José Mujica no estará en la cumbre de la Celac. No le corresponde, él es un ex, y la reunión es para los presidentes en ejercicio. Sin embargo, con el solo anuncio de que en las próximas semanas presentará un proyecto de integración regional, estará primando en el salón de convenciones del Sheraton. Mujica sabe que sale a la cancha con una idea que se fue degradando con muchas, frustradas experiencias ensayadas desde la creación de la Asociación Latino Americana de Libre Comercio (Alalc), lanzada con bombos y platillos en febrero de 1960, cuando once países –los sudamericanos más México– firmaron el Tratado de Montevideo.

Varios presidentes ya conocen las líneas generales de la propuesta, y aunque ninguno de ellos se manifestó públicamente, el argentino Alberto Fernández, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el chileno Gabriel Boric ya habrían animado a Mujica para que profundice en sus planteos. El apoyo de los tres fue el resultado de encuentros bilaterales mantenidos en Brasilia, cuando Lula asumió al frente de su gobierno. Con la modestia que lo define, el uruguayo, segundo de los tres sucesivos presidentes del progresista Frente Amplio, entre 2010 y 2015, aclaró que lo suyo “no es un proyecto en sí, porque lo que nos interesa es poner en la agenda una política de integración a largo plazo”.

El objetivo es comenzar con ciertas iniciativas menores, algunas ya instrumentadas de  forma parcial –como la libre circulación de las personas por los países de la región– y “otras más simbólicas, como las de dotarnos de un himno común, una bandera regional y la fijación de una fecha para celebrar el día de la unión americana”, la consigna de los últimos caudillos federales, llevada a sus extremos por Felipe Varela. Según Mujica, un verdadero proceso de integración regional debe contemplar la libertad para que los profesionales universitarios puedan desarrollar sin trabas sus especializaciones, sin necesidad de reválidas u otros engorrosos trámites burocráticos.

“Estas pequeñas cosas harán que en todo el proceso de aprendizaje se vayan conociendo, y valorando, cosas de nuestra historia común”, además de que ese descubrimiento “pueda ambientar un debate de ideas, el conocimiento mutuo de las grandes gestas nacionales y la enseñanza simultánea del castellano, el portugués y el guaraní, las lenguas propias de la región”. Mujica dice que todas esas cosas que pueden ser vistas como menores por gente que piensa que la integración consiste en dotarse de una moneda común –no se puede ignorar que a Europa le llevó seis décadas la creación del Euro–, son las que conducirán a la unión, que “es la única forma futura de negociar de igual a igual con los grandes intereses económicos globales, algo que ya tienen sólidamente instalado los países de la Unión Europea y en lo que comienza a trabajar el continente africano”.  

En entrevistas con medios de su país, el expresidente uruguayo insistió en que su propuesta es una construcción compartida con amigos de todos los países, con los que se reunirá en febrero –no señaló ni cuándo ni dónde–  para darle forma a un documento con las ideas centrales. Ese trabajo es el que entregará a los gobernantes latinoamericanos. La idea, dijo Mujica, “es presentarles a los presidentes esa propuesta, elaborada por representantes de todos los países posibles, para que tomen lo que les parezca correcto y trabajen en función de ello”.

Además de los nombrados, por ahora están anotados para ser de la partida el canciller de Bolivia, Rogelio Mayta, y el ex presidenciable ecuatoriano Andrés Arauz. “América Latina debe defender sus intereses e impulsar la integración, porque esa es la única forma de evitar influencias extranjeras ante la lucha que se está produciendo entre las potencias”, dijo Mayta ante una consulta de la agencia noticiosa Prensa Latina. Arauz, por su parte, señaló que “debemos aprovechar la victoria de Lula para avanzar en conjunto”, y coincidió con Mujica en que “sólo con la unión de los países americanos se podrá enfrentar en el futuro a las potencias, a los grandes bloques de poder y a las corporaciones transnacionales”.

“Para defender lo que nos queda de soberanía –razonó Mujica– necesitamos reunir nuestros intereses en una política de largo plazo y ser autocríticos, sacar conclusiones de los fracasos que hemos tenido e identificar las causas”. Sin citar a ninguna de las experiencias vividas desde 1960 (ALALC, Asociación Latinoamericana de Integración, Sistema Económico Latinoamericano, UNASUR, CELAC, Mercosur), señaló que “estamos muy atrasados”. Mujica tiene la certeza de que los fracasos se deben a que todos los proyectos fueron diseñados por políticos o intelectuales que estuvieron alejados de los pueblos, y sin estos es imposible avanzar. “Creo que juntar nuestras debilidades para defendernos no es una cuestión de izquierda o de derecha sino de ser o no ser en el mundo que se nos viene”.

Ideas compatibles separadas por 11 mil kilómetros

En estos días Greta Thunberg y José Mujica andan separados por más de 11 mil kilómetros, unas 15 horas de vuelo. Ambos, aunque sólo se conocen por mentas, tienen sin embargo grandes coincidencias. La jovencita sueca, una ambientalista llegada al mundo casi 70 años después que el ex presidente uruguayo, está “ahora mismo en terreno enemigo, en Davos, donde se ha reunido la gente que más hace para la destrucción del planeta”. Mujica, con la mirada clavada en Buenos Aires, en la CELAC, para ver cómo evoluciona la política regional y si es llegado el momento de someter a debate lo que podría ser su último gran aporte. Ella, para activar un cambio que “debe llegar desde abajo”. Él, para impulsar “desde abajo la unión americana, única forma futura de negociar con los grandes intereses”.


El comportamiento visible y ostentoso de los CEO de las más gigantescas multinacionales llegados a Davos estos últimos días –una semana antes del “aluvión zoológico”, dirán para ser coherentes, que desembarcará a partir de pasado mañana en Buenos Aires– es una agresiva muestra de lo poco que les importa el futuro de la Humanidad. Críticos y activistas ambientales, como Thunberg, denunciaron la hipocresía mostrada en el uso de aviones privados de parte de los asistentes, en la que uno de los temas centrales es el cambio climático, así como han reprochado la presencia de altos ejecutivos del sector de los combustibles fósiles en un foro supuestamente consciente de esa nefasta actividad.


El último domingo, activistas ambientales bloquearon un aeropuerto privado exigiendo que los ricos y responsables de la toma de decisiones rindan cuentas por los daños climáticos. A la vez, un grupo de militantes protestó en Alemania por la extensión de las actividades en una mina de carbón. Allí, Thunberg fue detenida, arrastrada en medio del barro. En ese contexto la consultora ambiental holandesa CE Delft, reveló que en la semana de duración de la cumbre “1400 jets privados aterrizaron y decolaron en los aeropuertos que sirven a la lujosa estación de sky suiza, generando emisiones equivalentes a las de 350 mil automóviles. Para Greenpeace “este auge en el uso de aviones privados es una clase magistral de hipocresía”.