La ola migratoria procedente de Venezuela comienza a generar inconvenientes políticos y sociales en algunos países de América latina. Sucede que muchos de estos se encuentran entre los destinos más elegidos por los migrantes de aquel país, provocando distintos tipos de reacciones en la población anfitriona. Brasil y Colombia, cuyos territorios limitan de forma directa con el venezolano, son los dos países más afectados por esta corriente humana. Con el detalle particular de que justamente por ser los países más cercanos también son los encargados de recibir a la población más vulnerable y necesitada, mientras que los venezolanos con mejores recursos económicos eligen países como España o la Argentina.

Un ejemplo de los problemas que comienzan a surgir en las zonas fronterizas es lo que está ocurriendo en Pacaraima, una pequeña ciudad limítrofe al norte del Brasil. En ese lugar se instaló un campo de refugiados para los Warao, una antigua tribu indígena original del territorio gobernado por Nicolás Maduro. Se trata del grupo humano más antiguo de Venezuela, quienes habitan en el delta del Orinoco desde hace aproximadamente unos 8.000 años. Poco menos de 500 warao viven ahora en el albergue Janokoida, en Pacaraima, y el trato que por su carácter de refugiados reciben de parte del estado brasilero ha despertado el recelo y las protestas de tribus autóctonas como los Wapichana, los Taurepang y sobre todo los Mucuxi.

Janokoida cuenta con una enfermería, una cancha de vóley en la arena y espacio al aire libre para que los warao puedan preparar su alimento siguiendo sus propias tradiciones. La seguridad del lugar se encuentra en manos del Ejército brasileño, a quienes además se les ha encargado la construcción de carpas adicionales para mejorar las condiciones actuales de hacinamiento. Sin embargo la presencia militar no ha sido suficiente para evitar una serie de ataques que tuvieron lugar durante la semana anterior.

Según se informó, el sábado pasado un puñado de habitantes de Pacaraima no solo quemó y destruyó algunos de los campamentos, sino que también atacó a decenas de venezolanos que dormían en las calles, golpeándolos y destrozando sus pertenencias. Luego del ataque un grupo de unos 1.200 venezolanos se vieron obligados a abandonar Brasil. Entre ellos había algunas decenas de warao que, ante este escenario de violencia xenófoba, decidieron volver a cruzar la frontera hacia su país.

Dentro de ese complicado escenario un grupo de indígenas locales, en su mayoría mucuxis, se manifestó este sábado en contra de la atención que reciben los migrantes. Una de las consignas consistía en solicitar al gobierno la misma atención que se les brinda a los miembros de la tribu venezolana. «Los políticos de Brasilia no se enteran de lo que pasamos aquí, sufrimos con la salud indígena y con la falta de educación. Todo va para ellos [los Warao], pero nosotros somos brasileños y estamos abandonados», expresó Jesús Level de Almeida, uno de los líderes de la protesta, según consigna el diario El Mundo de España. 

Los manifestantes recordaron también que desde hace años vienen reclamando que el gobierno brasileño construya un hospital de medicina indígena sin obtener ninguna respuesta hasta el momento. Una actitud que contrasta, dicen, con la preocupación que muestran por los warao la ONU, el Estado y el ejército, quienes en cuestión de meses se movilizaron para atender a los venezolanos. De este modo la delicada situación de Venezuela comienza a provocar un efecto no calculado: el de revelar las situaciones de desigualdad o desatención que padecen los sectores sociales más vulnerables ahí, en aquellos países que se han convertido en el destino elegido por quienes dejan atrás lo que queda del proyecto bolivariano.