Expresidente de Colombia, extitular de Unasur, referente del Grupo de Puebla y activo protagonista del debate político en su país y la región, el colombiano Ernesto Samper ve una “primavera” en Latinoamérica, surgida de las movilizaciones juveniles de 2019 y la evidencia que presentó la pandemia de la necesidad de un Estado pre-sente. En su libro Grito latinoamericano, que acaba de lanzar editorial Planeta, insiste en la “oportunidad de abrazar una agenda progresista”.

“Entrando en la pospandemia, es momento de darnos dos reflexiones. La primera es que no podemos volver a lo que teníamos antes. Y la segunda es que tenemos que ponernos de acuerdo sobre quién va a pagar la factura social de la pandemia. Si los asalariados, los pensionados o las personas que incluso se enriquecieron, y si vamos a ser capaces de plantar las bases de un modelo solidario que sustituya al fracasado modelo neoliberal”, comentó en esta entrevista con Tiempo.

–Cuándo habla de primavera, ¿lo ve como algo coyuntural? Porque hay análisis que lo dan como un ciclo de permanente disputa…

–De alguna manera es así, porque asociados con esta protestas y este grito que escuchábamos de los jóvenes, un grito reclamando por el futuro, comenzaron a soplar, también durante esta época de pandemia, vientos socialis-tas y progresistas en la región. La elección del presidente (Andrés) López Obrador en México, del presidente (Alberto) Fernández en la Argentina, la recuperación de la democracia en Bolivia, la apertura de una nueva Constitución no pinochetista en Chile, la continuación del proceso de paz en Colombia, la elección de (Joe) Biden en EE UU… También creemos que la elección en Ecuador del 11 de abril demostrará que de alguna forma el signo de la región está cambiando. Como señalaba el presidente Pepe Mujica, que es como nuestro Papa de izquierda latinoamericano, está claro que el péndulo volvió a bajar. Subió hacia la derecha pero está volviendo a bajar hacia el centro y seguramente subirá hacia propuestas más progresistas.

–¿Por qué cree que esos procesos de derecha de los últimos tiempos duraron tan poco en algunos países, cuando parecía que venían a quedarse por décadas?

–Creo que fue un error de percepción, ante todo. Pensaron que podían hacer sus planteamientos desde una narrativa ideológica; entonces hubo más cambios ideológicos que políticos o reales. Y me parece que la misma pandemia mostró de una forma agresiva, cruel en muchos casos, que esos viejos problemas que veníamos planteando en materia de desigualdad, el abandono de la responsabilidad del Estado en la producción de bienes públicos, se volvieron fundamentales. Nos dimos cuenta de que, al contrario, lo que necesitamos hacia delante es que haya más Estado, más salud pública, más multilateralismo en la solución de problemas globales. (Thomas) Piketty decía que en las grandes crisis históricas siempre aparecen nuevas soluciones sociales. Quizás aquí po-damos tener la ilusión de que aparezcan unas salidas distintas para los problemas de siempre.

–¿Es decir que tal vez, sin pandemia, no hubiese habido esos cambios?

–Tal vez hubiese existido esa posibilidad, pero no se habría acelerado como lo hizo durante la pandemia.

–¿Qué cree que cambiará en la región con Joe Biden en la presidencia de los Estados Unidos?

–Primero, cualquier movimiento hacia la izquierda de lo que era Donald Trump ya es una conquista. Porque Trump llevó las relaciones de Estados Unidos con América Latina a unos extremos inéditos, con una agenda totalmente antilatinoamericana. Creo que en sus primeras medidas, Biden ha dado muestras importantes: la normalización de los migrantes, la suspensión de la construcción del muro, que era una afrenta. Su regreso a los compromisos del cambio climático, a la Organización Mundial de la Salud, la normalización de las relaciones con Cuba, al menos en el punto que dejó Obama.

–¿Y con la OEA, que ha sido un instrumento político de Trump a través de Luis Almagro?

–Almagro está viviendo un tiempo extra en la OEA. Su comportamiento, especialmente en lo que llevó al golpe de Bolivia, alegando un golpe que jamás existió simplemente para justificar la presencia de poderes de facto, es absolutamente injustificable. Y las intervenciones que tuvo contra Venezuela, su participación en actos lanzados desde Colombia para promover salidas de fuerza y su más reciente participación en los últimos comicios, son realmente razones para que la región tenga suficiente desconfianza sobre la gestión de Almagro.

–¿Cómo ve el surgimiento de una nueva derecha mundial, muy cercana al fascismo, que ha tomado prácticas que originalmente eran de la izquierda, como la manifestación callejera, e incluso ganando sectores juveniles?

–Todo esto sucede en medio de una crisis del sistema representativo de partidos políticos. Esos partidos, que están desacreditados por casos de corrupción, por problemas relacionados con la clientelización, por la crisis del sistema presidencialista, han sido reemplazados por unas nuevas fuerzas, entre esas unos poderes fácticos que son actores políticos, y que están haciendo política sin responsabilidad política. Por ejemplo, los grandes grupos empresariales, comunicacionales, los jueces y fiscales del lawfare, han derechizado las instituciones y no en un sentido de representación sino de polarización ideológica.

–¿Y cómo se combate esa realidad?

–La respuesta política tiene que ser la reagrupación de las fuerzas progresistas alrededor de unas propuestas concretas, algunas de las cuales están en el manifiesto que el Grupo de Puebla sacó recientemente como, por ejemplo, una renta básica para sostener el período de pospandemia. Temas relacionados con el manejo de las redes, que también pueden contribuir a abanderar buenas causas. No es tarea fácil, porque las redes tienden más a que la gente vaya hacia lo negativo, hacia el odio, que a lo positivo. Ocurrió con el Brexit o el proceso de paz, acá en Colombia. Y, sobre todo, tenemos que volver a integrarnos, nunca había sido tan importante la integración como ahora y nunca habíamos estado tan desintegrados como en este tiempo. Imagínese lo que hubiera sido la capacidad de la región frente a la pandemia si hubiéramos tenido el Instituto de Salud de Unasur, con la posibilidad de reunir a todos los ministerios de Salud en cuestión de minutos. «


El momento de Colombia

Acaso fuera el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) el último de rasgos progresistas en Colombia antes de que entrara en la vorágine de ultraderecha de Álvaro Uribe y sus continuadores. Aunque más moderados, de dere-cha al fin.

“Un país condenado a elegir entre representantes de derecha o extrema derecha”, decía a Tiempo un histórico dirigente de Derechos Humanos en alguna nota pasada. Frente a esta “primavera” de corte popular que Samper avizora en la región, la pregunta de rigor es:

–¿Cuándo será el momento de Colombia?

–El momento de Colombia comenzó cuando se firmaron los acuerdos de La Habana. En ese momento se terminó el conflicto armado y los movimientos progresistas se pudieron expresar a favor de un proyecto político que partía de la base de sostener la paz, representado por Gustavo Petro, y ese proyecto por primera vez en muchí-simos años sacó una amplia votación que en otras condiciones hubiera sido imposible”.

En la respuesta, el expresidente Samper se refiere puntualmente a las elecciones registradas en su país en 2018, cuando Petro enfrentó en balotaje a Iván Duque. Y finalmente, adelanta: “Nuevamente, el tema de la paz va a ser el tema de las próximas elecciones. Hay sectores que quieren regresar a la guerra. En este momento, el proceso de paz está como en un vaso medio vacío, medio lleno. Nosotros esperamos que se llene. Espero que cuando la gente vaya a votar el año entrante, vote por eso y no por los cantos de sirena de quienes quieren regresar a la guerra”.

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El grito de un continente

«La larga lucha contra la desigualdad forma parte, por ello, de la narración histórica sobre la lucha de los movi-mientos populares que hoy encarnan en América Latina el grito de oposición a esta dinámica de concentración que nos retrotrae a las épocas de las mayores injusticias.»

El ‘reconocimiento del otro’ debe ser el principio de un nuevo proyecto alternativo de cambio en América La-tina, pues la negación ha sido fuente de procesos conflictivos que han terminado en violencia. Esta incompren-sión del otro, y la negativa a dialogar con él, explica el exceso desproporcionado de fuerza con que han respon-dido los gobiernos de la región –especialmente los de derecha– a las protestas y marchas del reciente grito lati-noamericano”.

Estos párrafos son extractos del nuevo trabajo de Ernesto Samper, que fuera presentado hace sólo unas horas y publicado por Editorial Planeta. El libro contiene una serie de ensayos sobre la actualidad latinoamericana, basados en su experiencia como secretario general de UNASUR, y como presidente de Corporación Escenarios y Vivamos Humanos de Colombia.

En Grito latinoamericano, desarrolla tesis que podrían ser agrupadas como una propuesta de agenda progresista para la región y advierte sobre la oportunidad que plantea la época “para vencer las desigualdades”.

Samper nació en Bogotá el 3 de agosto de 1950. Fue presidente de Colombia entre el 7 de agosto de 1994 y el mismo día de 1998. Antes de ser presidente fue senador, concejal de Bogotá, dipu-tado de Cundinamarca, ministro de Desarrollo y embajador en España. Es economista y abogado de la Pontificia Universidad Javeriana. Y, también, exprofesor de varias universidades, entre ellas la de Salamanca. En el 2014 fue elegido secretario general de UNASUR, cargo que desempeñó hasta 2017. En la actualidad es presidente honorario de la Corporación Escenarios, desde la cual lidera la construcción de una agenda de integración iberoamericana, y de la Corporación Vivamos Humanos, donde se ocupa de aspectos relacionados con la paz y los DD HH en Colombia.