El primer rechazo legislativo al acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea provino del parlamento de Austria, que votó en forma casi unánime contra el tratado comercial, provocando un tembladeral entre sus mentores. Si bien el gobierno francés había mostrado reservas en consonancia con los agricultores galos, que resisten una alianza comercial con los países sudamericanos, al igual que los productores agrarios alemanes, es la primera vez que una institución como esta se pronuncia de forma precisa y contundente sobre el asunto.

En los papeles, la aprobación de un acuerdo de esta magnitud necesita ser refrendado por todos y cada uno de los congresos de las 27 naciones europeas. Lo mismo debería ocurrir de este lado del Atlántico. Pero en la realidad, se podría utilizar como antecedente de que en 2005 la UE debía aprobar la Constitución del bloque regional mediante referéndum y tanto Francia como Holanda votaron en contra. La solución fue imponer las mismas regulaciones a través del Tratado de Lisboa, de 2007.

Con argumentos similares se atajó la Comisión Europea, el poder ejecutivo comunitario, al asegurar que “aún no llegó el momento del visto bueno” al pacto UE-Mercosur. «Ambas partes están llevando a cabo lo que se denomina una revisión jurídica del texto acordado para llegar a la versión final (…) Por lo que, básicamente, la ratificación aún no comenzó», declaró la vocera de la CE, Mina Andreeva.

En términos parecidos se pronunció el gobierno argentino, al evaluar –de acuerdo a voceros oficiosos- que como hay elecciones el último domingo de setiembre, el parlamento austríaco será renovado en las próximas semanas y por lo tanto no hay nada que temer en relación con el acuerdo que tan pomposamente presentaron el canciller Jorge Faurie con el presidente Mauricio Macri. El presidente dijo taxativamente que «el nuevo parlamento va a revocar esta orden al Consejo Europeo de vetar el acuerdo».

Pero sucede además que Francia demora definiciones por las protestas de los agricultores, que no aceptan de buena gana que ingresen en el continente productos del Mercosur ya que, afirman, tienen controles ambientales más laxos que los que les exige la UE a ellos. Por otro lado, el presidente Emmanuel Macron cuestionó el tratamiento que el gobierno de Jair Bolsonaro le dio a la crisis ecológica por los incendios forestales en Amazonas. Y la respuesta del mandatario brasileño fue feroz: se sumó a ataques misóginos contra la esposa del francés, lo que elevó el enfrentamiento al punto de que el inquilino del Elíseo dijo que tampoco iba a firmar el tratado con el Mercosur.

En julio, Irlanda también había mostrado sus reticencias a sumarse al tratado comercial. El primer ministro irlandés, Leo Varadkar, deslizó que “si va a haber un impacto negativo sobre la economía y el empleo, estaremos en contra” de un mercado común con los cuatro países de América del sur.Una forma de rechazo bien diplomático.

En Viena, la asamblea legislativa entendió por abrumadora mayoría que el convenio sería nocivo para Austria y su rechazo fue interpretado como «un gran triunfo para los consumidores, el medioambiente, la protección de los animales y los derechos humanos». Los incendios en Amazonas y la cerril postura de Bolsonaro fueron argumentos de peso a la hora de juntar votos en contra de la propuesta institucional.