La opinión pública latinoamericana y parte de la europea está pendiente del resultado electoral en Colombia. Más que pendiente está la oficina del Pentágono que vigila al Estado colombiano.

Es que lo que está en juego en la “hermana república” es mucho más que un cambio político nacional. En realidad son dos elementos inseparables del mismo fenómeno. El cambio político en Colombia rompe diques geopolíticos impuestos por Estados Unidos en la zona andina y el Caribe oriental, y contra Venezuela desde 1999.

Si gana petro América vivirá dos placeres simultáneos. La derrota de la burguesía más rancia del continente, equivocadamente llamada “oligarquía.

Segundo, el debilitamiento de la pieza bélica contra revolucionaria más sólida de EE.UU. en el continente. Colombia es el único Estado latinoamericano miembro de la OTAN, la autora de todas las guerras de invasión entre finales del siglo XX y comienzos del XXI. Es una historia larga. También se sumó como tropa subordinada al ejército norteamericano en la 2ª Guerra Mundial.

Colombia resultó para el Pentágono la pieza geopolítica de vanguardia imperial que no pudo lograr con Brasil, Chile y Argentina. Brasil y Argentina porque lo impidieron los movimientos laborales y políticos de izquierda. Chile, por su bajo peso específico en la geopolítica. 

Eso explica porqué Colombia fue llamada “la Israel de América latina”, algo que también se dijo de Chile, sin que el pinochetismo fuera capaz de sostener esa responsabilidad regional.

Esta es la importancia, la escala, de lo que cambia o comienza a cambiar el próximo domingo en Colombia.

La “oligarquía” colombiana es una de las mas asesinas del continente. Todas lo fueron, pero la colombiana se especializó. A confesión de parte relevo de pruebas. El libro de Estado Basta Ya, editado durante el gobierno de Santos, el Estado confiesa que asesinó, desapareció, exilió y exterminó, a más de 200 mil personas no combatientes en apenas 21 años de uribismo. 

Eso explica que en Colombia haya brotado en serio lo que fue solo una amenaza en otros países. Un movimiento político de conducta “nazi”. Coloco comillas porque en rigor no es nazi, una ideología/movimiento de otro tiempo. Podemos afirmar que el uribismo es/fue el nazismo de nuestro tiempo. Nazismo, franquismo, salazarismo, mikado… ustedes me entienden.

Algo de eso pude comprender y estudiar en los dos años que viví en Bogotá durante los 70. Sobre todo de su compleja izquierda. Es una izquierda más elevada que la ecuatoriana o venezolana, pero por eso mismo más complicada y problemática.

Tardó medio siglo para aprender que la radicalidad de un izquierdista no se mide por el fusil sino por sus ideas y lo que construya entre los trabajadores pobres. La hora del fusil la impone el enemigo, como enseñó la experiencia guerrillera de Hugo Blanco en Perú y la de Mao mucho antes. Tardó más de 50 años para comprender que autoritarismo y bonapartismo, violencia estatal y masacres recurrentes no es sinónimo de fascismo. Muchos gobiernos parlamentarios matan mucho. El norteamericano, por ejemplo. La violencia es un recurso al que acude un poder cuando debe enfrentar una sociedad que de muy variadas resistencias radicales. Eso es Colombia, uno de los pueblos con mayor tradición militante no partidaria de América, junto con México hasta los años 40. Desde María Cano hasta Francia Márquez. Un siglo de tradición y sin tantas soledades.

Siendo más elevada intelectualmente, la izquierda colombiana tardó mucho en comprender algo tan serio como  que ningún cuerpo guerrillero puede conservarse igual por décadas como si estuviera recubierto por una membrana de omeostasis.

Cuando lo comprendió, dio un salto y en el camino se encontró con la rebelión de Cali, verdadera fuente de todo lo nuevo en Colombia. Petro y Francia no serían mucho sin la rebelión de Cali.

Seis diputados del Partido Demócrata se pronunciaron hace dos días contra Rodolfo Hernández por su historia de corrupto. Aunque no lo digan, están expresando a un sector del sistema de poder yanqui que necesita sacarse de encima al uribismo porque ya no le sirve. Como a Pinochet en su momento. También porque saben hasta dónde puede llegar Petro.

Lo que no saben ellos ni podemos saberlo nosotros, es hasta donde serán capaces de llegar los componentes sociales que acompañan a Petro y a Francia.