Luego de varios meses de combate urbano, la victoria rusa en la batalla de Avdeevka ha despertado renovadas preocupaciones en occidente. En efecto, después del fracaso de la ofensiva ucraniana de verano que debía traer el triunfo, esta batalla significa el éxito de la «defensa activa» puesta en práctica por Rusia. Marca las limitaciones de Ucrania en combatientes, por más que sean entrenados y pertrechados por la OTAN.

Quizás eso haya motivado que altos oficiales de la Bundeswher (fuerzas armadas alemanas) planifiquen un ataque con misiles al principal puente ruso que une Crimea con la península de Kerch, como lo demuestra la filtración de una conversación entre ellos publicada por el portal RT. Además de las consideraciones estratégicas sobre esta operación, es imposible evitar las consecuencias políticas: hay una escalada en el envolvimiento occidental en Ucrania. Tanto, que Emmanuel Macron sugirió enviar tropas de la OTAN a pelear por Zelenski, o al menos dejar pasar a tropas especiales. Aunque la propuesta fue rechazada, la participación de militares regulares provenientes de diferentes países occidentales ya es un hecho en el frente.

La situación no mejora cuando los propios occidentales reconocen la existencia de una docena de bases en el territorio ucraniano fronterizo con Rusia. Financiadas por Estados Unidos, realizaban tareas de espionaje y acciones de sabotaje más allá de las fronteras. Allí están, aunque su existencia fue negada mucho tiempo… En esa perspectiva, cobra mucha más verosimilitud la denuncia rusa acerca de los laboratorios para guerra bacteriológica que descubrieron en Ucrania al principio del conflicto. 

Por supuesto, para los medios masivos de manipulación occidentales bastó que Vladimir Putin recuerde las capacidades de respuesta nuclear que tiene la Federación de Rusia para que hablen enseguida de amenazas. «No es la Rusia que queremos», afirmó la subsecretaria de Estado norteamericana, Victoria Nuland. Sí, es la misma que participó en la organización del golpe del Maidan en Kiev en el 2014 y aprovechó para dejar en claro que sólo habrá negociaciones de paz cuando Estados Unidos lo considere propicio. El complejo militar-industrial norteamericano no se alimenta solo, y es un excelente negocio económico, por la magnitud de las ventas y de las asignaciones presupuestarias, tanto como político, ya que no exponen soldados propios en la guerra, puesto que mandan ucranianos a morir por la OTAN. Una excelente inversión.

De este modo, vemos cómo de a poco el velo va corriéndose sobre realidades antes ignoradas o escondidas. Hasta podemos volver a leer en diarios europeos la «teoría de los dominós», que fuera expresada por Einsenhower en los años ’50. En ese momento era «si cae indochina cae toda la región»; en este caso es «si Rusia vence a Ucrania, luego atacará un país de la OTAN». Hay una construcción sesgada de las percepciones, de tal modo que siempre aparezca la amenaza rusa como una constante. Nada más alejado de las intenciones de la Federación Rusa, que dejó claro desde el principio los objetivos de desnazificación, desarme y neutralidad de Ucrania, nada más. Nada menos. Es la OTAN la que está en guerra contra Rusia.

«El llamado occidente, con sus prácticas coloniales y su inclinación para iniciar conflictos étnicos alrededor del mundo, no sólo busca impedir nuestro progreso sino también imagina que Rusia es un espacio dependiente, declinante y moribundo donde pueden hacer lo que quieran. En los hechos, quieren replicar en Rusia lo que han realizado en numerosos otros países, incluyendo a Ucrania: sembrando la discordia en nuestro hogar y debilitarnos desde adentro. Pero están equivocados, y queda perfectamente claro que atacan la firme resolución y determinación de nuestro pueblo multiétnico», dijo Vladimir Putin el 29 de Febrero en el discurso a los legisladores rusos. Continúa: «nuestros soldados y oficiales –cristianos y musulmanes, budistas y seguidores del judaísmo, gentes que representan diferentes orígenes étnicos, culturas y regiones– han demostrado con sus acciones que son más fuertes que mil palabras, que los siglos de cohesión y unidad del pueblo de Rusia son una fuerza formidable e invencible. Todos ellos, hombro con hombro, están peleando por nuestra común Madre Patria». Antes del discurso, la revista británica The Economist, uno de los voceros del establishment occidental, tituló en la tapa «Putin: el principio del fin». Ah, pero era en 2012. «Más que mil palabras»…