% restante a 180 días.Ese procedimiento estará monitoreado y verificado por un equipo internacional coordinado por la ONU.

El proceso de las FARC se cosió en un contexto donde la violencia y la política fueron de la mano por décadas. Surgidas tras los asesinatos contra campesinos en Marquetalia, 48 colonos conformaron un ejército popular para resistir los ataques de los «paras» grupos paramilitares de extrema derecha que hoy subsisten, y con el propósito de encarar una revolución socialista. Al igual que otras fuerzas insurgentes, los guerrilleros de las FARC fueron hijos de los enfrentamientos civiles que derivaron del asesinato en 1948 del líder del partido liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien había logrado gran representatividad a pesar de haber perdido las elecciones de 1946 frente a los conservadores, y era sobre quien los sectores populares y campesinos ponían sus esperanzas para llegar al fin del latifundio y la expoliación.

Uno de los fundadores de las FARC fue el histórico Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo, quien murió en 2008. Las acciones guerrilleras se circunscribieron al ámbito rural, aunque protagonizaron ataques en zonas pobladas y secuestros, enfrentamientos y asesinatos, peromuchas veces se les atribuyeron crímenes perpetrados por paramilitares. Constituyeron una fuerza de miles de miembros y sus líderes nunca dejaron de reclamar ser considerados una fuerza beligerante, es decir, ser tratados como un ejército formal, cosa que nunca fue aceptada por los gobiernos. Tuvieron intentos no muy fructíferos de actuar en el plano político –como la ETA en España– y este es uno de los términos a resolver en la paz definitiva.

Sorprendentemente fue Santos, quien bajo el gobierno del conservador Álvaro Uribe fue ministro de Defensa, el que promovió una apertura inusitada hasta entonces y la mesa de diálogo, aceptando incluso que fuera Cuba la sede. Esa decisión lo apartó del propio Uribe y fue sin duda lo que contribuyó a que ganara su reelección en 2014. Hoy le permite capitalizar un hecho histórico para el país y la región. «