Japón sigue conmocionado por el magnicidio de Shinzo Abe, un cultor del nacionalismo

«El primer disparo sonó como un juguete. Él no cayó, pero luego hubo un fuerte estallido. El segundo disparo fue más visible, se pudo ver la explosión el humo», contó un testigo del magnicidio.

A sus 67 años, Shinzo Abe se mantenía activo a pesar de haber dejado el gobierno de Japón en 2020. Tenía 52 cuando asumió en 2006: el más joven de la historia milenaria del país, pero renunció al año. Símbolo de cambio. Lo llevó a cabo entre 2012 y su segunda renuncia. El viernes hablaba en un estrado en una calle de la ciudad de Nara. Murió antes de arribar en helicóptero al Hospital de la Universidad de Kashihara. Provenía de una familia de dirigentes de peso político. Su abuelo, Kan Abe, y su padre, Shintarō Abe, participaron de la aventura imperialista japonesa de antes de la Guerra. Shinzo Abe era el presidente del Partido Liberal Democrático, un muy respetado pensador nacionalista. Había nacido en Tokio y estudiado Ciencias Políticas en la Universidad de Seikei.

Yamagami Tetsuya, su asesino, es un ex militar que debió fabricar su propia pistola debido a las restricciones en ese sentido sostiene Japón, donde hay un bajísimo promedio de muertes por armas de fuego. Pero el muchacho de 41 años, exmiembro del Ejercito, con pasado de al menos un lustro en la rama naval de las Fuerzas de Autodefensa (y por lo tanto buen caudal de información reservada), fuera dado de baja por motivos no del todo claros en 2005, tenía un verdadero arsenal en su casa de Nara.

Guillermo Travieso, doctor en Economía, docente-investigador de la UBA y miembro del Grupo de Estudios del Este Asiático del Instituto de Investigaciones Gino Germani, explica que Abe fue «muy respectado y a la vez muy controvertido. Un político de sangre. Una de las figuras más importantes de las últimas dos décadas ligado a un partido con una larga trayectoria en la administración, muy importante en la historia japonesa de postguerra. Además, venía de una familia muy influyente. Esa línea definía su pensamiento. Como primer ministro influyó para que Japón saliera de décadas de estancamiento».

Explica que dejó el gobierno en 2006 «por problemas de salud y algunos hechos de corrupción paralelos», pero que «regresó en 2012 con un programa económico muy preciso y eficaz, que le valió momentos de aprobación del 70%. En la segunda etapa fue más moderado, volvió más inteligente, más organizado. No cambió su pensamiento sobre el revisionismo histórico, pero llegó con un programa y una proyección internacional más fuerte. Otra perspectiva. Viajó mucho, estableció relaciones importantes con Europa, las fortaleció con EE UU y con América Latina. No fue tan confrontativo. Trató de tender puentes con China, con Rusia, y estrechó lazos con Corea del Norte. Su sueño era convertir nuevamente a Japón en un país líder. El Japón Bello.

-¿Cuál es el concepto?

-Desde 1989 para acá, especialmente en la década de los ’90 y principios del siglo XXI, en términos de estabilidad y crecimiento, de predominio tecnológico, la caída de Japón fue muy fuerte. Hubo procesos de ajuste que aumentaron el desempleo al 5%. El Japón monolítico de los años de la posguerra, se vino abajo cuando estalló la burbuja. Se decía que sus problemas económicos diferenciaba a Japón de sistemas capitalistas más empresariales. Hubo intentos de reforma pero sin mucho éxito. Pero él lo logró desde 2012. Generó el Japón de las buenas relaciones, otra vez de innovación tecnológica, un país aceptado, querido, admirado por el mundo, lejos de conflictos bélicos. La estrategia del Cool Japan.

-¿Por qué era controvertido?

-Japón parece un país monolítico pero no lo es. Hay izquierda, centroizquierda, derecha y ultras, grupos religiosos… Lo que viene después de la Guerra, sus relaciones con las antiguas colonias y los países ocupados, la relación con Corea del Norte. Abe era un cultor del nacionalismo japonés. Fomentó el revisionismo histórico, cómo encarar el papel de Japón en la guerra. Ahí hay una gran controversia que  gira en temas como la agresión, la ocupación. Fue miembro de Nippon Kaigi, un grupo revisionista, que entre otras cosas revisa el tema del esclavismo sexual. Ahí encontró seria oposición, incluso en su partido. Uno de sus sueños fue modificar la constitución y siquiera pudo platearlo en el parlamento. La del ’49, en su artículo nueve dice que Japón renuncia a la guerra y no va a tener ejércitos de mar, tierra, o aire. Cosa que se interpretó y reinterpretó. Hoy Japón tiene una fuerza de autodefensa, y es ahí donde se lo acusa de vindicar el militarismo, siempre en contexto de las tensas relaciones en la región.

Finalmente explica sobre las motivaciones de este magnicidio. «Existe la posibilidad de que sea un loco aislado o un fanático religioso. Siquiera alcanza la pregunta sobre quienes eran los enemigos de Abe. Incluso puede relacionarse con grupos ultraderechistas a los que no les basta el nacionalismo liberal. Como el escritor Yukio Mishima que acabó suicidándose. Quieren un modelo más antiguo de Japón. No hay tradición de crímenes políticos, pero los hubo.  «