Si, como afirmaba Georges Clemenceau, la guerra es un asunto demasiado serio para dejárselo a los militares, la guerra es sin duda un terreno donde economistas y economía están llamados a ocupar un lugar de privilegio. De allí que sea interesante analizar los conceptos económicos que Vladimir Putin desarrolló en su discurso del 21 de Febrero ante la Asamblea Federal de la Federación de Rusia, habida cuenta de la poca información que llega a estas pampas.

Lo que sorprende es la frase “no cometeremos los errores del pasado, no destruiremos nuestra economía”. Las referencias pueden ser centenarias, ya que la Primera Guerra Mundial fue librada en tiempos de los zares, o más cercanas, cuando la Unión Soviética privilegió la carrera armamentista provocada por la Guerra Fría antes que el desarrollo completo del país. De algún modo es una situación inédita. No hay zares ni soviéticos.

Y ahí sostiene que “el elemento más importante de la soberanía económica es la libertad de emprender. Déjenme repetirlo: es el sector privado que demostró, ante las medidas agresivas externas contra Rusia, que es capaz de adaptarse a los cambios continuos de los mercados y asegurar el crecimiento económico en condiciones difíciles. Por ello, cada iniciativa empresaria que beneficie al país debe ser apoyada”. “Quisiera remarcar que la iniciativa privada y las pequeñas y medianas empresas han jugado un papel enorme en esta situación. Evitamos regulaciones administrativas excesivas que hubiesen sesgado la economía hacia mayor intervención estatal”. Es un manifiesto a favor de la economía mixta.

Luego, Putin expone la tesis acerca de “las necesidades que deben ser satisfechas para que Rusia tenga un desarrollo progresivo y continuo, un desarrollo soberano e independiente, pese a cualquier presión externa o amenaza, con una garantía confiable para la seguridad y los intereses del Estado”. En concreto, significa baja de las tasas de interés además de subsidios para las industrias estratégicas. 

El fracaso del bloqueo impuesto por occidente queda de manifiesto cuando afirma que “gracias a la solidez y fortaleza de la balanza de pagos, no es necesario pedir prestado dinero al extranjero, hacer reverencias y luego tener largas negociaciones acerca de cuánto pedir, cuándo devolver y en qué condiciones”. En efecto, no es posible lograr un bloqueo económico eficaz -ya de por sí una medida ilegal-, si el país bloqueado tiene superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. “Nuestra banca doméstica es sustentable y opera con estabilidad, y goza de un sólido margen de seguridad”, concluye. 

Viene el momento de una medida de política económica especial: “al mismo tiempo, le pido al gobierno, junto con el Parlamento, que propongan medidas adicionales que aceleren el proceso de ´desoffshorización´ de la economía. Las empresas y los negocios, en los sectores y las industrias clave antes que nada, debe operar bajo jurisdicción rusa. Es un principio básico”. También podría ser tomado para algunos como un consejo.

Hay palabras para aquellos rusos que abandonaron el país y fugaron capitales. Buscan mendigar afuera, afirma, lo que no pueden conseguir más en su país. Por supuesto, habla de los “oligarcas”, cuyos departamentos en Londres o yates en el mediterráneo, incautados por occidente, no son significativos para Rusia.

El último aspecto importante en esta perspectiva económica que traza Putin es la educación y capacitación de un millón de especialistas en las industrias electrónica, robótica, ingeniería mecánica, metalurgia, farmacéutica, agricultura, defensa, construcción, transporte, energía nuclear y oras industrias que aseguren la seguridad de Rusia, la soberanía y la competitividad.

En conclusión, vemos expuesto que el diseño e instrumentación de una economía de guerra o de una economía para ganar la guerra no son lo mismo. Queda confirmada así que las transiciones de la vida de todos los días de una nación al estado bélico, según los criterios y modalidades de adaptación, son aspectos decisivos que influyen en el resultado final de la contienda.