“Declaramos y definimos Santa a la beata teresa de Calcuta”, anunció el Papa Francisco ante 120 mil fieles de todo el mundo, la canonización de la religiosa nacida como Agnes Gonxha Bojaxhiu el 26 de agosto de 1910, en la actual Macedonia. La noticia recorrió el mundo y la biografía de quien fuera Premio Nobel de la Paz 1979, se divulgó en todos los idiomas.

Las normas del derecho canónico disponen que una causa pueda ser iniciada por un postulador ante el Vaticano, después de la muerte del candidato. El proceso jurídico que es iniciado por una diócesis, además de ciertos requisitos, consta de tres etapas. La primera consta de Declaración de venerable. «No se necesitan milagros, sino documentación de que el sujeto es ejemplar e intachable en sus hechos y actos”, explicó a Tiempo el Licenciado en Teología, Rubén Rufino Dri.

“Luego existe la Beatificación, para lo cual se necesita un milagro. La curación de una enfermedad analizada por médicos y especialistas, que deben demostrar que el paciente es incurable medicinalmente y que su sanación se produjo de una manera que se desconozca”, contó el investigador del Instituto de Estudios de América Latina y del Caribe. Y por último para ser “canonizado deben ser comprobados dos milagros de quienes son santificados tras la invocación del enfermo, se debecertificar la documentación al respecto, además de la comprobación de persona ejemplar y modelo de todo cristiano”. La «comprobación» de lo milagros es, por lo tanto, por la negativa.

El milagro que permitió la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta fue la curación, considerada científicamente inexplicable, de Mónica Bersa, de 34 años, que padecía un tumor en el abdomen del que sanó en 1998. A la mujer india de religión animista, devota de la madre Teresa, le colocaron en el abdomen una medalla, que había pertenecido a la monja, el 5 de septiembre de 1998, un año exacto después de su muerte, y su salud mejoró repentinamente.

Mientras que el milagro atribuido para canonizarla fue la sanación del brasileño Marcilio Andrino, a quien en 2008 le diagnosticaron una infección en el cerebro e hidrocefalia. Tras ser tratado con antibióticos durante un mes, no hubo mejoría alguna y tanto él como su pareja se encomendaron en sus rezos «a Dios y a madre Teresa”. Los médicos decidieron operar a pesar de que la intervención era muy peligrosa, pero su mejora de un día para el otro y su constante evolución posibilitaron que nunca sea operado. A los tres días los resultados de los análisis no arrojaron rastro de los abscesos.